Evangelina Cueto: "La crianza no puede ser una tarea individual"
La pediatra Evangelina Cueto reflexiona sobre la crianza colectiva, el impacto de las redes sociales y los desafíos de las infancias y adolescencias.
Evangelina Cueto es pediatra y coescritora del libro Crianza en debate.
Santiago Aulicino/MDZEn un contexto donde la crianza parece cada vez más solitaria, la pediatra Evangelina Cueto propone repensar los modos en que acompañamos a las infancias y adolescencias. Con mirada interdisciplinaria, invita a recuperar el sentido comunitario del cuidado y cuestionar la sobrecarga que enfrentan las familias actuales.
Coautora junto a Julieta Schulkin del libro Crianza en debate, Cueto busca abrir una conversación sobre cómo el adultocentrismo, las exigencias de productividad y la cultura digital moldean las formas en que educamos y acompañamos a las nuevas generaciones.
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Desde su experiencia clínica y social, Cueto señala que el agotamiento parental, la desinformación y el exceso de mandatos —viejos y nuevos— son síntomas de una sociedad que perdió el sentido colectivo. Por eso, plantea la necesidad de reconstruir redes reales de apoyo, escuchar más a los chicos y pensar el bienestar como una responsabilidad compartida.
Mirá la entrevista completa a Evangelina Cueto sobre crianza
De qué trata el libro Crianza en debate
—Acá tenemos tu libro y quería preguntarte qué te motivó a escribir este libro que se llama Crianza en debate.
—Es un libro coescrito con Julieta Schulkin, periodista especializada en tecnología, y la realidad es que tiene una larga trayectoria porque a mí me encanta escribir. Venía escribiendo un libro vinculado a adolescencias, pero a través de conversaciones que venía teniendo también en paralelo con Juli, vinculadas a los contextos digitales y cómo nos desafían hoy en vinculación a la crianza, nos empezamos a interesar por ese lado y empezamos a investigar cada vez más.
Me interesaba un poco mezclar las miradas y darle una impronta interdisciplinaria, porque me parece que hoy la crianza no se puede pensar solo desde una disciplina. O sea, creo que la pediatría, que es mi gran herramienta, tiene una limitación. Creo que hay que echar recursos de la sociología, de la historia, de los especialistas en tecnología y así reunir voces que puedan sintetizar un poco mejor qué estamos haciendo hoy cuando criamos.
—Y el libro buscan abrir estos debates necesarios sobre la crianza. ¿Cuáles son puntualmente esos debates que ustedes buscan abrir con este libro?
—Para mí, infinitos porque un poco siento que cómo criamos es cómo estamos construyendo sociedad. Entonces, en ese sentido, repensar la adultez a partir de la excusa de pensar cómo estamos criando es central. Y entonces el gran debate es qué estamos haciendo hoy con las infancias y adolescencias, no para pensarlas en proyecto de futuro, porque no me gusta esa mirada, creo que hay que alojarlos en el presente de aquí ahora, pero sí pensar que, según cómo criemos, es cómo vamos a construir ese camino social que buscamos. Entonces, lo troncal del libro tiene que ver con eso, con repensar la adultez a partir de qué tipo de comunidad estamos armando hoy.
—El libro también plantea una pregunta que es qué sucede cuando la crianza deja de pensarse como algo colectivo. ¿Y cuál sería tu hipótesis o tu respuesta a esa pregunta?
—Tengo una fuerte impresión de que el colectivismo es algo que está en decadencia hoy y lo siento como un punto lamentable, como una gran pérdida. Y la crianza no queda excluida de esa lógica colaborativa. No solo me refiero a madres, que normalmente son quienes cargan con la crianza sobre sus espaldas, sino también porque lo pienso como un asunto donde las familias están atomizadas, están cada vez más pequeñas.
Si, por ejemplo, hacemos un repaso hacia atrás. Por eso el prólogo es de Felipe Pigna; nos interesaba mucho una mirada revisionista y como él es el gran divulgador del pasado argentino, lo convocamos no solo para prologar, sino también para conversar y revisar cómo era antes y qué tipo de comunidades un poco más organizadas y grandes eran las que alojaban las crianzas versus el presente de hoy.
