Historia criminal

Asesinaba a sus víctimas y usaba la carne humana en postres y jabones

En el mejor de los casos, les ofrecía un vaso de vino con somníferos y, mientras dormían, las asesinaba con hachas. Además, a una de ellas la descuartizó viva. Luego, cortaba los cadáveres en partes y guardaba la sangre en un recipiente.

Ángeles Balderrama
Ángeles Balderrama domingo, 12 de diciembre de 2021 · 07:10 hs
Asesinaba a sus víctimas y usaba la carne humana en postres y jabones
La mujer fue sentenciada a 30 años de prisión y 3 años en un asilo para criminales

Casi todos los datos que se saben sobre Leonarda Cianciulli provienen de su memorial llamado "Confesiones de un alma amargada". Sin embargo, hasta el día de hoy no se sabe si ese documento fue escrito por ella o por sus abogados, quienes trataron de defenderla de la mejor manera que pudieron. 

Leonarda nació el 14 de noviembre de 1893 en Montella, un pequeño pueblo ubicado en la Provincia de Avellino, en Italia. Era la sexta hija de la unión entre Mariano Cianciulli, de profesión ganadero, y Serafina Marano, una mujer que enviudó temprano. 

Aunque parecía poseer una buena infancia, en su juventud intentó suicidarse dos veces: "una vez llegaron a tiempo para salvarme y en la otra se rompió la soga. Comí pedazos de vidrio y no pasó nada", remarcan sus memorias.

Con 23 años se casó con un empleado de oficina llamado Raffaele Pansardi, pero sus padres no aprobaron el matrimonio ya que querían que se casara con otro hombre. Desde allí, su vida se convirtió en oscuridad. Leonarda afirmó que su madre la maldijo y le deseó una vida llena de sufrimiento, la misma lectura que años antes le dio una gitana: "te casarás, tendrás hijos, pero todos morirán".

La mujer tuvo una vida vinculada a la magia.

La predicción se cumplió: sus primeros 13 embarazos terminaron en 3 abortos espontáneos y 10 bebés muertos en la cuna. Por este motivo, buscó a una bruja de la zona que le permitió concebir a un niño y luego a otros tres más. "Casi todas las noches soñaba con los ataúdes blancos, tragados uno tras otro por la tierra negra. Por eso estudié magia, leí los libros que hablan de quiromancia, astronomía, hechizos, billetes, espiritismo: quería aprender todo sobre hechizos para poder neutralizarlos", explicó en sus memorias.

La pareja se mudó a la ciudad de Pansardi, Lauria, en 1921 y, años más tarde, fue encarcelada por fraude. Cuando logró salir de la cárcel se mudó a Lacedonia, pero su casa fue destruida por un terremoto en 1930. Bajo esa situación, se volvieron a mudar a Correggio, lugar en el que Leonarda abrió una pequeña tienda de ropa y muebles, que además ofrecía servicios de quiromancia y astrología.

Ese trabajo le permitió recibir en su casa a muchas personas que se divertían con anécdotas y comían los postres dulces que cocinaba. Sin embargo, a menudo recibía a tres mujeres solas, insatisfechas con la rutina del campo y deseosas de continuar su vida en otro lugar. 

Las macabras muertes

En 1939, Leonarda se enteró de que su hijo mayor, Guiseppe, se había alistado en el ejército italiano para prepararse para la Segunda Guerra Mundial. Luego de pensarlo un poco, llegó a la conclusión de que la vida de su hijo requería sacrificios humanos. Los asesinatos tuvieron lugar entre 1939 y 1940, y sus víctimas fueron tres clientas suyas de mediana edad.

La primera de las víctimas fue Faustina Setti, una soltera que acudió a Leonarda para que la ayudara a encontrar marido. La consultada la emocionó explicándole que existía un posible candidato, pero le pidió que mantuviera todo en secreto. También le pidió que escribiera cartas para sus amigos y familiares que ella (Leonarda) mandaría cuando llegara el enamorado, para que se supieran que estaba bien.

"Las convirtió en jabón" dice el cartel que muestra a las tres mujeres asesinadas por Leonarda.

El día que la mujer se preparaba para ir junto a su posible pareja, Faustina visitó a Leonarda, quien le ofreció un vaso de vino con somníferos. Mientras dormía, la asesinó con un hacha y escondió el cadáver en un armario. Cortó el cuerpo en partes y guardó la sangre en un recipiente. Con la carne hizo jabón y con la sangre hizo un pastel que ofrecía a las mujeres que iban a visitarla. 

Francesca Soavi fue la segunda víctima. En este caso, Leonarda le dijo que le había encontrado un puesto de trabajo como maestra en una escuela para niñas. También le pidió que escribiera cartas para sus conocidos. Soavi fue a visitarla el día que se marchaba, pero fue descuartizada viva.

En tanto, la última víctima de Leonarda fue Virginia Cacioppo, quien fue engañada con un trabajo, pero esta vez como secretaria para un misterioso empresario en Florencia. A la joven también le dijo que no le hablara a nadie sobre el empleo. Cuando fue a visitarla, le hizo probar el mismo vino con estupefaciente que a Faustina Setti y la asesinó.

La condena de la jabonera de Correggio

La cuñada de su última víctima empezó a sospechar de la desaparición de Virginia ya que la última vez que la vio fue entrando a la casa de Leonarda. Por esta razón, le contó sus sospechas al superintendente de la Policía de la localidad de Reggio Emilia, quien abrió una investigación y arrestó a la mujer poco tiempo después.

Leonarda durante la investigación.

Leonarda Cianciulli no confesó los crímenes hasta que su hijo Giuseppe comenzó a parecer sospechoso de las muertes. Allí fue cuando la mujer aceptó la culpa y dio todos los detalles posibles para demostrar la inocencia de su hijo.

La mujer fue declarada culpable de los asesinatos y la sentenciaron a 30 años de prisión y 3 años en un asilo para criminales.

Cianciulli murió en un asilo criminal para mujeres en Pozzuli el 15 de octubre de 1970. Varias pruebas del caso, entre ellas el caldero donde cocía a las víctimas, están expuestas en el museo del crimen de Roma.

Hachas, cuchillos y martillos son algunos de los elementos que utilizaba para asesinar a sus víctimas.

 

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