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Daniela Aza, la mujer influencer que informa sobre discapacidad

Daniela Aza es comunicadora, influencer y muchas cosas más. En Mdz Femme, charlamos con ella acerca de las diferentes temáticas que engloba la discapacidad, el uso correcto del lenguaje, estereotipos y a los obstáculos que se enfrenta.

Brunela Villarroya
Brunela Villarroya viernes, 15 de julio de 2022 · 09:58 hs
Daniela Aza, la mujer influencer que informa sobre discapacidad
Daniela Aza comunica sobre discapacidad, estereotipos y sexualidad, entre otros temas. Foto: Instagram

En esta nota, hablamos con Daniela Aza sobre discapacidad, estereotipos, lenguajes y todos los desafíos y aprendizajes que conlleva. Ella es comunicadora social y ganó popularidad desde Instagram, donde casi 60 mil personas la siguen. 

Daniela Aza tiene 37 años y es comunicadora, se recibió en la UBA, también es creadora de contenidos, facilitadora, asesora y oradora. Todo esto se fue sumando en los últimos años a raíz de su trabajo en las redes sociales. Donde, a partir de 2018, llevó sus aprendizajes, vivencias y desafíos como mujer con discapacidad a sus redes.

Ella nació con artrogriposis múltiple congénita, una condición extraña y compleja que afecta a las articulaciones con un panorama muy complicado y desalentador. Esto atravesó toda su vida.  

Daniela, más conocida como @shinebrightamc, cuenta con más de 50.000 seguidores. Foto: Instagram.

“Salir adelante y encajar no fue fácil y requirió de mucho apoyo: 15 cirugías, tratamientos y contención. En este contexto, viviendo con discapacidad y con muchos logros impensados, como miles de cosas que no imaginaba que iban a llegar a mi vida -por eso llevo el lema 'diagnóstico no es destino'-, con momentos donde me sentí muy débil frente a una sociedad que no me daba la bienvenida, empecé a visibilizar muchas cuestiones que no se hablan. Mitos y estereotipos de la discapacidad, siempre a partir de mi propia experiencia", comienza contando Dani.

"El espacio fue creciendo mucho y abriéndome a nuevos lugares y oportunidades, desde que me trajeron la Declaración de Interés por parte de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires hasta ser chica de tapa de la Revista OHLalá en 2020, en plena pandemia. Hoy lo que hago es tratar de influenciar de manera positiva en las redes, por eso dicen que soy 'influencer de la inclusión' y también acompañar a empresas, organizaciones y marcas para que puedan ser más inclusivas”. 

¿Qué son las redes sociales para vos?

Las redes son transformadoras. Hoy en día son el medio digital por excelencia. Creo que lo que ha hecho que mis mensajes llegaran fuerte es la falta de información y conocimiento sobre discapacidad pero, sobre todo, contenidos flexibles, dinámicos y fáciles.
Lo primero que noté cuando quise salir a contar sobre este tema es lo poco que se hablaba sobre el asunto, fuera de historias de vida y de inspiración. No había nadie que explicara todos los prejuicios y barreras que enfrentamos, de una manera divertida y amena.
Y así como surgieron influencers y creadores de todos los temas, no había ninguna persona que lo hiciera educando sobre discapacidad y diversidad. Por esta razón, las redes me parecieron una herramienta clave. No podemos ser más inclusivos si no visibilizamos y naturalizamos la discapacidad como parte de la diversidad y, las redes sociales, cumplen un papel fundamental en esa tarea. 

Las redes sociales sirven para aprender e incursionar de diferentes temáticas, en este caso sobre discapacidad. Foto: Instagram.

¿Cuáles son para vos las barreras y los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres con discapacidad?

Las mujeres con discapacidad son doblemente excluidas, por género y condición. Aún con avances, todavía se percibe a la mujer con discapacidad como alejada de los parámetros de belleza y normalidad históricamente arraigados. Por esta razón, es excluida de muchos entornos que la competen, como la salud sexual y reproductiva o la moda y hasta es violentada. Muchas mujeres con discapacidad sufren violencia de género.
Por otro lado, a la sociedad le parece aún raro ver a una mujer con discapacidad maquillándose o comprando ropa, es decir, como consumidora o cliente. Esto trae barreras no solo a nivel visibilidad sino en accesibilidad y apoyos. No naturalizamos, por ejemplo, a las madres con discapacidad y no las vemos en publicidades. La lógica vigente es que todavía “está fallada” o que tiene un cuerpo defectuoso, lejos de concebirla como una mujer que siente, que consume, que tiene deseos y sentimientos. Sin embargo, la mujer con discapacidad es mujer y debe percibirse como una mujer real también. 