No para romantizar. No es que este libro piensa: "¿Qué es mejor el pasado o el presente?". La verdad que no es la hipótesis, pero sí retomar aquello del pasado que pueda haber sido favorable para tratar de construir mejores crianzas hoy. Pero a lo que me refiero con lo de la soledad tiene estrictamente que ver con que las familias son más pequeñas.
Yo hice en este libro un recorrido por mi propio linaje y me fijaba en mi abuela, que vivió en una zona rural cercana a Rojas, que es el pueblo donde yo me crie, y veía cómo ella, por su relato, vivía con cuñadas, con hermanas, con maridos, con un montón de gente y por ende con niños. Las niñeces no eran una cosa rara.
En cambio hoy, de nuevo, son recortes un poco, si querés, forzados para que se entienda el concepto, pero hoy las familias son más pequeñas, con lo cual perdimos un poco esa cotidianidad con los niños y las niñas. De repente, el día que te toca o querés o elegís ser madre, alguna vez viste un sobrino un domingo en un almuerzo familiar, pero es raro que conozcas la cotidianidad de sus ritmos.
Entonces, los chicos después se presentan como cuestiones medio contraculturales, no los conocemos, hacen un berrinche y tendemos a mirarlo con mirada patologizante, como que descuelgan en algo que no va en el ritmo adulto de las cosas. Entonces eso de mirar el pasado para entender que antes las infancias estaban más integradas en la vida comunitaria y reflejarlo en el presente actual, donde están más separados esos espacios de adulteces y de niñeces, me parece que es una pista para pensar cómo estamos mirando a las infancias y qué tipo de mundo estamos construyendo con eso.
Cómo preparar la calle para las infancias
—Vos también hablás mucho de que la calle tampoco está preparada para los niños.
—Tal cual.
—¿Cuáles podrían ser esos cambios para que sí estén preparadas?
—En este libro citamos mucho a Tonucci, que es un pedagogo italiano, también ilustrador. Es una persona muy polifacética y rica en su mirada en cuanto a niñeces y tiene un proyecto que lleva adelante desde los 90, que se llama La ciudad de los niños. La ciudad de los niños es un proyecto que aloja a las infancias por concepto y que piensa que estos espacios quirúrgicamente separados entre adulteces y niñeces no deberían ser tales.
¿Por qué? Porque nos estamos perdiendo de la propia riqueza que nos traen las infancias y las adolescencias. Eso es como crucial, armar comunidad desde un lugar intergeneracional donde no existan las fobias a ningún grupo etario en particular, sino que nos integremos y nos potenciemos en esa riqueza que trae cada uno de estos grupos etarios.
Crianza como responsabilidad individual
—¿Por qué creés que hoy en día algunos padres prefieren esta crianza como una responsabilidad individual?
—¿Por qué lo piensan así? Yo creo que estamos en un mundo que nos hace sentir que las cosas tienen que caer solamente a nuestras espaldas. Y por supuesto, me parece muy bien reforzar la idea de responsabilidad parental ante todo, pero sería genial que también pensemos a las niñeces en tono de corresponsabilidad. Todos tenemos algo para aportar en esas niñeces; no solo porque lo merecen y para alojar un presente mejor, sino porque como creíamos, va a ser el mundo que construyamos después. Y eso a mí me parece muy trascendental. O sea, me parece por lo menos es por lo que más me gusta trabajar con infancias y adolescencias, porque siento que donde infiero hoy, es una forma de construir un futuro un poco más copado para todos.
Rol de las redes sociales en la crianza
—Y seguramente en esto juega un rol fundamental las redes sociales, la información que circula. ¿Cómo creés que afecta a los padres y madres en la crianza?
—Hoy yo creo que por falta de respuesta comunitaria, las redes sociales vinieron a tomar ese agujero y estamos en un momento súper infotóxico, si querés, donde la información es bestial. Por ende, inmetabolizable. Y bueno, estos padres madres que buscan algún tipo de rumbo a falta de una experiencia comunitaria de cómo criar, se encuentran en todo ese océano de información que muchas veces es muy difícil de discriminar, de separar la paja y el trigo y saber qué cosas pueden operar favorablemente para esa crianza y qué cosas no.
Así que sí, creo que las redes sociales vienen... Nosotros hablamos de gurúes de maternidad, pensando en que está llena de voces, algunas muy valiosas, por supuesto, otras no tanto, pero más allá de eso, en el volumen termina siendo todo bastante difícil de digerir.
