Crímenes eran los de antes

Por qué se apuñalaba la gente hace 150 años: un caso ejemplar

Se tiende a pensar que la sociedad de antes era más tranquila. Pero basta revisar la Historia para comprobar que no es tan así. Tal vez hoy haya más crímenes, pero hace un siglo también existían asesinatos, peleas y puteadas. Aquí, un homicidio rescatado desde el fondo del archivo policial.

Facundo García
Facundo García domingo, 8 de agosto de 2021 · 13:25 hs
Por qué se apuñalaba la gente hace 150 años: un caso ejemplar
Francisco y Pedro Guerri intentaron matar al presidente Sarmiento y así fueron retratados en la Revista Criminal, donde se publicó la historia referida en esta nota

Los habitantes de este impredecible siglo XXI tienden a creer que hace un siglo el mundo era un remanso de paz. Error. Con sólo revisar los archivos se descubre que los degüellos, violaciones y peleas son asunto de larga data. Joaquín Martínez era español. Tenía una talabartería en calle Piedad, entre Junín y Andes, en la Ciudad de Buenos Aires. El 1 de diciembre de 1872, un muchacho que le servía como ayudante, Máximo Ledezma, cayó con un amigo que aspiraba a trabajar en el taller. El joven era Aurelio Pérez (18), "bajo de estatura y de tez trigueña", según consignaron más tarde los partes policiales

Y Aurelio arrancó en el empleo. Pero al día siguiente empezaron los problemas. Martínez, el patrón, dijo que no le iba a pagar el dinero que habían convenido: en lugar de 40 pesos diarios le daría 35. Hubo protestas e insultos, pero al final el adolescente se fue con lo que le daban. Aquella noche, Martínez se volvió a cruzar con los dos amigos y les pidió disculpas, explicando que la pelea había tenido que ver con su afición al alcohol.

—Vente mañana temprano otra vez al trabajo. Si no estoy, te dejaré la llave en la ventana— explicó el patrón, arrepentido. 

Hechas las paces, Pérez se presentó en el taller al otro día a las 5 de la mañana. Martínez no estaba, y tampoco le había dejado la llave. El chico esperó nada menos que seis horas, mientras el sol salía, la ciudad se iba activando y la calentura del pibe renacía "con la odiosidad que un doble engaño debía producirle".

El muchacho se paró de manos con la fiesta y la inocencia del coraje

Pasadas las 11 apareció Martínez. Un colega de hace un siglo relató que el chico, ya cansado de espera, le dijo: "¿Qué bien ha hecho al llevarse la llave, haciéndome perder medio día?". "No me dio la gana de dejarla", le respondió el talabartero, quizá borracho otra vez, y desenfundó un cuchillo. El muchacho, sin achicarse, se le paró de manos "con la fiesta y la inocencia del coraje", pero le dijo que se fueran "para las quintas", donde podrían matarse tranquilos.

Martínez creyó que el muchachito le tenía miedo, y entonces lo provocó: "Tome este cuchillo, que para usted no lo necesito". El pibe no sólo le recibió el cuchillo, sino que lo mató a puñaladas.

Pérez escapó, y no volvió a aparecer en esta historia ni en ninguna otra. Desde los confines del tiempo nos llega el remate de la crónica que alguien escribió al mes siguiente: "La Justicia no pudo ejercer su acción sobre la cabeza del malvado. El asesinato quedó impune. La sociedad, agraviada".

El caso figura en el primer ejemplar de Revista Criminal, que sacó diez números entre enero y octubre de 1873. La dirigía un policía, Pedro Bourel, y fue un intento de plasmar en papel los hechos de sangre que se multiplicaban en una Buenos Aires que crecía sin freno.

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