Análisis

Para Suarez, el futuro siempre puede ser peor

Serán semanas decisivas para la actual administración, con la puja por Portezuelo del Viento y ante el hecho histórico de que Mendoza entrará el jueves en default. El equilibrio que debe hacer el gobernador frente a la presencia cada vez más fuerte de Alfredo Cornejo en los asuntos domésticos.

Marcelo Arce
Marcelo Arce domingo, 14 de junio de 2020 · 11:03 hs
Para Suarez, el futuro siempre puede ser peor

A pesar de que quizás lo peor de la pandemia del coronavirus pudo haber pasado, para Rodolfo Suarez siempre puede haber un futuro peor. Ni aún en la peor de sus pesadillas el gobernador soñó que, al cumplir seis meses de gestión, iba a verse obligado a enfrentar asuntos de gobierno de tal relevancia que le podrían terminar marcando para bien o para mal el camino tanto a su gestión como a la provincia.

Esta segunda fase de lo que constituye la tercera etapa de gobiernos radicales en Mendoza tras el regreso de la Democracia, está signada por una característica: prácticamente todas las líneas de gobierno se están todavía acomodando a una forma de conducción totalmente distinta a la que estableció Alfredo Cornejo y le suman a eso que deben hacerlo además administrando la crisis fenomenal que desató el Covid-19 y que todavía no mostró sus alcances.



Los matices entre el exgobernador y su sucesor son varios y está bien que así sea: el actual mandatario llegó para establecer una impronta mucho menos confrontativa, más abierta al diálogo, centrada en la gestión más que en la rosca política y con otro ritmo de trabajo, además. Pero Suarez es un gobernador sin proyecto de poder y eso lo sienten los funcionarios que provienen de antes y que son mayoría dentro de la administración actual. Eso es lo que ya advirtió Cornejo quien, ante ese vacío, salió a ocupar casilleros con el riesgo que ello implica para quien hoy conduce la provincia.

Para Cornejo lo que está en juego es la continuidad de un proyecto político para la UCR en Mendoza, similar al que logró establecer José Octavio Bordón para el peronismo en la década de los 90. Y en ese combo viene incluida una proyección nacional, similar a la que intentó el Pilo en 1995 cuando llegó hasta una candidatura presidencial.

Pero los planes a veces cambian forzosamente. El diputado nacional sigue adelante con su construcción nacional aunque con más dificultades de las esperadas inicialmente. Cuando se fue de la gobernación apuntó a convertirse en jefe de bloque de Juntos por el Cambio para tener relevancia en el Congreso y no consiguió los suficientes respaldos internos. Ahora camina como león enjaulado por su casa: la cuarentena lo aisló de la discusión en Buenos Aires e intenta desde Twitter y a través de Zoom que no lo corran del juego de las grandes ligas. Y a veces lo logra.

Mendoza entrará el jueves de esta semana en default por primera vez en años. Ya está claro que, si bien el proceso de la reestructuración de la deuda de U$S 500 millones tomada en 2016 ya comenzó, no se llegará a tiempo para pagar el vencimiento de U$S 25 millones que operó el 18 de mayo y que había sido postergado por el ministerio de Hacienda para el próximo 18 de junio.

La provincia le hizo a sus bonistas una oferta bastante agresiva que fue rechazada: en términos generales Mendoza no pretende aplicar una quita de capital, pero propuso pagar su deuda a más largo plazo (el vencimiento de 2024 patearlo para 2029) y a una menor tasa (del 8% al 4% anual). Para llegar a un acuerdo, se necesita al menos del 75% de aceptación de los acreedores para lograr imponer la nueva modalidad de pago a lo que no ingresen, aunque también existe la alternativa de que con el 51% de acuerdo se termine procediendo a un canje, a la emisión de un nuevo bono y que los que no acepten vayan a juicio.

El camino, claro está, es cerrar el tema a través de la primera de esas alternativas. Pero el recorrido es difícil porque existe en esta renegociación una gran atomización entre los que tomaron deuda mendocina y el punto clave de la discusión por estos días es que existe rechazo a uno de los dos argumentos fuertes que está brindando el gobierno para decir que no puede pagar. Sobre la mesa se expuso que, por un lado, la crisis del Covid 19 desplomó los ingresos a un nivel de los $10.000 millones en los últimos tres meses. Y por el otro, se explicó que la Argentina no crecerá en los próximos años y que se hará imposible proyectar pagos tal cual estaban previstos. 

