Frío extremo

Prefiere dormir en la calle a padecer la realidad de los paradores y pensiones

La crisis se nota en la suba de precios, en la cantidad de gente revolviendo basura y en el aumento de personas durmiendo en la calle. Chivita es uno de ellos. A pesar de haber recibido ayuda, dice que está bien así. Al drama de vivir sin techo, se suma una vida de adicciones y una soledad profunda.

Florencia Rodríguez Petersen
Florencia Rodríguez Petersen sábado, 23 de julio de 2022 · 09:35 hs
Prefiere dormir en la calle a padecer la realidad de los paradores y pensiones

Chivita saluda con una sonrisa a cada una de las personas que entran al cajero. Les explica, con señas, que la puerta no está cerrada sino que deben tirar con fuerza. Está sentado arriba de unos cartones, al lado de su mochila -con una bandera argentina orgullosamente extendida sobre ella- y de un termo de mate. Ahí va a pasar la noche... Salvo que "caiga la policía", explica y sigue: "Son los únicos con los que tuve problemas. Pero no con todos, con uno, hace poco, porque me empujó y me pateó".

Terminó el colegio. Estudió un terciario. Ejerció como profesor de matemáticas. Sin embargo, hoy duerme en la calle. Su relato es incongruente por momentos, hay lagunas -recuerdos que prefiere omitir y algunos agujeros negros en su memoria-. Habla de la calle como un lugar al que "llegó" y confiesa que su situación es difícil por el consumo. No ahonda en el tema. Aunque su mirada cambia cuando habla del día en que sus hijos llegaron a Congreso a buscarlo hace unos años. 

Dice que sí, Cuando le pregunto si le molestan las luces blancas -algo enceguecedoras- del cajero automático sobre la avenida Santa Fe. Pero acota que está acostumbrado y que va a poder dormir bien. Que prefiere no ir a un parador. "Ya conozco todo", comenta con una mezcla de resignación y soberbia antes de contar que lleva años viviendo en la calle. No recuerda cuantos. Dice. 

"En una época alquilaba. Tuve el habitacional y alquilaba pero en lugares de emergencia, en las villas", recuerda. Se refiere al subsidio habitacional que otorga el Gobierno de la Ciudad a personas en situación de calle. Este beneficio -que otorga el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat- solía tener un pazo máximo acotado, pero se extendió y cambió de forma para admitir renovaciones consecutivas a fin de resolver la necesidad de las personas en situación de calle

Para solicitar el subsidio habitacional las personas deben tener una derivación del personal del BAP (Programa Buenos Aires Presente), parador o servicio social de los que funcionan en parroquias u hospitales. El dinero del subsidio habitacional sólo puede ser usado para pagar el alquiler: no para expensas ni para servicios. El beneficiario puede alquilar a dueño directo o un cuarto en una pensión, en ambos casos debe solicitar factura ya que es una constancia necesaria para mantener el subsidio. "Es muy difícil mantenerlo y además no te dan toda la plata", dice Chivita. 

Chivita repite una y otra vez que no es fácil. Ni obtener el subsidio ni tener un lugar a donde ir. Y explica por qué prefiere la calle a los paradores o Centros de inclusión social, como define el Gobierno de la Ciudad a los espacios de "alojamiento y atención integral a familias y a personas solas que se encuentran en emergencia habitacional". .

Se justifica diciendo que "hay mucha gente que está acostumbrada a bardearla para hacer problema. Pero yo necesito tranquilidad, un poquito de paz en medio de esta vorágine de la calle", Pero pasar la noche en la calle no es fácil. El termómetro apenas supera los 3ºC. Y no es una noche de aventura sino una sobre el suelo duro y frío, con el riesgo de que alguien llame a la policía, "o te roben o te apuñalen".

Chivita ya no recuerda el tiempo que hace que vive en la calle

"Después de cierta hora, la calle es otro mundo", sentencia Chivita que se siente cómodo describiendo ese universo. "Están los que se drogan, los atrevidos, los que salen de estar en cana, los que se esconden, los que chorean, los bueno, los malos, los fisura, los faloperos. Pero el problema mío no es la gente sino la desconfianza, el cansancio, el tener que aguantarte ciertas situaciones". 

Con vueltas y anécdotas, Chivita cuenta que estudió, que tenía un trabajo y que tuvo una familia. Pero todo eso parece ser la vida de otra persona. De la persona que él mismo era antes de tener problemas de consumo y "caer" en la calle. "El emergente de todo esto es la cocaína", dispara sin vueltas.

"Tuve esas vicisitudes", reflexiona. Quiere hablar del tema y la vez lo evita. En un rodeo llega a decir que "con la droga vas perdiendo la credibilidad en los laburos. Empezás a faltar, vas trasnochado... todo lo que conlleva esa adicción", cuenta como resignado a una batalla que considera perdida o, como mínimo, indigna de ser peleada. Enseguida cuenta que está yendo a un neuropsiquiátrico y que ahí le recetan medicación para la abstinencia. "La voy llevando como puedo", dice. 

Chivita está en la calle. Integra una triste -dramática- estadística. Es una más de las 1.010 personas que, según el Censo realizado por el Gobierno de la Ciudad, viven en la calle. Durante el día, Chivita canta y espera recibir unas monedas (unos billetes, en realidad porque la inflación galopante hace que el metal pierda valor minuto a minuto) para su comida del día. Y si nadie le da nada, se las rebusca. "Voy a comedores en las Iglesias o en la villa. Y si no, busco en la basura", confiesa.

Chivita está solo y al mismo tiempo no. Es una más de las 2.548 personas que viven en situación de emergencia. Y es uno de los casos que, para los recién llegado al mundo de los Centros de inclusión Social, resulta incomprensible. "Son muchas las personas que deciden pasar la noche en la calle", dice alguien del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat que asiste y trabaja en la reinserción social de las personas en situación de extrema vulnerabilidad. 

 

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