Crítica

Vendimia para Todxs: Lizy, la gran remadora de un show interminable

Con un espectáculo que se estiró durante más de dos horas, esta vez la solemnidad se impuso sobre el divertimento y el glamour. Salvando algunos cuadros musicales, fue Lizy Tagliani la gran responsable de sostener el interés de una propuesta errante.

domingo, 17 de marzo de 2019 · 20:51 hs

Con la premisa de homenajear al legendario Leonardo da Vinci, al cumplirse 500 años de su muerte, el guionista y director Germán Luque trazó un espectáculo bienintencionado, con algunos momentos de lucimiento de la puesta en escena, intercalados con otros de una impronta entre didáctica y escolar. La idea de bucear en el multifacético universo del gran pintor, escultor, escritor, arquitecto, filósofo, músico, científico, anatomista, paleontólogo, y unas cuantas cosas más, contiene el interesante aditivo de que el ícono del Renacimiento italiano mantuvo su vida privada en secreto; aunque a lo largo de siglos fueron saliendo a la luz detalles de sus relaciones con al menos un par de discípulos. A la vez, en algunas de sus obras más célebres se mostró como un creador de avanzada, esbozando un marcado concepto de androginia.

Sin dudas, todo este andamiaje hubiera encontrado mayor contención en un escenario teatral, pero los creadores de Vendimia para Todxs decidieron correr el riesgo de concebir un espectáculo con un pie puesto en el arte renacentista y otro en una vibrante estética pop. Por momentos, el desafío estuvo cumplido, pero en términos generales la puesta se estiró más de lo prudente. Los únicos shows que pueden exceder las dos horas en estadios en los que gran parte del público permanece de pie, son los recitales, porque los asistentes mantienen sus cuerpos en acción bailando, en una suerte de interacción con lo que sucede en el escenario.

En cambio, la propuesta presentada en el Arena Maipú Stadium este sábado arrancó de la peor manera, con una innecesaria apertura a cargo de Moria Casán. A esta altura, su discurso autorreferencial, con muletillas que ha repetido hasta el hartazgo; ya no causa impacto alguno. Su performance en la previa del espectáculo, jugando con los strippers que la secundaron, fue paupérrima. Pero rápidamente, el bache de su presencia se vio subsanado con el ingreso de una verdadera artista en escena: Lizy Tagliani.

Lizy Tagliani y una descollante conducción de vendimia para todxs

La estrella trans que ha ganado enorme popularidad a puro motor de carisma y talento, fue capaz de cargarse todo el show en sus hombros. Abrió con un monólogo tan cálido como divertido, en el que conectó vivencias de su infancia con su presente. Y luego, a lo largo de más de dos horas intercaló con total solvencia introducciones de cuadros musicales, anuncios publicitarios y presentaciones de aspirantes a la corona. Con una memoria entrenada, y apoyándose en pocas ocasiones en los textos que tenía impresos en unas hojas, Lizy se desplazó con gracia sobre el escenario, sin necesidad de caer en la permanente arenga del público ni sobreactuar un estridente tono de euforia. Por momentos, estableció con los espectadores un clima de confidencia cercano a la intimidad de una sala de teatro, o la proximidad de un programa de televisión. La show woman entró en sintonía con algunos sensibles pasajes escritos por Germán Luque, que logró insertar en un ámbito tan enorme como el de un estadio.

Con el apoyo de poco más de una veintena de artistas, unas visuales en pantalla que este año lucieron más esmeradas que en anteriores ediciones, un logrado trabajo de vestuario, y una escenografía que no estuvo a la altura de las pretensiones de esta puesta; Tagliani se las ingenió para sostener el interés de un público que paulatinamente fue sentándose, o acostándose, en el campo del Arena Maipú. Los cuadros musicales tuvieron un resultado desparejo, con algunos destellos de interés, entre los que se puede destacar la inclusión de Johana Quinteros, la cantante mendocina que se hizo famosa a nivel nacional por su participación en Operación Triunfo, y que aquí personificó a La Gioconda en un aplaudido momento del show. Paradójicamente, el cuadro que alcanzó mayor nivel integral, estuvo muy vagamente conectado con el eje argumental dedicado a Leonardo da Vinci, y consistió en un homenaje a las glorias del cine italiano. Ese fragmento contó con un inspirado ensamble de todos los elementos de la puesta, y a diferencia de bloques anteriores se hizo disfrutable más allá de que transcurrió durante una canción completa. Sin dudas, uno de los principales desaciertos de este espectáculo craneado por Luque consistió en la idea estirar las instancias musicales con temas enteros o casi sin editar.

En síntesis, cierto lastre de solemnidad y pretensión atentó en esta oportunidad contra un espectáculo que ha logrado resultados más brillantes yendo por la vía del divertimento y el glamour drag. Sin dudas, esta fue una propuesta demasiado señorial que no encontró empatía con gran parte del público presente, sobre todo del segmento más joven. Recuperar el brillo y la gracia con un show compacto que no se extienda más de una hora, podría ser el gran desafío de la próxima Vendimia para Todxs.