¿Qué reclaman los bonistas? Comprenden la situación generada por el coronavirus, pero no aceptan el pronóstico de los problemas económicos a futuro del país. En otros términos acceden a que la provincia reformule los pagos de corto plazo, pero pretenden que no se modifiquen el resto de los vencimientos que operarán más extendidos en el tiempo.

Para el gobierno este último punto es clave: hasta el año 2022 los pagos por los intereses del bono rondan los U$S 50 millones anuales, pero dentro de dos años se registrarán vencimientos de capital por U$S 166 millones (más el pago de los intereses correspondientes) que se harán imposibles de afrontar si, como se calcula asimismo, obtener financiamiento en dólares para poder hacer el roll over de esa deuda será difícil.  

Otro desafío central para el gobernador será conseguir que Portezuelo del Viento avance y adjudicar la obra antes de que termine el 2020. Pero para eso deberá sortear la traba más compleja y es la decisión política ya expresada por Alberto Fernández de frenar el financiamiento hasta que haya acuerdo entre las cinco provincias, La Pampa fundamentalmente, que integran el comité de cuenca del rio Colorado.

Mendoza está preparando una batería de argumentaciones legales y el armado de un frente político interno para ratificar, en las reuniones que comenzarán el próximo día 26, su postura de que todo lo que el presidente dispuso que se discuta ahora en el marco del Comité Interjurisdiccional del Colorado ya es cosa juzgada. En este punto, los papeles de la provincia están al día. Pero eso no bastará para ganar la pulseada y es muy factible que se pierda la votación de los gobernadores que integran el COIRCO, así como también es altamente probable que en consecuencia sea el presidente quien termine laudando siguiendo el mecanismo de la forma en que se adoptan las decisiones dentro de ese organismo.

Suarez podría optar por reclamar los U$S 1.023 millones que le adeuda la Nación y dedicarlos a otro tipo de obras públicas que no sean en definitiva la represa largamente proyectada para el  Sur. Pero no es el objetivo. El plan es conseguir hacer Portezuelo porque la urgencia de la crisis así lo exige, por la forma en que la construcción de ese dique movilizará a la economía y cómo podrá generar más de 10.000 puestos de trabajo en el futuro inmediato.

Ahora bien. Nadie sabe cuál será el resultado de esta disputa y más aún si, como se preve, Mendoza irá a ese partido con argumentaciones técnicas cuando a todas luces el conflicto es político. Será como pretender aplicar otro reglamento en el juego. Eso quedó en claro el mismo día de la extraña convocatoria al acuerdo la que hizo el presidente cuando anunció lo que anunció. Primero pateó el tablero y después, sin siquiera observar algunas deficiencias de su posición técnica, llamó al acuerdo entre provincias.

¿A quién estuvo dirigido también en cierta forma, si no fue para Cornejo, el cachetazo de Portezuelo del Viento que pegó Alberto? Ese es otro de los problemas que afronta el gobernador, que no puede resolver cómo manejarse en una situación de extrema dependencia financiera de la Casa Rosada mientras hace equilibrio ante las ambiciones políticas de quien lo depositó en gobernación.

Hace semanas que el gobernador pregunta todos los días si ya salió el préstamo de $5.000 millones que solicitó al Fondo Fiduciaro para el Desarrollo Provincial  que está dentro del cronograma de asistencia de la Nación para las provincias por la pandemia. Córdoba, Entre Ríos, Chaco, Chubut, Entre Ríos, Neuquén y otras ya tiene aprobadas sus carpetas. Mendoza nada todavía.

En este escenario la presencia de Cornejo en los asuntos domésticos es fuerte. Si la situación no estalla es porque el ex no quiere repetir los errores de 2007, cuando la interna feroz entre Julio Cobos y Roberto Iglesias terminó habilitando el regreso del PJ al poder. Pero tampoco explota (y muy posiblemente nunca lo haga) porque Suarez no pretende dar la pelea. Lo dicho: Cobos desarrolló, apalancado por Cornejo en aquella oportunidad, un proyecto político personal que a este gobernador no le interesa repetir ahora. 

Lo que quiere Suarez, y así se lo ha dicho a varios en privado, es terminar lo mejor que pueda su mandato y volverse a su estudio de abogado. Esta necesidad la tiene, aunque todavía le falten la eternidad de tres años y medio de gobierno.

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