Salud

¿Estamos preparados para una epidemia de Alzheimer?

Hoy es la principal causa de demencia y su incidencia aumenta exponencialmente con el incremento de la expectativa de vida, tanto, que en muchos países se la ha declarado epidemia. ¿Estamos preparados en Mendoza para hacerle frente? Nueva nota de neuopsicóloga Cecilia Ortiz, en el Mes internacional de la enfermedad de Alzheimer

jueves, 19 de septiembre de 2019 · 10:29 hs

Las estadísticas nos dicen que hay 46,5 millones de personas afectadas en el mundo, que en Argentina hay algo más de medio millón de pacientes, que cada 3 segundos que pasan, una persona es diagnosticada en algún lugar del planeta y que si no se descubre una cura, para el año 2050 se habrán triplicado los casos.

Tanto ha alarmado el avance de la enfermedad de Alzheimer que, en el año 2012, la OMS la declaró como prioridad para la salud pública global, resaltando la necesidad de que los países generen políticas de enfrentamiento que garanticen: diagnóstico oportuno, acceso a cuidados y apoyo, promoción de inclusión y reducción del estigma y promoción de la investigación.

En el año 2015 la Organización Panamericana de la Salud (OPS) declaró a la demencia como uno de los ocho temas nodales dentro de la salud pública de los países latinoamericanos, instando a lograr un plan de acción para mejorar el diagnóstico, tratamiento, atención e investigación.

En mayo de 2017, la Asamblea Mundial de Salud respaldó el “Plan de acción mundial sobre la respuesta de salud pública a la demencia 2017-2025”.

En Argentina, PAMI desarrolló un Plan Estratégico Nacional PAMI para cerebro saludable, enfermedad de Parkinson y otras demencias 2016-2019, a modo de puntapié inicial para un programa nacional de largo alcance.

La enfermedad de Alzheimer hoy es la causa más frecuente de demencia (se lleva el 70% de los casos). Implica un deterioro progresivo del paciente, con aumento significativo de su dependencia, motivo por el que demanda cuidados y atención.

Los costos económicos son significativos para el Estado y para las familias. Desde esta última vertiente, la asistencia, por lo general, proviene del interior del grupo. Frecuentemente, quien se hace cargo debe dejar de lado obligaciones, a veces, laborales. Así, la situación implica un gasto importante: medicación, estudios, consultas más los costos indirectos que debe enfrentar cada miembro. Se estima que, la distribución de los recursos económicos está destinada en un 20% a costo directo (cuidados médicos), un 5% a cuidados formales (cuidadores contratados) y un 75% a cuidados informales (los que provienen del núcleo familiar).

Pero, a mi humilde entender, no todo pasa por el dinero. La ignorancia implica un costo muy alto también. Las familias encuentran vacíos en la red social. La estigmatización (producto del desconocimiento), es significativa. En realidad, la vejez hoy en nuestra sociedad es sinónimo de segregación, de menosprecio y, de la mano con una demencia, tanto peor.

Quienes cuidan desconocen dónde acudir para sentirse contenidos, para encontrar información, para comprender y sentirse comprendidos.

Es fundamental llevar a cabo una política pública que abarque cuatro grandes bloques: diagnóstico, asistencia, investigación y educación. El diagnóstico precoz debería ser el eje fundamental, porque disminuye costos económicos, sociales y familiares.

El diagnóstico debe realizarse siguiendo criterios internacionales, con atención médica, estudios complementarios (laboratorio e imágenes), evaluaciones neuropsicológicas y sociales. Las técnicas deben ser confiables, válidas y estar normatizadas. Esto implica consensuar criterios para que entre todos los profesionales se “hable el mismo idioma”.

La asistencia debe ser lo más completa, integral y multidisciplinaria posible, tendiente a garantizar cuidados y apoyo social a través de personal idóneo.

La investigación resulta fundamental y está enfatizada en cada estratégica pública, porque de esta acción surgirán respuestas a interrogantes que posibiliten saber más acerca del proceso de enfermar, conocer sus causas y los posibles tratamientos. La capacitación de los recursos humanos resulta fundamental.

La educación es vital. Por un lado, para acercarnos a las medidas higiénicas y los factores de riesgo. Por otro lado, para concientizar acerca del Alzheimer y superar la estigmatización.

Además, entidades que apoyen y contengan a las familias resultan significativamente necesarias.

No debemos olvidar, de paso, leyes que apunten a proteger a los pacientes.

Si yo tuviera que definir el panorama en Mendoza, les diría que es un ramillete de buenas voluntades que, desde sus lugares, hacen lo posible. Pero, lamentablemente, no hay un plan que convoque y que aúne esfuerzos. Desde la Dirección del adulto mayor, hay programas como Ciudades Amigables con los Adultos Mayores (sobre accesibilidad) y Mayor Respiro, destinado a contener a los cuidadores. También cuentan con residencias intergeneracionales, hogares de día y atención médica gratuita, además de un programa radial destinado a informar. En OSEP se llevan a cabo talleres de estimulación de memoria. En los hospitales públicos no hay servicios destinados a la patología que cuenten con equipo de profesionales formados en el tema. En los centros de salud, lugares de suma importancia para llevar a cabo la captura temprana de pacientes, no se realizan las pruebas específicas.

Recientemente, la diputada Marcela Fernández ha presentado un proyecto de ley que, de aprobarse, hará obligatoria la implementación de un test que mide las funciones cognitivas.

Desde el ámbito particular existen centros de día, de estimulación y de diagnóstico, pero, ¿qué ocurre con quienes no pueden pagar?

La investigación abre un gran interrogante. A nivel particular, muchos centros trabajan en protocolos, por lo general regenteados por algún laboratorio, destinados a probar la eficacia de drogas nuevas. Nuestra provincia participa de un consorcio que, vía CONICET y la Fundación Leloir, busca determinar las características genéticas de nuestra población para poder predecir, en un futuro, si alguien padecerá Alzheimer.

Sin embargo, carecemos de proyectos de investigación que intenten echar luz sobre las causas, asistencia y tratamiento. Y no es porque escasee el capital humano, eso sobra. Lo que faltan son, una vez más, fondos económicos.

No estamos tan mal, pero necesitamos de un eje integrador que proporcione las herramientas necesarias para enfrentar la importante crisis que vendrá. Ojalá no nos olvidemos de quienes ya no podrán recordar.

Por: Lic. Cecilia Ortiz / neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com