Opinión

Buenas perspectivas, mala política

Qué hay más allá de la grieta y donde podría pararse Argentina, en un contexto convulsionado, para encontrar la estabilidad que le permita avanzar.

Agustín Jaureguiberry domingo, 28 de agosto de 2022 · 17:30 hs
Buenas perspectivas, mala política
Foto: EFE

A comienzos de año publiqué en este medio una nota sobre como las perspectivas de Argentina podían ser favorables dentro de un contexto mundial que se presentaba dificultoso e inestable con relación a un tiempo atrás. Se le sumó a ello el conflicto en Ucrania y el posible cambio de prioridades de la geopolítica mundial.

Destacaba allí las enormes oportunidades que el país presenta, algo no novedoso claro, pero con una visión mucho más directa en cuanto resolver los problemas estructurales del país. Enfatizaba que con pocas medidas se podía poner en marcha la maquinaria productiva y de empleo; sobre todo, que ello no dependía de consensos políticos, sino de voluntad para liderar con ideas claras.

Asimismo, puntualizaba la cada vez mayor dificultad de los países desarrollados que enfrentaban serios desafíos en la política, la economía y su impacto social. Hoy observamos como las crisis en Chile y Colombia se profundizan, a Europa racionando la energía o como en los Estados Unidos se busca combatir la inflación con más gasto público. 

Por otro lado, aquí y pese al Gobierno con sus malas políticas, la economía se mueve. Según los datos más actuales del Indec, los salarios del sector privado registrado crecieron un 68,3% interanual a junio contra una inflación del 64%. Y medidos en moneda real también, ya que el valor del dólar libre subió un 60% promedio en el último año

Dentro de los ingresos de la población, el dato que mas resalta es que los salarios del empleo informal subieron 58% interanual. Están por debajo de la inflación, sí. Pero hasta enero la suba fue del 38%. Esto es que hay una aceleración mayor en la creación de empleo no registrado que es el que está haciendo caer la tasa de desocupación. 

El país del AMBA

Desde ya que, si tomamos la agenda cotidiana del país marcada por la clase dirigente en general, la situación no evidencia signos de mejora. Políticos desconectados de la realidad, planteos absurdos sobre como hacer funcionar la economía, empresarios que siguen a la búsqueda de rentas públicas aseguradas, extorsiones y condicionamientos de los “movimientos sociales” o de los sindicatos más combativos. Situaciones irritantes sin dudas.

El lugar común nos impone el diagnóstico de la grieta como origen de los problemas. Pero ¿hay una grieta, en tanto posiciones conceptuales diferentes bien identificables? En realidad, pareciera existir una especie de negocio del griterío televisivo permanente que destruye toda discusión de ideas y posiciones legitimas que cada actor político debe tener.

Por supuesto, el público destinatario es el que decide quien gana elecciones, atento la Capital y el Conurbano concentran el 38% de la población y es allí donde las decisiones de los gobiernos tienen mayor influencia. El gasto estatal de impacto directo -subsidios, planes, tarjetas alimentarias- es, por ende, el factor que define la puja política. 

pareciera existir una especie de negocio del griterío televisivo permanente que destruye toda discusión de ideas y posiciones legitimas 

Pero ello no refleja a lo que, podríamos denominar “el país que no miramos”. Alejados de los centros urbanos, se encuentra la verdadera generación de riqueza en forma constante, con una mentalidad de arraigo y producción que no está dispuesta a dejar de trabajar. La cuestión concreta es que no conocen otra forma de vida que la desarrollada hasta ahora. Es su tierra y forman una comunidad interdependiente de la cual son una parte importante. No están pendientes de la política y sus agendas de corto plazo.

Provincias como “países” independientes

En los últimos años, y explicado en base al fenómeno anterior, se ha consolidado una realidad que muestra a muchas provincias como países en si mismos. Influenciados por mayor actividad económica agro-industrial ligada al comercio exterior o inversiones en commodities como el petróleo, gas, litio, cobre, y la plata, hay regiones de la Argentina que muestran una gran divergencia con el AMBA.

Basta conocer los relatos que nos dicen que la influencia de riqueza por Vaca Muerta en Neuquén hace que se le parezca a la fiebre del oro negro en Texas o un seudo emirato árabe. Observar también desde San Juan hasta Jujuy como la actividad económica florece por las inversiones en minería junto a la reactivación del turismo con mucha influencia del ingreso genuino de divisas por parte de los extranjeros en todo el territorio del país.  

