El curioso logro que deja el último acto de Alberto Fernández como presidente
Alberto Fernández se despide cuestionado por propios y ajenos. Su gestión se cierra de forma opaca. Sin embargo, el recambio presidencial de hoy lo equipara a Carlos Menem.
La historia institucional argentina está marcada por la inestabilidad política. Desde el golpe militar de 1930 hasta 1983, las interrupciones a los procesos democráticos fueron una constante y aún en los últimos 40 años no todos los gobiernos terminaron su mandato en tiempo y forma, como sucedió con la presidencia de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa que, en este último caso, desembocó en una sucesión de asunciones y renuncias meteóricas. Esta accidentada realidad provocó hechos que marcaron la vida cívica del país.
Por ejemplo, con la presidencia de Mauricio Macri se puso fin a un período de 91 años sin ver a un Gobierno que no fuera peronista terminar su mandato en la fecha prevista. Obviamente, el peronismo no tiene tantos años de vida, pero vale la comparación más allá de este detalle cronológico porque entre 1928 -la finalización de la presidencia de Marcelo T de Alvear- y 1946 también se vivió una época de interrupciones institucionales.
Entre tantas turbulencias, los traspasos de poder merecen una mención especial. Son contadas las veces en que un presidente elegido por el voto popular le entregó los atributos a otro en los plazos previstos en la Constitución. En algunos casos, porque el mandatario se sucedió a si mismo o porque no concluyó su mandato o, simplemente, porque no quiso.
Después del día en que Hipólito Yrigoyen recibió el bastón presidencial de manos de Alvear, el otro presidente que terminó un mandato fue Juan Domingo Perón, en 1952, que fue reelegido. El derrocamiento, en 1955, inició una larga etapa de traspasos accidentados. Ni Arturo Frondizi, ni Arturo Illia pudieron protagonizar esa ceremonia por el final abrupto de sus presidencias.
Tampoco en los 70 se vivió esa ceremonia.
Héctor J Cámpora tuvo una breve presidencia, Perón murió a poco más de un año de haber asumido e Isabel Martínez fue desplazada de su cargo por la dictadura de Jorge Rafael Videla.
Recién en 1989, Alfonsín tuvo la oportunidad de entregar los atributos a su sucesor, aunque antes del tiempo previsto.
Fue Carlos Menem, después de dos mandatos, el que alcanzó a cerrar ese largo paréntesis de fracasos al ceder el bastón a De la Rúa en la fecha prevista.
No sólo eso. Hubo un hecho inédito. A fines de 1999 se convirtió en el primer y único presidente peronista que le ponía la banda presidencial a un mandatario electo de otro partido. Como se mencionó, Perón se sucedió a sí mismo y luego el movimiento justicialista fue proscripto por casi 20 años.
Néstor Kirchner terminó el mandato en el tiempo legal, pero le cedió el bastón y la banda a su mujer, Cristina Fernández de Kirchner, de la misma fuerza política.
Ella podría haber emulado a Menem, en 2015, al asumir Mauricio Macri, pero decidió no hacerlo y fue Federico Pinedo el intermediario para la entrega de los símbolos de poder.
El destino no le guardó a Alberto Fernández una presidencia exitosa. Los últimos cuatro años, más allá de los argumentos que él mismo enumera para justificar los numerosos tropiezos de su gestión, no quedarán en el recuerdo como un tiempo a añorar. Sin embargo, en su último acto como presidente, al entregar hoy el bastón de mando a Javier Milei, equiparará a Menem y se convertirá en el segundo presidente peronista en traspasar el mando a un opositor. Es el premio consuelo que le reserva la historia con esta foto nada usual, como la de una figurita difícil en el álbum de la traumática historia argentina.

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