¿Cuáles son las opciones después de la previsible sorpresa de las PASO?
En este año cuando se cumplen cuarenta años de la recuperación democrática, las PASO dejaron un panorama no tan claro. Desde la columna de entremedios, Damián Fernández Pedemonte se enfoca en este tema bien actual en MDZ.
Lo que causa sorpresa es la sorpresa. Como dije desde esta columna varias veces, las PASO se han convertido en un evento político muy significativo con consecuencias en la economía, en el clima social y en las reacciones de la política. Así sucedió en 2019 y en 2021. Se sorprende el circuito cerrado de candidatos y equipos de campaña, periodistas de política y encuestadoras,
que “en on” estuvieron obnubilados con las internas y “en off” muchas veces operaron a favor o en contra de uno u otro candidato. El resultado de las PASO es una crítica a todo ese mundo autorreferencial, que Javier Milei engloba dentro de “la casta”.
Los medios hicieron crecer a Milei y luego lo intentaron bajar. El eco de esa visibilidad mediática se vio en los comentarios de los diarios, en las discusiones de los paneles televisivos y en las redes sociales (en donde el libertario intervino más intensamente que ningún otro) que acumularon discusiones apasionadas, desarticuladas y hostiles. Estas ayudaron a que creciera una tribu transversal y extensa sin correlato con ningún partido, territorio o clase.
Hubo políticos que no se sorprendieron tanto y cuya falsa prescindencia en la campaña es responsable en buena medida de la pobre performance de sus propios espacios. Cristina Kirchner vaticinó el escenario de tres tercios y subió a Milei a su ring para quitarle votos a Juntos por el Cambio, pero le estaba restando votos también a Unión por la Patria. Luego se desentendió de la campaña.
Macri jugueteó todo el tiempo con Milei y profetizó un ballotage entre él y Juntos por el cambio, en el que la diferencia sería solo de grado. No conforme con esto festejó el triunfo módico de Bullrich porque sumado al de Milei representaría un triunfo de “sus” ideas liberales y la derrota del populismo. Craso error.
Sorpresa en los medios, pero para los analistas atentos todas las cartas estaban a la vista. Para preparar esta columna releí las que vine escribiendo sobre la situación política desde hace un año. Como Sarmiento que, aunque escribiera sobre Facundo o sobre Urquiza, siempre estaba escribiendo contra Rosa, me di cuenta que todo este tiempo estuve escribiendo sobre Milei.
Desde esta columna hemos descripto: el avance de un estilo desaforado de discurso público como forma de captar la atención de los medios y de aligerar la gravedad de los prejuicios sociales lanzados; el advenimiento de una nueva condición del individuo empoderado que quiere revancha contra el abandono del Estado; el profundo descontento de los movimientos sociales, trabajadores precarizados, pequeños comerciantes y el impacto de algunas ideas libertarias en este ambiente de desamparo; el debilitamiento de la confianza en la autoridad epistémica de los científicos, de los pensadores, de los profesores en el debate; el avance de la concepción omnicomprensiva del capitalismo que pretende que el mercado regule todas las actividades, incluyendo las sociales, culturales, educativas, la salud y el bienestar personal.
El lunes estallaron las interpretaciones “a posteriori”. Las motivaciones de los votantes de Milei fueron múltiples. Empatizar con esas motivaciones puede ir de la mano con la discusión de las ideas de Javier Milei. Y solo de él: no lo acompañan expertos en ninguna materia salvo en economía (e incluso en ese rubro los interlocutores se quedan con muchas dudas de cómo quiere implementar su política). Hasta ahora las personas que va mencionando como parte de un futuro gabinete se desviven por matizar esas ideas y sus más fervientes seguidores se desgañitan diciendo que Milei no dijo lo que dijo. Mientras tanto él sigue proponiendo una idea imposible o delirante por día. (Los contrincantes no deberían entrar en el juego de rebatir la idea de privatizar el Conicet o de romper relaciones con nuestros principales socios comerciales, dejarle eso a los expertos o a la mera imposibilidad fáctica y mostrar con más claridad sus propias ideas, si no quieren depender enteramente de su agenda).
Primero, empatizar con el votante de Milei. También he citado en esta columna al sociólogo Pablo Semán, que señala que en el último tiempo se han ido sumando a La Libertad Avanza votantes poco preocupados por cuestiones doctrinarias. Libertad para los pobres es libertad para circular, en el caso de los repartidores y trabajadores de la economía informal, y para mejorar su posición actual a través del micro-emprendimiento, que la regulación estatal sofoca. La bandera de la libertad seduce sobre todo a los jóvenes perseguidos por querer salvar sus ingresos en dólares por servicios profesionales al exterior, asfixiados por regulaciones para emprender y carentes de crédito para proyectar un futuro en el país.
Al ver el mapa de los resultados de las PASO lo que salta a la vista es la ausencia de opciones para las posiciones de centro. Me refiero a posturas que son conscientes de la conflictividad social de nuestra sociedad y de que corregir la desigualdad es la prioridad, pero están convencidas de que las diferencias deben zanjarse dentro del sistema democrático, fortaleciendo sus instituciones hoy anestesiadas (el Congreso, la Justicia), en el marco del respeto de las garantías constitucionales de todos. No violencia, democracia, derechos humanos trazarían los contornos del centro y también la consciencia de los límites que le imponen al país el multilateralismo, la complejidad del sistema tecnológico global y el medio ambiente del planeta.
Si ubicamos las ideologías en dos ejes, uno horizontal: Derecha vs, Izquierda y otro vertical: populismo- republicanismo, Milei es claramente una expresión de populismo de derecha en su modo de construir poder y de comunicarse con la sociedad. El desasosiego con él no es de diagnóstico, en eso puso el dedo en la llaga: es su cómo radical e “iliberal” (Zakaria).
Milei es populista si se entiende el populismo como una estrategia discursiva y pragmática, como una forma más que un contenido. De hecho, muchas de sus ideas no son nada nuevas: son enunciados teóricos que no describen ya el modo de funcionar del mundo. El cambio se produce en un discurso que corrió los límites de los temas que se pueden debatir -y varias veces los límites de la civilidad-. Con él Milei construye un liderazgo hiperpersonalista capaz de reunir todas las demandas contra el Estado e inspirar la confianza de que el líder mesiánico tiene soluciones para todas, simples y drásticas. Para ello construye un enemigo de límites imprecisos: la casta, y divide la sociedad en dos bloques: las personas de bien y esa elite (que no es económica sino política). Su confrontación no es solo con la dirigencia -como en el caso de sus votantes- sino con los mecanismos de control democráticos: los medios de comunicación, el Congreso, algunas garantías constitucionales.
Lo más lógico sería que Bullrich y Massa se disputen el centro. La estrategia de polarización era mucho más sencilla que la de tercios. El problema de Bullrich es el poco contraste con Milei, el problema de Massa es el poco contraste con el populismo que nos llevó hasta acá. Movido el tablero hacia la derecha la opción ahora parece ser populismo o gestión democrática de la crisis.
* Damián Fernández Pedemonte, Director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.