O como todo el entramado de empresas, cooperativas y emprendimientos ligados a la cuenca lechera en Santa Fe u otros como el alto valle frutihortícola en Rio Negro, los bio-combustibles y el maní en Córdoba o la expansión de la industria del vino en Cuyo, contribuyen a generar más riqueza e innovación en base a colaboraciones público-privadas (universidades, científicos, inversores, start-ups) que vistas desde Buenos Aires lucen sorprendentes.

Aún con mucho empleo público y burocracia que representa más del 50% del trabajo registrado en varias de ellas, la mayoría de las provincias hoy tienen resuelta la cuestión fiscal. La excepción de San Luis hace veinte años como una isla de orden financiero ya no es tal. El problema macro, no casualmente, es de la Administración Nacional.

Esquemas agotados vs. sociedad pujante

Todo ello parece confirmar, más allá de situaciones coyunturales difíciles para gran parte de la población, que los problemas de la Argentina pueden tener una vía de solución o mejor resolución de lo que se piensa. Si, eso mismo. Claro esta que para que ello se consolide, hay que indagar en las razones que lo justifiquen. 

Los políticos y su dependencia del Estado para ejercer sus influencias se concentran en juegos aislados de las preocupaciones de la gente

Si bien es cierto que los perjuicios de la “grieta” han sido muchos, el daño parece haberse visto, al menos, contenido. Opera hoy en la realidad política un bloqueo de accionar que justamente impide causar un mayor deterioro estructural. Esto se refleja en paridades legislativas y agendas muy intensas de ambos lados que condicionan las posturas electorales. 

Los políticos y su dependencia del Estado para ejercer sus influencias se concentran en juegos aislados de las preocupaciones de la gente. Ello puede ser negativo para quienes piensan que las soluciones deben venir de la clase dirigente. Pero siendo que muchos perjuicios han venido de aquella, quizás que continúen con sus prioridades no sería tan malo.

Es un escenario con semejanzas a lo que sucede en Perú. Allí ocurren todo tipo de crisis político-institucionales desde los tiempos de Fujimori. Cuatro presidentes en los últimos cinco años pero con ningún impacto trasladado a la sociedad como agendas condicionantes del funcionamiento del país. La política va por un lado; la economía, por otro.

¿Casualidad? Perú es desde hace treinta años el país que más creció en América Latina y ha sufrido solamente dos recesiones (1999 y 2020, ambas por crisis externas). Estabilidad, crecimiento, menos pobreza. Allí es central el rol que juega la economía informal, un 75% del total ocupado, permitiendo mayores flujos y movimientos de los factores productivos. 

En Argentina, mientras siguen los discursos sin contenido y protestas permanentes, ya se confirma que, dentro de la población ocupada en relación de dependencia del sector privado, el trabajador informal supera al registrado. Es un fenómeno novedoso para esquemas planteados, por ejemplo, desde la CGT y sus proclamas de “defensa del movimiento obrero”.

¿Será que estamos asistiendo a cambios de facto en materia laboral impulsados desde el propio sector privado que demanda empleo y lo contrata en la modalidad que puede? ¿No evidencia ello la vigencia de paradigmas que van fuera del pensamiento común de la clase dirigente y la necesidad de lograr “acuerdos básicos”? La propia dinámica económica y las oportunidades de crecimiento, ¿no invalidan los pedidos de trabajo de quienes organizan los cortes de calle permanentes o a quienes piden un “salario social básico”? 

La política tiene entonces el desafío de comprender y adaptarse. Pero si no puede o no quiere no será determinante para el país. Sobre esa realidad es que la sociedad civil (empresas, trabajadores, organizaciones no gubernamentales, asociaciones), a pesar de los obstáculos cotidianos, buscará seguir creciendo, desarrollándose y proyectar su futuro. 

No están esperando un consenso entre actores puntuales que guie la salida de la crisis. Saben que los cambios no se generan desde los gobernantes. Separada de las agendas lejanas de la política, será la realidad (¿para bien?) las que los va impulsando.

 

Agustín Jaureguiberry es politólogo, magister en Estudios Internacionales y máster en Políticas Públicas.

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