¿Cómo podemos hablar correctamente de discapacidad?

Solemos reproducir y perpetuar muchos conceptos a través del lenguaje que son erróneos como también eufemismos. Es fundamental recordar que el término correcto y apropiado es “persona con discapacidad”, que no pone el énfasis en la falencia sino en el ser persona válida y con derechos. No es correcto hablar de “capacidades diferentes”, porque no tenemos dones o capacidades distintas, como volar o adivinar el futuro, sino diferentes formas de hacer, de ser y estar en el mundo.
Además, esto habilita a pensar que estamos en otro mundo u otro lugar.  Estamos en el mismo mundo que todas las personas y formamos parte de la diversidad.
Tampoco debemos instalar frases como “es un angelito” o “tiene un problema”. Estas, infantilizan y promueven una visión desde la falla o falencia.

¿Cuáles son los mitos y tabúes que rondan respecto al tema?

Principalmente, la creencia generalizada e histórica que tiende a concebir a las personas con discapacidad como incapaces, improductivas, desgraciadas o que viven una tragedia. Hoy en día, la discapacidad sigue siendo una desgracia para la sociedad y hay muchísimos tabúes y prejuicios que la rodean. Imágenes que provienen de un modelo médico predominante que lo cataloga como alguien “deficiente” y no permite incorporar a la persona en los diferentes ámbitos de la sociedad, ya que se las considera desde la falla y la falencia. Necesitamos cambiar esa mirada y dirigirnos hacia un modelo social que entiende nuestra discapacidad en el marco de los obstáculos del entorno más que por la condición misma.
El gran estereotipo es que tenemos “un problema”, lo cual no es así. La mayoría de los inconvenientes que enfrentamos, diariamente, se deben a una sociedad que sigue excluyendo y marginando. Ligado a esto, hay una visión y un estereotipo de que “no podemos” y un montón de acciones y logros que son para nosotros como trabajar, salir, divertirse, consumir y circular por la calle. 
Somos “eternos niños o niñas”, según una infantilización que también viene de una percepción histórica. El disfrute no forma parte de la concepción que las personas tienen sobre la discapacidad y entonces es que se imponen barreras en todos esos ámbitos, tanto arquitectónicas como actitudinales.
Por otro lado, hay tabúes muy fuertemente arraigados, como sexualidad, pareja y discapacidad. Las personas con discapacidad somos asexuadas, desde una base conceptual, que nos consideran personas privadas del placer sexual y no atractivas. Ligado a eso, especialmente las mujeres con discapacidad, sufrimos los estereotipos de género muy instalados, relacionados con un ideal de belleza instaurado y un modelo de cuerpo ideal en el que las mujeres con discapacidad no encajamos. No somos visibilizadas y eso perpetúa la imagen de que no existimos y no estamos. Estamos aún muy ausentes. Sin embargo, esta ausencia está muy lejos de la realidad. Somos personas y tenemos derecho a pertenecer y formar parte de la sociedad. La sociedad nos debe lugares históricamente negados, por no cumplir con parámetros de normalidad e invitarnos al rechazo de nuestro cuerpo.  

¿Qué le recomendarías a alguien que esté pasando por un diagnóstico de discapacidad?

Que en la medida de las posibilidades intente ser quién es aunque la sociedad le dé la espalda y que intente verse bien, verse completo/a. No nos falta nada. Estamos bien como somos porque nadie está mal. Todos brillamos distinto. 

¿Sentís que hay un estereotipo general?

Siento que el estereotipo general puede tener que ver con no concebir a la discapacidad como parte de la diversidad. No está incluida en los discursos de la diversidad y eso atrasa y no permite avanzar hacia una óptica que construya procesos, políticas e iniciativas más inclusivas hacia las personas con discapacidad. Por el contrario, se reproduce lo que yo abordo como “discafobia” que es el temor o aversión que nos genera la discapacidad. Este rechazo se puede ver, constantemente, en todos lados. Basta notar cómo todavía se insulta con la discapacidad, con afirmaciones como “sos autista” o “retrasado”. Todo viene de un imaginario según el cual la discapacidad está mal. Algo que necesitamos urgentemente es cambiar. 

¡Muchas gracias Daniela Aza por compartir conocimiento y experiencia! Clickea aquí para conocer más acerca de ella.

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