—La recomendación para esos padres que tienen mucha información sería que puedan apoyarse en el rol del pediatra, ¿no?
—Para mí, redes de carne y hueso, no solo la pediatría, porque como te contaba, este libro tiene una impronta interdisciplinaria, buscando que no sea solo una disciplina la que brinde respuestas, sino que colectivamente construyamos esas respuestas. Por supuesto, para mí la pediatría es lo más en ese sentido, bien entendida, y esos espacios son claves para construir nociones generales de crianza y tantos otros.
Pero creo que reunirnos, problematizar, escuchar las voces de los niños y de las niñas un poco más grandes, entiendo que por ahí los más pequeños también nos aportan lo suyo, pero no en tono de poder problematizar este nivel, pero sí escuchar qué quieren, por qué les está resultando incómodo el mundo, sino también es muy fácil después caer en esto de que lo señalamos y pensamos en la epidemia de salud mental y cómo cada vez lo decimos más. Pero por otra parte, no sé si nos estamos ocupando a la altura que el problema requiere.
El rol de la pediatría en la crianza
—¿Creés que la pediatría hoy en día cumple ese rol de acompañar en la crianza colectiva o que es un desafío que tienen?
—Yo creo que hay muchos pediatras involucrados con crianzas que a veces llamamos respetuosas, a veces de otros estilos, o sea, respetuosa no como marca, sino como pensar la crianza en el marco de los derechos y eso es muy favorable. Muchos pediatras sí, pero bueno, hay que dar con el profesional que también caiga bien con la familia que está buscando ese norte.
Crianza respetuosa
—Y recién mencionaste este concepto que últimamente se escucha mucho más, que es la crianza respetuosa. ¿Qué significa puntualmente y cómo se hace para que no se malinterprete o no se lleve al extremo?
—Tal cual, hay mucho de eso. Porque la crianza respetuosa, como te decía, para mí el problema es cuando se banaliza y termina siendo una especie de eslogan o de marca registrada, y la verdad a la vez es como una contradicción, porque la crianza tiene que ser respetuosa, sino qué estoy diciendo, si yo le digo respetuosa, qué estoy infiriendo que hay algún modo donde no tendría que ser respetuosa, no es una carta donde yo elijo: "A ver, voy a hacer crianza respetuosa o no".
La verdad es que la crianza tiene que estar en el marco de los derechos vigentes y desde el 89 tenemos una convención internacional de niños, niñas y adolescentes que habla de que no solo la crianza, todas las medidas comunitarias deben ser respetuosas hacia esas infancias, con lo cual no es una novedad, más allá de que las redes sociales lo reportan como tal, no es novedoso, es viejo. Lo que necesitamos es recuperar ese respeto a la hora de abordar a las infancias y adolescencias.
—¿Y cuáles son las principales preocupaciones que escuchás de las familias en el consultorio?
—Creo que muchas familias están desorientadas por esto de lo que conversábamos recién, porque cuando llega un niño a una casa donde previamente no había niños, son perfectos desconocidos, entonces no sabemos bien qué esperar de ellos.
El sueño interrumpido, por ejemplo, en las primeras etapas de la vida, genera millones de cosas. Y volviendo a las redes sociales, encontramos una inundación de entrenadores de sueño de bebés, por ejemplo, como si el humano no vendría con esa capacidad, nada más y nada menos que de dormir. Y es infernal. ¿Pero por qué? Porque vivimos en una sociedad adultocéntrica donde el sueño interrumpido va en contra de la productividad, si se quiere.
Yo entiendo esa madre, ese padre estragado porque no puede dormir. Pero lo que necesitamos repensar es cuáles son los tiempos de la infancia y cómo eso se contrapone a los ritmos habituales de la sociedad que estamos habitando. Ahí hay como una tensión que no terminamos de resolver. Así que en general, las preguntas que vos me preguntabas que los padres y las madres traen al consultorio suelen tener que ver con estas cosas: "¿Es normal que? ¿Es normal que?", como ratificar esa normalidad a falta de la experiencia de compartir más mundo con estos chicos.
Salud emocional de los adolescentes
—Según tu experiencia, ¿cuál creés que es el desafío de la adolescencia en cuanto a su salud emocional?
—Yo creo que los que tenemos un gran desafío somos los adultos para construir nociones más saludables de este mundo que está incómodo para todos y todas y priorizar, por supuesto, la salud adolescente, que está dando señales claras de que este mundo les está quedando un poquito anómalo.
