Un Gobierno duro y necio, que puede naufragar por el fuego amigo de los inexpertos
Javier Milei impulsa reformas históricas y combate la corrupción pero preocupa el funcionamiento del Gabinete y los interlocutores. Karina Milei y el deseo de cambiar a Guillermo Francos por Menem.
El Gobierno puede llevar a cabo el acto de mayor torpeza de la historia moderna: naufragar una gestión con alto apoyo y el peronismo en estado agónico por la mera incapacidad de conjugar y alinear factores internos para cumplir con la mínima dosis de organicidad que otorga paz y estabilidad en las crisis. El raquitismo justicialista no debe confundirse con debilidad, hay quienes piensan que el partido que fundó Juan Perón está esperando que empiece la caída del apoyo popular para mostrar los dientes y atacar con la pasión propia del que perdió por goleada y quiere volver a jugar en primera división.
Karina Milei empezó a diseñar la interna más importante que puede meter al Gobierno en un problema mayúsculo: impulsar el cambio del ministro de Interior, hoy ocupado por el dirigente con más experiencia de toda la gestión. Guillermo Francos era un nombre de peso en el mundo legislativo cuando Javier Milei cursaba sus estudios secundarios, Santiago Caputo no había nacido, y Sandra Pettovello no conocía a Pablo Rago. Eran mediados de los años ochenta, la democracia recién se despertaba de los años de plomo y Karina Milei soñaba con ser cosmiatra y RRPP.

El caso de Francos es un botón de muestra de lo peligroso del fuego amigo inexperto. Los que supieron jugar el juego del fuego, en general no se queman, y mucho menos, permiten que alguna brasa roce al líder. El caso actual es justamente el que, en caso de no dimensionar la altura y expansión del fuego, la catástrofe puede ser total.
Es un Gobierno novedoso, rompedor, obturador y revolucionario. Creen los empresarios que son impredecibles, algo que pensaron que iban a tener después de años de delirio infundado con ínfulas de primer mundo y pobreza del sahel. El Gobierno marca agenda, avanza, impone, tensa y luego piensa. El orden de los factores altera el producto, no aplica un sólo principio de la gestalt con éxito. Si la gente ve ajuste, hay ajuste, no importa que vea el Gobierno. “No la ven”, dicen los asesores de Javier Milei, con el riesgo de estar hablando frente a un espejo que deforma y agranda figuras pequeñas.
El idioma es absolutamente exitoso, el presidente condena por X (antes Twitter), saluda amigos, permite fotos de pies con su novia bromeando por el gigante tamaño de los suyos, grande como la estirada de brecha que dio el dólar marginal o libre esa misma jornada. La distancia entre lo disruptivo y lo vulgar o ridículo es a veces casi imperceptible.

Nadie descifra todavía la mirada de esta gestión sobre casi ningún tema. La corrupción parece haberse acabado, aunque es imposible que eso ocurra, tal vez una cucarda de Javier Milei sea haber logrado niveles promedio del mundo en materia de corrupción, algo que se hipertrofió con el kirchnerismo y que todavía nadie halla culpable del todo a nadie. Postrimerías de una forma terminada de ejercer el poder con la única premisa de sometimiento económico y violencia verbal.
Así entonces, el único nutriente de este Gobierno hoy es el apoyo de los sectores pobres y la desunión Peronista. Si Javier y Karina Milei eligen el camino sinuoso y lleno de espinas pero con final de prosperidad y crecimiento, deberá ser en equipo y con los que saben. Si por el contrario sólo habita en su deseo el de decidir como dueto y en base a estilos personales, será el final anunciado de un Gobierno que termine con pobreza récord y las calles haciendo lo que tengan que hacer para vivir mejor.

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