Ser madre hoy: entre la entrega y la desigualdad
La maternidad reúne amor, cuidados y cargas invisibles. Entre trabajo, crianza y brecha económica, sostienen el hogar, conceptos claros en el día de la madre.

El Día de la Madre es, sin duda, un momento para celebrar, agradecer y reconocer.
Archivo MDZEste domingo celebramos el Día de la Madre. Más allá de las flores, los regalos y los abrazos, la fecha nos invita a pensar en lo que significan en nuestras vidas. Ser madre hoy no es sencillo: en muchos casos exige equilibrar trabajo, vida personal y crianza en un contexto que, a veces, no acompaña ni valora su entrega.
Un estudio global que reúne información de 134 países, abarcando en conjunto más del 95 % de la población mundial, mide el impacto de la llegada de los hijos en el empleo. Los resultados son contundentes: la llamada “penalidad infantil” no conoce fronteras. En casi todos los países, el nacimiento del primer hijo reduce de manera significativa la participación laboral de las mujeres, mientras que la situación de los varones permanece prácticamente intacta. En ningún lugar del mundo se observa lo contrario: convertirse en padres no altera la trayectoria laboral de los hombres.
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El mapa demográfico también habla: la natalidad disminuye y la maternidad se posterga. Este fenómeno no puede entenderse únicamente desde lo individual, sino que responde a condiciones estructurales, especialmente en el ámbito laboral. Muchas mujeres optan por retrasar la decisión de tener hijos hasta alcanzar cierta estabilidad profesional o condiciones que les permitan compatibilizar el trabajo con la crianza. En muchos casos, la llegada de un hijo no se percibe socialmente como una buena noticia dentro del entorno laboral, sino como un posible obstáculo para el desarrollo profesional. La incertidumbre frente a cómo será recibida una licencia de maternidad o una reducción de jornada revela que aún queda mucho por hacer para construir espacios de trabajo que realmente acompañen la experiencia de la maternidad, en lugar de sancionarla implícita o explícitamente.
La natalidad disminuye y la maternidad se posterga
Ante este panorama, el rol de las empresas resulta decisivo. Durante décadas, la conciliación entre trabajo y maternidad se pensó como un asunto privado, algo que cada mujer debía resolver en soledad, haciendo frente a la disyuntiva de “cómo hacerlo todo”: organizar la casa, atender a los hijos, cumplir en el trabajo y, muchas veces, sostener la economía familiar. La solución se buscaba apelando a familiares o a redes informales de apoyo, sacrificando horas de sueño y descanso o resignando su desarrollo profesional. Ese esquema no solo era injusto, también insostenible.
Hoy en día, la maternidad ya no puede entenderse como un asunto meramente privado o individual. Es, ante todo, una cuestión social, económica y demográfica, con implicancias que afectan al conjunto de la sociedad. La manera en que un país —y particularmente sus empresas— acompaña a las madres tiene impactos directos en múltiples dimensiones: en la calidad de la infancia, en la corresponsabilidad en la crianza, en la productividad laboral y en el desarrollo futuro.
La maternidad es una cuestión social, económica y demográfica
Cada vez más estudios demuestran que cuando las organizaciones adoptan políticas activas de conciliación entre la vida laboral y familiar, no solo se mejora la calidad de vida de quienes trabajan, tanto mujeres como varones. También se generan beneficios tangibles para las propias empresas: mayor compromiso del equipo, mayor retención de talento, reducción del ausentismo y mayor productividad.
Las medidas posibles son diversas. Un primer paso es ampliar y equiparar las licencias parentales, de modo que el cuidado de los hijos no recaiga casi exclusivamente en las madres. Otras iniciativas deben contemplar la licencia por adopción, una licencia especial para el caso del nacimiento de un bebe prematuro o de nacimientos múltiples. También es clave la flexibilidad horaria, la posibilidad de teletrabajo o esquemas híbridos que permitan compatibilizar los distintos roles y tareas.
A esto se suma la necesidad de contar con servicios de cuidado infantil accesibles, ya sea dentro de la empresa o a través de convenios que reduzcan costos para las familias. No menos importante es el acompañamiento emocional: programas de mentoreo para madres recientes, talleres de crianza y espacios de escucha ayudan a reducir el estrés y la sensación de aislamiento que muchas mujeres experimentan.
Cuidar a las madres es una inversión estratégica
No son privilegios, son políticas de futuro. Significa reconocer que la fuerza laboral no está compuesta por “trabajadores abstractos”, sino por personas reales con familias, responsabilidades y afectos.
El desafío, entonces, es que las empresas asuman que el futuro se juega tanto en el trabajo como en el hogar. Porque cada vez que una madre logra compatibilizar su vida laboral con sus responsabilidades familiares, sin renuncias extremas ni pagando un alto precio a nivel personal, toda la sociedad gana. Y lo mismo se podría decir para los padres.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de no permitir que el esfuerzo y la entrega de las madres se transformen en aislamiento o en cargas imposibles de llevar. El Día de la Madre es, sin duda, un momento para celebrar, agradecer y reconocer. Pero también debería ser una oportunidad para mirar de frente una realidad que nos interpela a todos: ¿qué estamos haciendo para que ellas puedan vivir su maternidad, sin tener que elegir entre su proyecto de vida y el bienestar de sus hijos?
La pregunta incómoda es inevitable: mientras ellas sostienen hogares, trabajos y comunidades, ¿quién las sostiene a ellas? Si la respuesta sigue siendo “nadie”, estamos fallando como sociedad. Reconocer el valor de la maternidad implica algo más que homenajes simbólicos: requiere políticas públicas de cuidado, empresas comprometidas y un cambio cultural que promueva la corresponsabilidad.
El futuro de un país no depende únicamente de sus indicadores económicos ni de lo que se produzca en fábricas, oficinas o aulas. También se construye, silenciosamente, en cada hogar donde una madre se esfuerza por serlo todo, cada día. Si como sociedad no aprendemos a sostener a quienes se entregan sin medida, estaremos edificando un futuro frágil, marcado por la desigualdad.
* Dra. Patricia Debeljuh. Directora Centro Conciliación Familia y Empresa IAE Business School Universidad Austral