Atenderlos más, escucharlos más, señalarlos menos como el problema, porque yo creo que hay mucho de eso. Todas las noticias se enfocan desde una especie de criminalización de esta etapa, en vez de entenderla como una etapa con mucha potencia y donde también pasan cosas magníficas, solo que no son las que tienen mayores volúmenes.
Yo creo que hay que recuperar esa potencia, esa etapa hermosa que es la adolescencia, reconvertirla, acompañarla y sobre todo, darles más lugar. Yo creo que los chicos, más chicos también, pero especialmente los adolescentes, no tienen lugar porque de última, la infancia, tampoco estoy de acuerdo con esa mirada, pero está romantizada, el niño. No sé, hay una cosa como más rosa que rodea al universo de las infancias. Y las adolescencias, de nuevo, están leídas en un tono un poco más despectivo. Eso es necesario que se revierta.
—¿Cuáles creés que pueden ser los llamados de atención de los padres de adolescentes sobre que necesitan ayuda profesional en cuanto a su salud emocional y que no es algo típico de la edad o la etapa adolescente?
—¿Qué cosas se desprenden un poco de lo esperable? En general, independientemente de lo que veamos, como la adolescencia es una etapa que trae lo suyo y algunas cosas que se confunden entre normalidad y patología, siempre recomiendo que tengan una pata de apoyo, que sea un pediatra especialista en adolescencia, seguro, eso a mí me parece un aliado fundamental para acompañar esa etapa. Y segundo, el diálogo, tener mucho diálogo, porque hay cuestiones que van a ser muy difíciles de discriminar, de darnos cuenta de qué tono se está tratando.
Pero el diálogo es la tecnología, que nunca obsolese y es a la que tenemos que apelar. O sea, que en la mesa de verdad estemos libres de pantallas, por lo menos en ese momento, y conversar, preguntarles, estar atentos. Hay como una especie de prejuicio de que los adolescentes no hablan. Yo creo que sí hablan. Lo que no tienen es espacios de escucha honestos y eso es lo que me parece que es central.
—Y qué importante también enseñarles a comunicar lo que les está pasando, sus emociones.
—Exacto. Habilitar ese canal comunicacional donde se pueda decir absolutamente de todo: "¿Qué me está pasando? ¿Qué no me está pasando? ¿Dónde están mis tensiones? ¿Cómo son mis vínculos?". Me parece central.
—¿Y qué mensaje le darías a aquellos adultos sobre la crianza? Sean o no padres, porque según el mensaje de ustedes, todos tenemos que involucrarnos en la crianza.
—Absolutamente. La crianza es de todos y todas. Por eso apelamos a un concepto más colectivo y más corresponsable de la crianza. Y como mensaje central, me parece importante pensar que estas niñeces dependen de todos nosotros y la niñez de hoy construye la sociedad de mañana. Así que a involucrarse y a tomar partido, porque me parece que es central para cambiar el mundo que estamos habitando.
—¿Qué esperan ustedes que provoque este libro?
—Debate. Por eso se llama así. Debate en el mejor de los sentidos. Creemos que el debate está bastante corrido de las cosas frecuentes, que abra conversaciones, que dispare nuevas preguntas. Me parece importante.
—Para ir finalizando, me gustaría preguntarte cuáles pueden ser aquellos signos de las familias que están sobrepasadas, que necesitan algún tipo de apoyo profesional.
—Hay un tinte de burnout que se llama burnout parental. Yo le digo más marental porque la realidad es que solemos ser las mujeres las que todavía llevamos más adelante las crianzas. Más allá de cierta tendencia a revertir esto, sigue siendo así en números. Y es importante que un poco se las comprenda, se las escuche, tengan espacios familiares y extrafamiliares donde se puedan hacer cosas.
Los espacios laborales tienen que sensibilizarse en relaciones de agotamiento marental y parental, porque esa también es una manera de apelar a la corresponsabilidad de la que hablábamos hoy.
—Y también esta dificultad de romper los mandatos.
—Exactamente, romper los viejos mandatos y no generar nuevos mandatos. Porque en esto, de nuevo, prescriptivo que proponen las redes sociales, donde parecería que hay un único modo de maternar o de paternar, yo creo que se están reconfigurando los mandatos, pero son mandatos al fin y eso genera sobrecarga siempre.
