Mendocina por el mundo

Aventura: historia de la mendocina que va a hacer el Camino de Santiago en patineta eléctrica

Este año Evan González cumple una década recorriendo el mundo. Para quienes creen que para viajar hace falta dinero, la historia de esta joven comenzó con 500 pesos en el bolsillo, haciendo dedo en la ruta 7.

Anabel González Ocáterli
Anabel González Ocáterli domingo, 21 de mayo de 2023 · 09:07 hs
Aventura: historia de la mendocina que va a hacer el Camino de Santiago en patineta eléctrica

El sueño de la mendocina Evangelina González es recorrer todo el mundo. Y lo está cumpliendo, un kilómetro a la vez. Esta semana  viajará al norte de España para hacer el Camino de Santiago en un longboard eléctrico (es como una patineta, pero con dos motores y una batería). Algo que hasta el momento nadie ha intentado.

Este año Evan cumple 10 años de rodeo por el mundo, al encuentro de aventuras de lo más diversas. Aunque hay quienes creen que para viajar hace falta dinero, la historia de esta mujer de 28 años comenzó con 50 dólares en el bolsillo, haciendo dedo en la ruta 7.

A punto de terminar el colegio secundario, a los 18, había pensado estudiar en la Armada Argentina, sólo porque quería unirse a la Marina para vivir viajando. Finalmente, encontró otra manera de cumplir su sueño.

 

 

Vueltas de la vida

 

Evangelina Ailén González nació una madrugada fría de agosto de 1995, en el Hospital Lagomaggiore, Mendoza. Cuentan, quienes la vieron ese día, que tenía la piel arrugada y que lloraba como un gatito.

Vivió y creció en Rodeo del Medio, Maipú. En una finca que pertenece a Colonia Bombal, allá donde termina el último recorrido de la línea 200, después de dar vueltas casi dos horas desde la Ciudad de Mendoza.

Cuando todavía andaba en bici con rueditas dio la primera señal. 

Se entretenía llenando bolsas con juguetes y trapos, luego enganchaba un paquete a cada lado del manubrio y así daba vueltas por la cocina. El circuito era un espacio vacío de un metro y medio, entre la mesa y el televisor.

Evangelina González niña en bicicleta
Los primeros viajes, dentro de casa. En el margen derecho, su hermana Anabel, quien suscribe este artículo.

 

Nadie le prestó demasiada atención a la pequeña Evangelina que ya ensayaba formas de viajar. 

Si de desatención hablamos, cuando ella tenía dos años se fue corriendo detrás de su abuelo. El pobre hombre iba a salir en la camioneta (Chevrolet f100, modelo 87) y no la vio. Miguel González era bastante sordo, pero después contó que algo lo detuvo. Igual la pequeña Evange alcanzó a recibir el impacto del paragolpes cromado en la cabeza y fue llevada de urgencia al hospital Humberto Notti, donde permaneció un día en observación.

No quedaron secuelas de aquel impacto. Que se sepa.

Primeros viajes de inspiración

 

En su video blog de viajes Alinfinito, Evan (como le gusta ahora que le llamen) ha dicho que en su infancia no salían de vacaciones en familia.

En parte es cierto, porque justo coincidió con una época “mala” para la chacra. Su padre y su madre, que eran horticultores (como sus abuelos), a fines de los ‘90 sufrieron el embate de varias tormentas graniceras. Cuando Evangelina apenas caminaba, fueron a Playa Amarilla, en Chile. Y después más nada. 

Pero de esas vacaciones, la hermana menor de las tres González solo recuerda haber visto una foto en el álbum familiar.

No hubo otro viaje, salvo una visita corta a parientes de Buenos Aires y escapadas de domingo a Piedras Blancas, donde vivía una pareja amiga de sus padres.

Evangelina González adolescente, en el río Mendoza
Evange adolescente, en el río Mendoza. / Gentileza: Juan Pablo Borches

Hasta que se fue a Disney, a los 15 años. Papá y mamá estaban en mejor situación, además una empresa de turismo daba la opción de pagar en cuotas con tarjeta. 

Era la primera vez que salía de Mendoza sin su familia. “Me flasheó un montonazo ver que existía un mundo fuera de la finca”, recuerda Evan de aquella primera experiencia.

Hizo la primaria y empezó la secundaria en una escuela de monjas. Pero se sentía incómoda al ser incomprendida en su sexualidad, por eso insistió mucho a sus padres para que le permitieran estudiar en un colegio de la Universidad Nacional de Cuyo, en la ciudad de Mendoza. Pero solo la pasaron a otro instituto en Rodeo del Medio, algo menos religioso. 

Quizás lo mejor de ese cambio fue el viaje de egresados, en invierno de 2013.

Entonces conoció las increíbles cataratas del Iguazú. Aunque hubo otro momento único que Evan sintió como inicio de algo: “En Brasil fue la primera vez que me largué al mar desde un muelle”.

Conocer Brasil despertó su vocación de aventura.

