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Día del niño y la baja de natalidad: dónde están los niños

En el Día del Niño surge una paradoja: cada vez nacen menos en Argentina. Cada vez menos nacimientos, nuestra sociedad se va a ir quedando sin nuevas ideas.

El fin de semana recién pasado en Chile se celebró el Día del Niño y como autora infantil fui invitada a realizar un cuentacuentos a un centro comercial mediano. Iba entusiasta a pesar del día invernal esperando compartir con muchos pequeños, sin embargo, fue como buscar una aguja en un pajar.

Casi no había niños recorriendo las tiendas, ni tampoco las calles ni la ciudad. Quizás fue sólo casualidad, pero me hizo preguntarme cuánto perderíamos como humanidad si la tendencia a la baja de natalidad efectivamente un día nos dejara sin más niños con quienes contar.

Energía linda para alegrar el alma: los niños vienen con el espíritu lleno de luz y sin ser conscientes nos iluminan la vida con su curiosidad, confianza, simpatía, espontaneidad, libertad, facilidad para amar, para reír, jugar y expresar sus emociones sin temor al que dirán. Sus rostros nos recuerdan nuestra propia infancia oculta en un traje de madurez y vértigo existencial, corriendo de un lado a otro para sobrevivir y recibir la cuota de éxito que queremos conquistar para asegurar la felicidad.

Niños
Los niños vienen con el espíritu lleno de luz y sin ser conscientes nos iluminan la vida con su curiosidad.

Los niños vienen con el espíritu lleno de luz y sin ser conscientes nos iluminan la vida con su curiosidad.

Sin embargo, no todo es color de rosa en la infancia ya que es cuando más vulnerables somos y más cuidado requerimos para sobrevivir y crecer. Esto también nos recuerda la fragilidad y pequeñez propia de nuestra humanidad y que escondemos bajo capas de control y seguridad. Los niños son el aviso permanente del cuidado que nos debemos unos a otros para vivir aunque nos queramos engañar de lo contrario. Al escasear, podríamos caer en la tentación de creer que no nos necesitamos y que la interdependencia del cuidado no es primordial.

Un terreno fértil para creer: si bien la fe puede irrumpir en cualquier momento de la vida, la infancia es especialmente permeable a la entrega confiada en un amor infinito, gratuito e incondicional. La espiritualidad germina con naturalidad y se multiplica con sus dones y un modo de proceder bondadoso, virtuoso y pacífico. Por eso, si faltaran los niños, estaríamos también erosionando el terreno para que la esperanza, la interioridad y la fe se abran camino.

Más pérdidas difíciles de compensar: al ir mermando los niños en la sociedad, también se nos irán acabando las nuevas ideas, salidas, sonrisas, plazas, juegos, pero sobre todo la capacidad de amar que ellos respiran como don natural. Si se extinguen el mundo se irá secando, los vínculos enfriando y las personas sumándose a una muerte inexorable y lenta.

jugando
Al ir mermando los niños en la sociedad, también se nos irán acabando las nuevas ideas.

Al ir mermando los niños en la sociedad, también se nos irán acabando las nuevas ideas.

No dejemos que los niños escaseen

Seamos generosos para recibirlos, cuidarlos, protegerlos, enseñarles, estar con ellos, porque son el mejor regalo donde podemos “invertir” en el presente y en el futuro. Que nunca nos falten sus pasos pequeños en las plazas, sus risas en el aire ni sus preguntas en la mesa. Que nunca dejemos de aprender de ellos a confiar, a amar y a vivir. Porque donde hay un niño, el cielo se asoma a la tierra.

* Trini Ried Goycoolea. Periodista y escritora, especialista en vínculos.