neuropsicología

La depresión postelectoral, ¿mito o realidad?

Pasaron las campañas, los discursos, las elecciones, ¿Te bajoneaste? ¿Te alegraste? ¿Cómo vivimos los días postelección? Ánimo, seguí leyendo que te contamos un poco más.

martes, 29 de octubre de 2019 · 11:39 hs

Ayer recordaba cuando éramos chicos y jugábamos a alguno de los juegos que solíamos jugar: la escondida, la mancha, el pisapisuela, el huevo podrido, el chinchón, la casita robada, y tantos otros. Había veces en las que, cuando las cosas no iban saliendo como queríamos, decíamos “basta, no juego más” y nos volvíamos a la casa con ese gusto amargo en la boca, el gusto de la bronca cuando algo no sale como queremos.

Después se nos pasaba y volvíamos a jugar. Porque para eso sirven los juegos infantiles, para enseñarnos que a veces se pierde, a veces se gana. Y cuando se pierde, tramitación de la rabia mediante, la vida sigue, y, mientras más rápido nos volvamos a subir a ella, mejor.

Más adelante, ampliamos ese aprendizaje a otras situaciones de la vida: perdemos trabajos, amigos, plata, parejas, elecciones y tantas otras cosas, pero la calesita de la vida sigue dando vueltas y la sortija quedará para la próxima.

La periodista española Charo Toscano una vez dijo que ante la pérdida de una elección “las personas pueden sentirse invadidas por una suerte de desánimo ante la vida, falta de confianza en las instituciones electorales, cierta indignación o rabia y también antipatía”.

En una elección política se juega mucho más que un candidato, una postura ideológica, un futuro para el país. Se juegan también las emociones y los sentimientos que cada uno pone en el sobre que luego sigilosamente se deslizará dentro de la urna. Se juegan ilusiones, esperanzas, simpatías, afinidades, pero hemos aprendido que el ejercicio de la democracia implica que para que algunos ganen, otros tienen que perder.

A tal nivel puede llegar la decepción post electoral que psiquiatras y psicólogos norteamericanos han descrito el PESTS, siglas en inglés para el síndrome de estrés traumático postelectoral, que incluye síntomas como ira, irritabilidad, amargura, desinterés, aislamiento, dificultades para conciliar el sueño, disminución marcada del apetito, pesadillas y preocupación excesiva acerca del futuro.

La psiquiatra Elisabeth Kubler Ross explica que este síndrome reproduce las 5 etapas de cualquier duelo que debamos enfrentar: negación, enojo, negociación, depresión y aceptación. Si bien, en situación de elecciones, cada paso tendría una duración más breve.

La negación se resume en frases como “no lo puedo creer”, “no puede ser”, “todavía no caigo”; el enojo en “no pude ni comer ni dormir”, “siento una bronca tremenda” y en una amplia y florida lista de insultos. La negociación se da cuando empezamos a metabolizar la situación entendiendo que “es lo que hay”, entonces, empezamos a buscarle la vuelta. Esto abre paso a los sentimientos de tristeza por la pérdida de la ilusión, de la idea de lo que podría haber sido. Finalmente, la aceptación nos permitirá dar vuelta la página, entender que más allá de que nos guste o no, es lo que la realidad impone y que tendremos que seguir peleando por la sortija, si no, la calesita sigue sin nosotros arriba.

Justamente es la etapa final, la aceptación, la que nos permitirá construir nuevas ideas, emociones, confianza, en definitiva, elaborar la frustración para poder seguir adaptados.

Los especialistas explican que después de las elecciones aumenta un 10% la cantidad de personas que presentan síntomas de depresión y ansiedad.

Es común que las personas se sientan abrumadas frente al futuro, con ideas de caos. Sentimientos que responden al temor frente a aquello que se avecina y que desconocemos, frente a la incertidumbre.

En estas etapas es común que tengamos ideas desordenadas, que nos cueste focalizarnos, ordenarnos, que cualquier noticia impacte de manera amplificada en nuestra cotidianeidad y que la duda pase a tomar control de nuestra nave mental.

Esta efervescencia emocional y afectiva deberá someterse a la necesidad de preocuparnos por el día a día, por aquellas cosas que no tienen que ver con las elecciones, a la realidad que despóticamente nos increpa, pero que nos invita a aprender.

¿Cómo elaboramos esta angustia post electoral?

- Reconocer las emociones y tenerse paciencia

- Cortar, por lo menos momentáneamente, con todo aquello que recuerde los resultados (noticias, redes sociales)

- Distraerse con otras actividades

- Identificar prejuicios

- Evitar pensamientos catastróficos ante el futuro y tratar de construir ideas que impliquen esperanza

- Evitar discusiones partidarias

Recordemos que la vida sigue, nos guste o no, y que los lentes que elegimos para mirarla determinan nuestras acciones. La historia muchas veces nos ha sumergido en la desesperanza, es casi una especialidad que tenemos los argentinos. Pero de las caídas se aprende, de los raspones se sobrevive y la angustia nos hará más fuertes. Por lo menos, desde la teoría. La práctica, es una partida más que nos toca jugar, porque la sortija sigue corriendo.

Lic. Cecilia Ortiz / Neuropsicólogca / licceciortizm@gmail.com