Con las presiones que suelen sentir los chicos y las chicas cuando están por finalizar la secundaria y deben elegir "la carrera de su vida" Evangelina estaba decidiendo prepararse para ingresar a la Armada Argentina.  

Algo increíble para quienes la conocían, pero muy lógico en ese tiempo para ella: “La Marina te prometía que al final de 4 ó 5 años podías dar una vuelta con la Fragata Libertad por el mundo, aprendiendo a navegar”, recuerda hoy la joven que entonces pensaba estudiar psicología dentro de la misma escuela militar.

El 4 de agosto de 2013 cumplió los 18. En octubre había cambiado la idea sobre su futuro. Empezó a decir que el 20 de diciembre, apenas terminara de cursar quinto año, se iba a ir de mochilera a recorrer el mundo.

Solita, mi alma 

Varios amigos la alentaban, dos de ellos le dijeron que iban a acompañarla. Su familia no le creyó al principio, hasta que Evangelina puso a la venta ropa, zapatillas, una colección de discos antiguos y hasta su guitarra eléctrica que le había costado mucho comprar.

Vendió su querida guitarra para adquirir una mochila viajera. Después de unos años la recuperó.

No quiso participar de la cena de egresados con sus compañeros. Guardó el dinero para llegar a una mochila y una carpa.

En la mañana del 20 de diciembre de 2013, Evangelina partió con $500 (equivalente a 50 dólares de aquel tiempo) que recibió a regañadientes. Cargaba poco equipaje y una guitarra criolla.

Ningún avión. Su cuñado la llevó hasta la estación de servicio Eloy Guerrero, en San Martín, donde un camionero desconocido aceptó llevarla un tramo de la ruta 7, hasta donde se desvía el camino hacia Córdoba.

Hizo su primera experiencia de voluntariado en un hostel de la capital cordobesa. Algunas horas todos los días se paraba en los semáforos y hacía malabares con tres pelotas.

Estuvo allí tres o cuatro meses antes de seguir andando, haciendo dedo, pero esta vez con un amigo colombiano.

Pararon en Santa Fe, Entre Ríos y por Paysandú entraron a Uruguay. Vivió en una granja agroecológica y luego, en las playas orientales, continuó trabajando en un hostel por techo y comida, además de cantar y tocar la guitarra en el colectivo.

Hacer dedo hasta España

 

Artista callejera / Gentileza Evan González
La guitarra fue su primera forma de ganar dinero viajando.

El plan de Evan era continuar por Latinoamérica, juntar dinero para comprarse una combi y pintarla de muchos colores. Pero el destino cambió sus planes. 

Llevaba varios meses en Uruguay cuando la tía Mari (hermana de su padre) le hizo una llamada para ofrecerle que se fuera a España, donde ella vivía. Evangelina ya contaba con la doble ciudadanía.

Mari le dijo que en Europa era más seguro viajar como ella lo estaba haciendo. Aceptó de inmediato.

Lo insólito fue que en su primer trabajo casi perdió la vida. Cuidaba a una pareja de ancianos en las sierras de Granada, donde no había señal de teléfonos. El hombre, que tenía demencia senil, un día la desconoció por completo y quiso correrla de aquella casa con una escopeta.

Aunque pasó un tiempo en la tierra de sus abuelos, no echó raíces allí. “Por Europa estuve rodando, tocando en la calle”, recuerda Evan.

Hasta que unas amigas que había conocido en el primer hostel de Córdoba la invitaron a visitar Alemania. Llegó y se enamoró de Wiesbaden, la ciudad donde consiguió mejores propinas por su repertorio latinoamericano de canciones.

Al poco tiempo, consiguió una beca del gobierno para estudiar alemán y un restaurante español la recibió como moza y música. Un trabajo fijo con permiso de continuar viajando.

En esa ciudad, rodeada de bosques, sobre el margen norte del río Rin, Evan encontró su lugar en el mundo.

Desde allí se fue y volvió, después de vivir algún tiempo en:

  • Islas Canarias. Allí aprendió a surfear, mientras trabajaba pintando casas;
  • La isla Bonaire, en El Caribe (vivió en un hotel y hacía tareas de limpieza);
  • México, donde aprendió buceo y se encontró por casualidad con uno de sus ídolos: Alan Estrada y él le dio un consejo para el canal de Youtube que Evan estaba empezando.
  • Alaska, pescando salmones durante una temporada;
  • Maldivas, un año completo sacando fotos a turistas debajo del mar.
  • Indonesia, permaneció siete meses de 2020 en una isla. De los cuales estuvo seis varada y sin trabajo, por la pandemia.

Aunque también conoció otros lugares del mundo. Evan chequea una lista de vuelos antes de responder: “Estuve en Seattle, en Chicago, en República Checa, Austria, Holanda, Bélgica, Georgia, estuve mucho tiempo en Italia. Estuve en Tailandia, en Sri Lanka…”

Y cada año, en el verano argentino volvió a la casa de sus padres. Entonces aprovechó para visitar la Patagonia, Buenos Aires, el Noroeste, además de Chile, Perú y Bolivia.

