Opinión

Dos hermanas vulneradas ante nuevos enemigos

La naturaleza y la niñez se ven atacadas por el egoísmo materialista fundante de una cultura del descarte. En los barrios la alerta por las adicciones y la violencia que estas producen en el ecosistema histórico es un grito que pareciera ser ignorado por completo por la autoridad.

Matías Dalla Fontana sábado, 23 de julio de 2022 · 19:36 hs
Dos hermanas vulneradas ante nuevos enemigos
Foto: Télam

Dos hermanas nuestras claman vulneradas en este tiempo: la naturaleza y la niñez. Ambas se ven atacadas por el egoísmo materialista fundante de una cultura del descarte. El tránsito es una senda hacia un avizorable ecocidio, por un lado. Y dentro del mismo ambiente degradado, una pandemia de drogas por otro lado, cuyo potencial tóxico está en vías de poder ser definido como un infanticidio.

La historia del hombre en la tierra es la historia de un compuesto que se desenvuelve, sistémicamente, inseparable de su ambiente. Es este un punto de la encrucijada en el tiempo en que no podemos ya resolver el próximo colapso a partir de desarrollar más poder, ni más tecnología, ni más riqueza. Como el Rey Midas.

Reconozcamos tres elementos objetivos, a saber: nocividad, irreparabilidad, escala. La toxicidad de las drogas empezó atacar a los bebés y esto se manifiesta en estadísticas de las guardias de hospitales de todo el país. La irreversibilidad del daño neuronal es indiscutible. La escala de este problema (prevalencia) es incalculable por ausencia de una medida general, pero las estadísticas previas a la pandemia en Argentina ya daban cuenta de un aumento significativo e insidioso del consumo de drogas en niños y adolescentes. Cabe reflexionar, desde una mirada ecológica integral: ¿qué es un ambiente social que se degrada por expansión de un tóxico, afectando biológicamente a niños de manera irreversible y generando a la vez una nueva clase de pobreza?

La geopolítica, el sanitarismo y lo jurídico se ven desafiados en su búsqueda del Bien Común, ante lo que es un escenario de sobre-determinación de una distribución desigual, de una nueva modalidad de injusticia social: sumada a la deuda financiera y a la deuda ecológica, una deuda biológica, de orden neuronal se añade, anulando capacidades de resiliencia que puedan torcer un destino de esclavitud para grandes porciones de pueblos.

No vamos a asumir como propios banderines ajenos, somos menesterosos de una comprensión que nos una gratuitamente, como Argentinos, de frente al futuro que ya se instaló. No hay una crítica ecológica integral si nos escandalizamos por el aire que respiramos, las especies que se extinguen, el paisaje que divisamos o el agua que bebemos, si damos la espalda al derramamiento masivo de tóxicos psicoactivos y adictivos al alcance de los niños y adolescentes en todos los barrios de la Argentina. Una defensa de la Casa Común que incluye al ser situado del hombre, es hermana de la solidaridad inter-generacional y enemiga de la reducción de daños, por las implicancias concretas que la noción de bien común comporta como principio unificador de “condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección".  

La figura de la metonimia, consistente a menudo en tomar la parte por el todo, según el psicoanálisis, es un principio primario que ordena el inconsciente en la producción de manifestaciones como los sueños, la magia, la formación de síntomas. Cuando dicha lógica es trasladada al plano de la realidad social compartida, connota la imposición al conjunto, desde una parte o sector, de una visión parcial como si fuera total: funda formas de autoritarismo.

El uso paliativo del canabidiol, una sola de entre las más de 500 moléculas de la marihuana, para ciertas enfermedades muy singulares, es muy necesario y justo para las familias que padecen. Pero una forzada generalización por parte de otros actores, lo pone como argumento para expandir el consumo de la droga, junto con otras moléculas nocivas, a la totalidad de la población de un país. El goce individual propiciado por el cigarrillo de marihuana en cierto barrios acomodados, es tomado como argumento para la generalización de la conducta a los barrios de un país. El pathos de distanciamiento (Nietzsche) va a suicidar al sistema.

Entornos ambientales enfermos son inseparables de desequilibrios de la unidad humana. La propia OMS reconoce su mutua determinación, cuestión establecida de manera preclara por Ramón Carrillo a mediados del siglo XX. En ambientes propiciatorios de sedentarismo y soledad se enanca el surgimiento de enfermedades actuales que no podrán atacarse desde la lógica del derecho individual a enfermarse. A este modo de comprensión ecológica de la crisis debería incorporarse la significación sanitaria de nacer y criarse en una cultura que fomenta el uso de droga y la introduce como elemento del contexto aceptado como normal. Al niño se lo “primerea”: en ningún caso está eligiendo libremente estar expuesto a las adicciones. ¿Quién lo defiende?

Mientras que la droga es un problema de mayorías, la agenda la proponen minorías. Tenemos un sistema de instituciones vetusto, relicto del borbonismo, que ordena la corriente de poder desde arriba hacia abajo. En una concepción verdadera de participación popular el poder es servicio: sube, como decisión libre de los cuerpos naturales de la sociedad y esto afianza la gobernabilidad de un proyecto. En los barrios la alerta por las adicciones y la violencia que estas producen en el ecosistema histórico es un grito que pareciera ser ignorado por completo por la autoridad.

