Entre nostalgia, realidad y proyecciones

Las deudas con la democracia o las contradicciones de lo popular

El mandatario argentino, junto a los expresidentes de Uruguay y Brasil, filmaron un video donde presentaron sus conceptos de democracia. Nostalgia, realidad y proyecciones son algunos de los elementos que atravesaron el breve discurso de cada uno de ellos.

Augusto Guisasola
Augusto Guisasola domingo, 12 de diciembre de 2021 · 19:04 hs
Las deudas con la democracia o las contradicciones de lo popular
Lula da Silva, Alberto Fernádez y José Pepe Mujica

Pasó el Día de la Democracia, una jornada que el Gobierno nacional aprovechó para el proselitismo y también para revitalizar algunas relaciones políticas y diplomáticas cercanas. Pepe Mujica y Lula da Silva visitaron Argentina y fueron recibidos por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Quizás en búsqueda de mística, quizá con la intención de ir armando redes entre países vecinos para afrontar las futuras elecciones presidenciales, o quizá por simple compromiso político, lo cierto es que se juntaron y dieron sus definiciones de democracia, que en un humilde parecer parecen estar impregnadas de nostalgia, realidad y proyecciones.

"La democracia es el mejor modo que tenemos las sociedades para poder convivir. Supone respetarnos, supone generar justicia y dar igualdad. Una democracia sin justicia y sin igualdad no es democracia", sentenció Alberto Fernández, el primero en presentar su definición. Lo siguió el Pepe, que afirmó que "por ahora los humanos no hemos podido inventar un sistema mejor que la democracia. Tiene muchos defectos, pero no son los defectos de la democracia, son los humanos defectos, las falencias humanas".

El expresidente Pepe Mujica es reconocido mundialmente por su coherencia entre discurso estoico y de austeridad y su forma y prácticas de vida | Foto: captura de pantalla 

Agregó que el sistema democrático "tiene la ventaja de que nunca está terminado, no se crea perfecto, hay que ir mejorándolo y luchando por mejorarlo. Tiene un viejo sueño sin cumplir: la igualdad. Somos iguales ante el derecho pero no somos, por ahora, iguales en oportunidades frente a la vida, eso es una deuda".

Por su parte, Lula da Silva definió a la democracia como la "mejor y más importante forma de gobierno, porque permite las pluralidades, la divergencia, y permite la diversidad". A ello de inmediato sumó su análisis respecto del presente de las democracias en el mundo: "En la mayoría de los países del mundo, las elites económica y política se apoderaron de las democracias porque, por ejemplo, la Justicia funciona más para defender a los ricos que a los pobres". Para ejemplificar esto, el exmandatario brasileño señaló que es suficiente con ver de qué manera actúan las fuerzas policiales ante reclamos de mejor salario de los trabajadores: "Siempre reprimen a los trabajadores, nunca a los empresarios", sentenció al respecto, y agregó: "siempre terminaron presas las personas más pobres".

Lula da Silva señaló que en varios países del mundo las elites política y económica manejan la democracia

Por eso, explicó Lula, "la democracia es un proceso de perfeccionamiento de un régimen de convivencia democrática de la humanidad. Es importante aclarar que la democracia no es un pacto de silencio, es un proceso de efervescencia de las sociedades, un proceso de construcción de un mundo más justo, mas solidario, más fraterno y más humanista. Eso es democracia".

La nostalgia, la realidad y las proyecciones

Las definiciones de democracia que dieron los mandatarios son las que dio la modernidad; en resumidas palabras: un sistema de igualdad de oportunidades y libertades, de respeto a la divergencia y la diversidad, de rotación de gobiernos para evitar la perpetuidad en el poder, de sociedades soberanas y controladoras del poder gobernante, de derecho a elegir, etc; pero también de una práctica de legitimación y administrativa de gobierno. Actualmente la democracia no puede, entonces, definirse en los términos tradicionales de libertades económicas, políticas e intelectuales, como tampoco puede concebirse a un gobierno como simple poder ejecutivo.

La realidad, más allá de la nostalgia, es que las democracias y sus gobiernos, sobre todo en Latinoamérica, encuentran grandes puntos ciegos y contradicciones profundas. Sin ir más lejos, Alberto Fernández se autopercibe, junto al Frente de Todos, como un gobierno popular. Sobre esto, las evidentes contradicciones del mandatario argentino salen a flote y explican en parte otro fenómeno: la poca participación y la desconfianza, la apatía, de la sociedad ante la clase dirigente. Es que, por ejemplo, al presidente se le escapa lo que quedó grabado: sus acciones vip, de todo tipo, y la represión que ejecutaron los ministros de Seguridad nacional y bonaerense, el primero en los terrenos de Garnica contra personas que buscaban algo de tierra para sobrevivir a la miseria y, el segundo, contra otras que buscaban sostener un taller textil con más de 100 puestos de empleo y un jardín de infantes para más de 200 niños y niñas. Es decir, acciones netamente impopulares. 

Por último, la proyección de que la democracia "supone respetarnos y generar Justicia" quedará, en efecto, en discusión respecto de estos conceptos que incluye: respeto y justicia. Desalojar así a las familias en Garnica y de los talleres textiles en Avellaneda no representan ni respeto ni justicia. Por el contrario, consisten en la creación de un punto ciego y de una medida totalmente antipopular, porque en último termino podrían haber ofrecido una solución civilizada para ambas partes, y no solo para los dueños de esas tierras.

Para cierto progresismo, criticar es "hacer el juego a la derecha"

Los lugares comunes son una piedra en el zapato. Es común, por ejemplo, ver a ciertos dirigentes o militantes oficialistas hacer la vista gorda a estas tamañas incongruencias del Gobierno que, además, debilitan la democracia. "Criticar es hacer el juego a la derecha", suele oírseles decir a quienes no quieren ver el elefante en la habitación pequeña. Sin embargo, democracia también es criticar no para la oposición, sino para la construcción. Humildemente, no parece ser sólido el discurso popular de alguien que no evita que las fuerzas armadas desmantelen de vivienda y vida a grupos empobrecidos, como tampoco suena bien el discurso popular de una dirigente que no renuncia o dona gran parte de una jubilación de más de dos palos argentinos.

Las democracias no pueden, en el mejor de los casos, evolucionar a base de mentiras tan evidentes y contradicciones. Jacques Derrida tuvo un aporte en la definición de lo que es la mentira en la vida política: "(...) una reflexión sobre la mentira es una reflexión sobre la intencionalidad", explicó el filósofo en una entrevista. "Faltar a la verdad supone una intención de engañar al otro, de confundirle", argumentó. 

Para lamento de varios, quizá de la mayoría, hay que decir que de ciertos sectores de la política se esperan menos mecanismos democráticos de gobierno. Pero de los que sí se espera, de los que sí suponen levantar la voz de quienes precisan mayor igualdad de posibilidades, no puede hacerse otra cosa que decírselos en la cara: dejen de mentir, de tener la intención de engañar. Si no son populares, no digan que son populares. No es tan complicado.

De los sectores oligárquicos nada puede esperarse respecto de gestiones y políticas democráticas: desde la apropiación de tierras en las décadas 30 y 60 del 1800 hasta sus llegadas al gobierno por medio de golpes o campañas brutalmente mentirosas no hicieron más que consolidar su espíritu egoísta y canalla. Pero de quienes enarbolan las banderas de lo democrático y lo popular mucho puede pedírseles e incluso exigírseles. Así, a quienes hablan de democracia en términos plenos y evolucionados podemos achacarles, tranquilamente, que la represión y la mentira son, de mínima, dos prácticas muy antidemocráticas.

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