Con su papá Raúl y su mamá Elsa, la primera vez que volvía a Mendoza / Gentileza de Analía Sayegh.

De rodeo por el mundo

 

En sus redes y el canal de viajes muestra todo lo que salió bien. Pero hubo varios proyectos creativos que quedaron truncos en el camino de Evangelina.

Por ejemplo, quería hacer un micro programa sobre viajar con poco dinero, para la televisión mendocina. Se entrevistó con un productor que la llenó de entusiasmo pero en los dos canales tradicionales le dieron mil vueltas. Al punto que el demo de Rodeo por el Mundo, ya filmado y editado, estaba perdiendo actualidad. 

Al final decidió compartirlos en MDZ Trip y en la página de El Mendolotudo, un medio que ella amaba. 

Eso fue justo antes del comienzo de la pandemia de COVID -19. Desde ahí reorientó su canal de Youtube al aprendizaje de idiomas. Ella había cumplido el desafío de aprender lo básico de un idioma en 20 horas, lo suficiente para hablarlo. Y extendió el método a los que había aprendido en sus travesías: alemán, inglés, después italiano y francés. También algo de japonés.

 

Un kilómetro más

La aventura del Camino de Santiago es un desafío que le ofreció la empresa española que esponsorea su proyecto 1KM+. Ese nombre nació del tatuaje que Evan tiene en la muñeca izquierda. Significa no pensar en todo el camino que queda, solo centrarse en el kilómetro inmediato.

La portada de facebook tiene su mano entre otras manos de diferentes tonos de piel. Se destaca 1 kilómetro más
La portada de facebook de Evan.

El nuevo viaje, que hará en longboard eléctrico, implica recorrer 663 kilómetros en once días. Con su peso Evan puede hacer hasta 60 kilómetros, a 50 kilómetros por hora, antes de tener que recargar la batería su vehículo. “Si vas sin motor cuesta abajo en un skate (clásico, sin motor) no llegás a esa velocidad”, aclara, para dar una idea de la adrenalina que ella siente.

Aunque está nerviosa por el nuevo desafío que arranca el 28 de mayo, la joven mendocina ha atravesado varios países en patineta con motor. El primero que recorrió fue Luxemburgo, con un aparato menos confortable.

El año pasado armó el proyecto 1KM+, con auspicio de Bewatt, fabricante española de pequeños vehículos eléctricos. Así conoció toda la costa oeste Portugal y cruzó dos veces Costa Rica a bordo de este medio de transporte liviano, ecológico y desafiante.

El proyecto 1KM+ es ambicioso. Se ha propuesto cruzar al menos un país en cada continente y es parte de ese sueño que tiene desde pequeña: conocer el mundo entero. En esto admira al argentino Emilio Scotto, que dio vueltas por todo el planeta, en moto.

“Recorrer el mundo en un medio de transporte eléctrico es maravilloso, en Costa Rica lo cargaba con energía 100% renovable”, cuenta Evangelina.

Después de haber visto el desastre natural de los océanos y las islas vírgenes de Maldivas repletas de plástico, en el país centroamericano la joven mendocina se maravilló por el respeto que allí tienen hacia la naturaleza. Solo el 1% de la energía eléctrica que utilizan los costarriqueños ha sido generada con base en hidrocarburos. 

Tanto se entusiasmó Evan que decidió inscribirse en la universidad. Por eso ahora, con 28 años (diez años más tarde que la mayoría de los jóvenes universitarios) comenzó a cursar por primera vez una carrera: Recursos Renovables.

Evangelina lo hace con beca que este año le otorgó TECH, considerada la universidad online más grande del mundo, según la revista Forbes. 

 

Qué sigue, cuándo viene

 

Evangelina González en el aeropuerto de Mendoza, con su familia
En febrero de 2022, antes de volver a Alemania. Aquí, con sus padres, la hermana Rocío y las sobrinas, Luz y Diana.

En la vida de Evan hoy es casi imposible quedarse quieta más de tres meses. "Cuando termine el Camino de Santiago, si es que lo termino, el 16 (de junio) me voy a ver a mis primeras amigas alemanas del hostel de Córdoba, que están en Suiza. La semana siguiente voy a Venecia para el recital de Ramstein, luego me quedo en Cerdeña".

Sigue. En septiembre próximo va a conocer África y se quedará por trabajo en Zimbabue. La joven se desempeña como manager de comunicaciones en una ONG que enseña a escribir música, para que el folclore de los pueblos africanos perdure en el tiempo. 

A Evangelina le molesta que digan que viaja porque tiene dinero. En realidad ella nunca deja de trabajar, es una nómade digital que entre viaje y viaje se las ingenia para llevar las redes de una empresa de construcción y de una bodega alemana.

Antes de despedirse avisa que volverá a Mendoza el próximo verano. Pero también debe armar la logística para atravesar en longboard otro país africano que prefiere no anticipar (Zimbabue no, por trabas políticas y de seguridad). Luego queda un país asiático y otro en Oceanía. Un kilómetro a la vez, continúa su aventura.

 

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