Qué es el "chineo", la aberrante práctica de abuso contra niñas y mujeres aborígenes
Las comunidades Mapuche, Pilagá, Qom y Wichí, entre otras, padecen violaciones desde hace siglos. La práctica de marcar los cuerpos de las niñas originarias sigue en pie, y una campaña denuncia estos delitos que se perpetran lejos de la ciudad. Detalles de un crimen racista, machista y de clase.
El chineo es una vieja "tradición" en Sudamérica. Consiste en violar el cuerpo de las llamadas chinitas: las mujeres de pueblos originarios, especialmente las niñas. Es una práctica -supuestamente "de iniciación"- que comenzó por los invasores españoles y heredaron los criollos. En cualquier caso, se trata de someter a los cuerpos que, en su estado de triple subordinación -son indígenas, son pobres y son mujeres- se consideran al servicio de los que ostentan el Poder.
Por eso desde distintas organizaciones se inició la campaña #bastadechineo. En ese sentido, la visibilización está cumpliendo un rol fundamental. Y Moira Millán, del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, hace algunas preguntas incómodas al respecto:
“¿Por qué los hombres indígenas no denuncian ni acompañan a las víctimas? La colonización nos ha atravesado letalmente, los hombres indígenas deben elegir entre dos caminos que se bifurcan: la lealtad a su comunidad, o la lealtad a su género. La percepción de sí mismo y su valor humano está subjetivizada por la mirada del dominador, intenta emularlo, elige la lealtad a su género para salvaguardar el único privilegio que el colonizador le otorga, ser hombre”.
Para colmo, los embarazos que se producen luego del chineo suelen no ser atendidos por las autoridades, a pesar de que se trata de gestaciones derivadas de una violación. El aislamiento, la pobreza y la falta de acceso a la Justicia se alían contra las víctimas para que "lo dejen pasar".
El chineo -también llamado rameo- es más común en el Norte argentino, y cobra especial relevancia durante las fiestas y el carnaval. En ocasiones se lo lleva a cabo con una pátina jocosa; como una atroz "travesura".
A veces, para evitar represalias, los violadores amenazan a las nenas abusadas. Otras veces regalan animales, alimentos o dinero a la familia de la víctima, como un modo de acallar lo que en realidad ha tenido lugar: un crimen horrendo.
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