Según el filósofo  Yuval Harari, en boga en los círculos del poder económico globalista, una importante masa de humanos va en vías de constituirse, en el tránsito temporal de las subespecies, en una particular existencia mayoritaria condenada a la “irrelevancia”. Y posible destinataria de una renta básica universal por parte de los gobiernos. En esta marcha suicida de las últimas décadas, la pandemia reveló, en la misma inexorabilidad de la biología, que el sujeto en su facticidad no se autoconstruye según su capricho egoísta: vivir de ciertos modos puede matar con absoluta independencia de la opinión (doxa). O nos dejamos arrastrar como masa aceptando ser dañados de manera irreversible o nos hermanamos como pueblo en la puesta en ejecución de principios protectivos y precautorios frente a la aparición de casos de daños de extrema gravedad y que a priori son irreversibles. Una célula nerviosa dañada a causa de la droga, no se regenera. Una generación de niños y adolescentes tampoco.

Los pueblos están a tiempo de que el drama abierto no escale a tragedia con destino cerrado. La esperanza nunca es quietista, reconoce lineamientos para la acción. Integralidad, unidad contra las grietas, masividad, cautela y precaución, participación, simpleza en la ejecución. Según el Papa, “el modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad.” Un plan, o un proceso, o una lógica comunicativa, que evolucione a una mayor madurez institucional es posible, en aras de la paz social. Operar integrando en una acción superior, sistémica, las caras que componen el “poliedro” de la solución (educación, deporte, salud, seguridad, justicia, trabajo, credos).

¡Vamos a pelear nuestras luchas! El hacinamiento actual es ambientalmente violatorio: zanjas parasitadas, esquinas con basurales, niños accediendo a drogas, sedentarismo tóxico y compulsión tecnológica enajenante. El costo de un solo joven preso financiaría toda la energía del club del barrio de donde ese joven surgió. Pudimos salvarlo, demoramos. Nosotros tenemos que avanzar hacia adelante con simpleza y objetividad, superando dialógicamente el atraso costoso que significan las grietas que siempre, o casi siempre, tienen al pueblo como tercero excluido, agravando la gobernabilidad. Después de todo, lo que entendemos por “derechas” en lo global, se presentan como multiculturalistas, son vanguardia en materia de género, tienen como causa militante los derechos animales y abogan por la liberalización del derecho a consumir drogas. Las izquierdas, difíciles de taxonomizar, descreen de un ser de Nación y marchan junto con su oponente dicotómico para las causas antes enumeradas. 

Argentina tiene destino: el futuro nos demanda hacer lugar en diseños institucionales a los aportes del federalismo de las comunidades, del cual surgen energías y contenidos que pueden nutrir al poder, legitimándolo. Avancemos hacia adelante, sanando la falta de intensidad democrática que nos está conduciendo a la balcanización.

Un modo de estrategia con poder real y capacidad urgente, asentado sobre la base de las instituciones permanentes de la cultura, que le pueden conferir estabilidad, por encima de las disquisiciones partidarias y más allá de las ansiedades electorales. Debe poder ser masivo, para los millones de niños y adolescentes que aun no se drogan. Es importante actuar. Ante la premura que significó la pandemia de COVID, según expresa el Ministro de la Corte Ricardo Lorenzetti en su último libro: “Se decide sobre la base de probabilidades, y en favor de la vida, porque se la considera un bien superior (…) en la prevención de tragedias, la acción inicial es masiva y luego evoluciona hacia medidas más específicas.” 

Este “Poliedro” debe poder reunir agencias y sectores en una instancia superior, más autónoma y ágil, para conducir intervenciones sintéticas y concretas en todos los clubes, colegios y capillas de la Argentina. No hagamos ciencia ficción: hay experiencias, un modelo que comprobó ser eficaz, es la obra de los curas villeros al mando del Padre Pepe Di Paola. Este nivel de lo hecho en la base de la comunidad organizada, necesita generalizarse a millones, conectándose directamente con los recursos ¡ya existentes! de los subsistemas de seguridad preventiva, servicios de justicia, redes de salud, áreas de deporte e infraestructura, logística alimentaria. Y debe permitir la participación flexible del ciudadano, de los grupos sociales, a través de un cauce institucionalizado, para que toda idea útil se aproveche, ajustando en cualquier caso la herramienta a la realidad.

Superemos las formas del pasado, de una democracia atávica, que nos condena a un presente de lábil gobernabilidad: fortalezcamos una nueva arquitectura democrática que incluya a los artesanos y no se obstruya con los vetos extrínsecos al objetivo principal. Seamos orfebres y poetas del cambio en esta guerra contra Tánatos. Amemos la vida en un mundo en constante evolución, en el cual tenemos derecho a la esperanza.

*Matías Dalla Fontana es psicólogo, ex puma y fundador de Proyecto Deporte Solidario.

Archivado en