¿Sabrá Javier Milei comunicar para poder gobernar?
Nace un nuevo gobierno en el país, en este domingo histórico y desde la Universidad Austral, Damián Fernández Pedemonte deja su mirada para MDZ.
La ceremonia de asunción de un presidente es un acontecimiento mediático. En “Media Events” un famoso libro de comunicación de los años 90, los teóricos Elihu Katz y Daniel Dayan describieron estas ceremonias masivas, transmitidas en tiempo real por los medios, que interrumpen la programación y las rutinas de los públicos, como oportunidades para la reconciliación y la congregación de distintos segmentos de la población. Javier Milei creció rápidamente ante nuestros ojos en los medios de comunicación, donde resultó un personaje atractivo por el extremismo y la extravagancia de sus ideas y sus modos. Al mismo tiempo generó más interacción en las redes sociales que ningún otro candidato y sumó una gran cantidad de seguidores que se convirtieron en militantes de la causa de la libertad. El logo de presidente electo, calcado del de la Casa Blanca, presentado el día del triunfo y empleado también para los curiosos comunicados del presidente electo muestra cierta ingenuidad, pero también conciencia de la importancia de los símbolos para conectar con los públicos.
No cabe duda de que Javier Milei fue exitoso al captar el ambiente de fuerte rechazo al gobierno, al kirchnerismo, y, más en general, a la dirigencia política de las últimas gestiones, agrupadas por él con término ómnibus “casta”, cuyos difuminados contornos supo manejar hábilmente. Ganar el balotaje con más del 55% de los votos y una diferencia superior a 10 puntos sobre Sergio Massa constituye un empujón importante para los primeros tramos de su gobierno. La “incivilidad”, la retórica anti-casta del “outsider”, las propuestas extremistas, la estética rebelde, así como copiar los modos de Estados Unidos para la ceremonia de asunción pertenecen a un nivel superficial del discurso, es entender la comunicación política como cosmética, como pura forma.
Para tener chance de prosperar, sin embargo, Javier Milei necesita activar otra dimensión de la comunicación, más ardua y menos marketinera, pero fundamental en la gestión. En varios países emergieron líderes outsiders, como el maestro Pedro Castillo en Perú (2021) y el empresario Guillermo Lasso en Ecuador (2021), quienes fueron forzados a renunciar a uno o dos años de asumir. La gobernabilidad es el primer desafío que enfrentará Javier Milei, quien carece de estructura para formar equipos de gobierno, tendrá menos del 15% de diputados y del 10% de senadores en el Congreso y no contará con gobernadores propios.
Ahí no sólo tendrá que negociar con la casta sino aprender de ella a negociar. En esa dirección parece haberse movido en la transición, aún a costa de relegar o hacer enojar a algunos de sus seguidores de la primera hora como Emilio Ocampo, Ramiro Marra, Carolina Píparo y la misma vicepresidente Victoria Villarruel. Pareciera que el armado del gabinete privilegió las posibilidades de conseguir apoyo para las reformas en detrimento de la pureza doctrinaria, a la vez, que evitar imposiciones iniciales. Así debería entenderse también la resistencia a la influencia de Mauricio Macri. Más pragmatismo que dogmatismo, un corrimiento hacia la
derecha “mainstream”.
El armado es frágil para la magnitud de los cambios que se propone. Seguramente hoy cuenta con expectativas positivas de más de la mitad de la población y del círculo rojo. Una moción a favor de la reducción del déficit fiscal y de acabar con los privilegios de la corporación política, está clara, un pedido de reducción drástica de la inflación y de desbloquear la actividad económica, también. Algunos analistas comparan el triunfo de Javier Milei por el 55, 69% con los de Cristina Kirchner en 2011 (54, 11%) o de Raúl Alfonsín en 1983 (51, 75%), pero la diferencia entre ganar en primera y segunda vuelta es abismal. En el balotaje de 2023 ganó la bronca, el voto en contra de Massa, mucho más que el voto positivo por Javier Milei. Además, la cantidad de votos se olvida apenas comienza un nuevo gobierno: rápidamente la población empieza a asignarle la responsabilidad de sus males. No hay que olvidar que Milei empieza su gobierno con un 44,7% de pobreza y una inflación del 150% anual, la cual afecta sobre todo a los sectores bajos y medios y los vaticinios iniciales hablan de una inflación más alta y una mayor retracción de la economía. La CGT sumada a las organizaciones sociales volverá a ser un aglutinador del descontento, que Carlos Menem doblegó, pero desde dentro del peronismo. Los votantes menos comprometidos ideológicamente, que finalmente llevaron al gobierno a Milei, renovarán su apoyo sólo a partir de los resultados.
Los pasos de acercamiento a un espacio político dividen a ese espacio: Juntos por el Cambio tiene hoy al menos tres facciones según el grado de cercanía con Milei (incluso el grupo de Pichetto, Monzó, Massot, Stolbitzer y López Murphy, entre otros, ya creó un bloque propio separado del Pro). Los gobernadores de Juntos por el Cambio oscilan entre apostar por la nueva gestión y los reclamos por los fondos coparticipados que necesitarán para las gestiones que inician. A su vez esos pases alejan a Javier Milei de los propios. Hay un difícil equilibrio entre apertura a políticos menos comprometidos doctrinariamente y la necesaria fidelidad de los
convencidos para cuando se complique la gestión.
Además de un programa de gobierno Milei necesitará asesoramiento experto en la gestión del complejo contexto. Entender la comunicación de gobierno no como armado de discursos estridentes sino como articulación con los actores clave y el monitoreo de las demandas y del humor social. Dejar atrás el simplismo populista del enfrentamiento a la casta y buscar los consensos posibles para avanzar. Comunicar para poder gobernar.
* Damián Fernández Pedemonte (Director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral).