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Anita se fue: el Mendoexit forzoso ya tiene su primera víctima

Desde niña luchó, pero no pudo salir del laberinto maze en el que estaba inserta. La ayuda que no llegó, las posibilidades que no aparecen. La historia de una joven que dejó la provincia por ser pobre.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 25 de abril de 2021 · 10:33 hs
Anita se fue: el Mendoexit forzoso ya tiene su primera víctima

Desempleo, puertas que se cierran. Robos y acoso constante. “Nos tenemos que encerrar todo el día”.  Como si fuera un laberinto maze, la vida de Anita está plagada de obstáculos y caminos sin salida. Es una sobreviviente y por eso optó por lo que le quedaba: es la primera mendocina que se acogió al “Mendoexit”, pero al revés de lo que piensan quienes promueven esa consiga. Es una de las expulsadas de Mendoza por pobre.

En su historia están las marcas del fracaso mendocino. El fracaso para generar riqueza, empleo y desarrollo. Anita, como ya contó MDZ, vivió en la calle cuando era niña. Fue parte de un grupo que creció con la sensación de caminar en la cornisa. Hoy muchos de sus compañeros de la calle están muertos. Ella intentó construir otra cosa. “No quiero repetir la historia”, decía con dolor cuando contaba que como estrategia había salido a vender a la calle con sus hijos.

En el año 2004 Anita se hizo conocida. Tanto que el gobernador la adoptó como ahijada testimonial. “Cobos era mi padrino”, recuerda. Había estado en el hogar Puente Afectivo, donde la pasó mucho peor de lo que se contó, y la visibilidad de su caso y el de otros niños activó un reflejo que la política mantiene despierto: la demagogia.

Se enamoró y la abandonaron. Tuvo tres hijos y peleó para no repetir la historia. Se hizo cargo de sobrinos y vivió en Mendoza en un lugar espantoso, montado sobre basura y con la violencia como ley. Tenía domicilio en Capital y vivía en Las Heras. Apenas a unas cuadras de la que era su casa está el Centro Conin. Es decir: las supuestas redes para atender casos de emergencia estaban allí, pero sin nadie que las gestione. Ni el Estado ni alguna organización agilizan. Ni ella ni sus hijas pudieron acceder en Mendoza a necesidades esenciales.   

La respuesta rápida de quienes abren puertas, y que también recibió Anita, es automática: un bolsón de comida. Esa es la ayuda. También se hizo carne en quienes planifican las políticas sociales. En 2002, cuando los estados tuvieron que comenzar a responder a la emergencia social, se armaron estrategias de asistencia. Lo único que cambió desde ese año es el volumen: hoy se dan muchos más “bolsones de comida” que antes, se reparte más mercadería y cada gestión de gobierno lo menciona como logro. Sea oficialismo u oposición, los recorridos para el asistencialismo son parte de la agenda. Es irritante ver las postales de dirigentes del radicalismo y de La Cámpora por igual sacándose fotos en barrios pobres como quien visita un zoológico.

Hay un dato conceptual que es curioso. En las dos últimas gestiones de gobierno el partido gobernante tercerizó las dos principales políticas sociales. Alfredo Cornejo y Rodolfo Suarez no tenían en sus equipos chicos referentes de peso en Desarrollo Social y Educación. Por eso el grupo formado por Barrios de Pie y Libres del Sur maneja el área social y educación estuvo y está a cargo de “outsiders” de la política. Esto no habla mal de quienes se hicieron cargo de esas áreas (Correas y Thomas en educación por ejemplo) ni mucho menos. Pero es llamativo que el partido de gobierno no tenga equipos propios allí. La tercera pata para salir de la situación dramática es quizá la más importante. Sin generar empleo no hay posibilidad de salir de la pobreza.

Mendoza no alcanza para todos los mendocinos. Sabemos de memoria que el 44 por ciento de la población vive en condiciones de pobreza, pero para un tercio de toda la población las carencias son estructurales. Y 6 de cada 10 niños viven en esas condiciones.

La elección

Los hijos de Ana siempre fueron a la escuela, al menos cuando podían: se prestaban las zapatillas para ir, aún cuando el par que tenían era tres números más grande. Era el mejor lugar en el que podían estar. Por más anuncios que se hagan, no hay forma de tomar clases virtuales en las condiciones en las que viven muchos niños mendocinos. Hacinados, sin recursos tecnológicos, sin espacio propio ni intimidad. Un teléfono para toda la familia y una pequeña fortuna por mes en cargar tarjetas de crédito para poder bajar las tareas. Imposible. 

En el camino de ida y vuelta a la escuela les robaron varias veces. Como le ocurre a decenas de miles de mujeres jóvenes de Mendoza,  Anita no conseguía trabajo estable. Pero el problema más grave no era la pobreza económica. La violencia y la amenaza permanente eran insostenibles. Si la inseguridad golpea en un barrio de clase media por los robos, en las zonas más marginadas de la provincia es mucho peor. 

Por eso se hartó. No había chances de esperar semanas, meses y años para que se vea la luz al final del laberinto. Anita es una sobreviviente ya está en San Juan, en una zona casi igual de precaria "pero más tranquila". No va a molestar más a comensales en los bares, a vecinos violentos, a periodistas flojos, a políticos indolentes. Anita se fue.

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