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Crianza en tiempos de algoritmos: el arte de pensar por uno mismo

La crianza en la era digital tiene un desafío clave: educar para pensar frente a la inteligencia artificial y los algoritmos que moldean decisiones y hábitos.

La capacidad de raciocinio es la que más hará falta para enfrentar los desafíos que el nuevo mundo trae.

La capacidad de raciocinio es la que más hará falta para enfrentar los desafíos que el nuevo mundo trae.

Archivo MDZ

En un mundo donde las pantallas y los algoritmos compiten por nuestra atención y la inteligencia artificial por nuestra confianza, el desafío de la crianza es formar mentes capaces de razonar y construir su propia mirada. La vuelta al ruedo significó el fin de las vacaciones de invierno expuso la complejidad de ser padre de una personita en edad escolar.

Si son como yo, probablemente sientan que el enemigo más acérrimo en estas épocas son las pantallas, implacables a la hora de dominar la atención de los niños (y de grandes) y, probablemente, culpables de que la capacidad de concentrarse de varios de nosotros haya caído en los últimos años.

Pero luego de pensarlo más profundamente, y especialmente luego de haber leído un estudio en el que una persona en EEUU fue hospitalizada por intoxicación inducida por la ingesta a largo plazo del Bromuro causada porque ChatGPT le había “convencido” a utilizarlo en lugar de sal, llegué a la conclusión que el desafío más grande que tenemos para la crianza en el mundo que se viene es otro.

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El desafío más grande que tenemos para la crianza en el mundo que se viene es otro.

El desafío más grande que tenemos para la crianza en el mundo que se viene es otro.

Se trata de lograr que desarrollen la capacidad de sacar conclusiones a partir de opiniones enfrentadas, contrarias o diversas.

Siempre dije que quizás la mejor enseñanza que me han dejado mis padres es la capacidad de pensar por mi mismo. En realidad, no se si conscientemente decidieron enfocarse en eso, tampoco se los pregunté, pero resultó. Incluso, a su pesar, a la hora de discutir en cuestiones políticas o ideológicas.

En mi caso al menos, eso ayudo a darme cuenta de que era en la diversidad de opiniones donde uno encontraba su propio punto de vista, más allá de si fuese el más o menos compartido en mi grupo de pertenencia, el cual también fue variando en la medida en la que me abrí del arquetipo del estudiante de Marketing de Universidad Privada en el primer lustro de la década del 2000.

El acceso a internet supuso, en primera medida, un acceso mucho más amplio a información: libros, revistas, artículos de opinión, periodismo, pero también a personas de a pie que encontraban un espacio para compartir su visión, sesgada o no.

algoritmos
La mejor enseñanza que me han dejado mis padres es la capacidad de pensar por mi mismo.

La mejor enseñanza que me han dejado mis padres es la capacidad de pensar por mi mismo.

Para un caso como el mío, donde ya tenía una personalidad medianamente formada y una cierta seguridad respecto a mis valores, no fue demasiado complejo el tomar ésta oportunidad sin que me absorba demasiado en los idas y vueltas, más allá de la vehemencia y asertividad de algunos argumentos.

Pero 20 años después, el escenario es más complejo.

Más allá de la complejidad para mantener espacios de atención (o de aburrimiento) ante la enorme variedad de opciones para entretenerse, la información se consume de otro modo y una argumentación que se lee segura y determinante puede tener un peso desmedido en la formación de una opinión, independientemente de si los conceptos sobre los que se basa son ciertos o erróneos, o si parten de sesgos marcados o agendas ocultas.

No es que antes no sucediese, siempre existieron líneas editoriales y agendas paralelas atadas al modo en el que se publicaba información y en que momento. Pero con la proliferación de espacios y la generación de burbujas individuales de información, esto se ha vuelto mucho más complejo, y prácticamente inmanejable.

A eso hay que sumarle un flagelo de nuestra época, que es el de la necesidad imperiosa de generar reacción e interacción, lo que lleva por una lado a una necesidad de compartir, hablar y hasta expresar puntos de vista en un estilo más cercano al trailer de una película que al de una persona comunicándose con otra, o sino directamente a la provocación que tiene como objetivo el enojo, ya sea a partir de difundir información falsa o expresar opiniones que buscan activar esa parte del cerebro que detona nuestra rabia contenida.

Ahora bien, por supuesto que es nuestro rol y responsabilidad el dotar a nuestros hijos no solo de la seguridad para poder pensar de modo independiente, de mirar más allá de lo que lee sino comprender el objetivo o agenda que tiene esa pieza o de unir opiniones encontradas sobre el mismo tópico, sino que ahora se suma el de comprender si esa fuente de información realmente proviene de una persona o de un modelo de IA, con tanta o más imperfección como la base de información sobre la cual haya sido entrenado, y sobre eso chequear aun con mayor dedicación si lo expresado se basa en algo verdadero o no.

Cuando trazamos un paralelo y comparamos lo que significaba analizar un tópico nuevo, incluyendo búsqueda de bibliografía, la lectura de la misma, el resumen, análisis, comparación y conclusión, a lo que hoy quizás se puede lograr en no más de 5 minutos, por supuesto que la comodidad en la que vivimos se siente virtuosa.

Pero… ¿Cómo afecta a aquellos que no tienen el ejercicio, aunque sea oxidado, de llevar a cabo ese proceso? Y no habló de la posibilidad distópica de que algún día no haya internet, sino en como lograr que esos caminos que se forjan en nuestra capacidad de raciocinio a fuerza de horas sentados analizando y comparando, puedan forjarse aún cuando la respuesta, o conclusión, puede estar al alcance de un botón en minutos.

Aun no tengo la respuesta, pero espero irla encontrando en éstos años. Ya que esa misma capacidad de raciocinio es la que más hará falta para enfrentar los desafíos que el nuevo mundo trae.

* Cristian Figoli. Marketing, Media, Advertising & Technology.