Opinión

Pablo Echarri, Florencia Peña y la farsa progresista de Cristina Fernández de Kirchner

El mensaje beligerante del actor y la acusación de persecución de la actriz, como reflejos de lo más remanido del kirchnerismo. El debate entre el anacronismo y la autocrítica como clave en este embrollo.

Laureano Manson
Laureano Manson sábado, 27 de agosto de 2022 · 17:03 hs
Pablo Echarri, Florencia Peña y la farsa progresista de Cristina Fernández de Kirchner
Pablo Echarri y Cristina Fernández de Kirchner

El pedido de 12 años de prisión para Cristina Fernández de Kirchner, sumado a la solicitud de su inhabilitación perpetua para el ejercicio de cargos públicos, se instaló durante esta semana como uno de los temas centrales en los medios y la opinión pública. En medio de un mar de cruces de referentes oficialistas y opositores, algunas voces de la escena del espectáculo, cada vez menos por cierto, hicieron su irrupción con argumentos que ensamblan con lo más remanido del kirchnerismo. Una causa en declive y una defensa enajenada que ya desde hace tiempo se convirtieron en significantes vacíos.

Por un lado, Pablo Echarri estampó sin vueltas desde su cuenta de Twitter: "Si la tocan a Cristina, que quilombo se va armar...". Por otro, Florencia Peña dio en estos días algunas notas asegurando que es víctima de una persecución política por la baja de su cuenta de Instagram y las sistemáticas críticas a su programa. Dos reacciones que conectan con lo más anquilosado de la propuesta de Cristina Fernández de Kirchner: la intimidación como sostén de una ideología y la presunta conspiración en su contra por parte de todo aquel que no comulgue con ella.

Echarri y Peña a su vez representan un discurso anclado en los inicios del kirchnerismo, cuando esta fuerza se presentó como una esperanza progresista que no tardó mucho en dejar al descubierto su contracara. Más allá de que en varias oportunidades han circulado versiones de beneficios para referentes del espectáculo que comulgan con el oficialismo, lo que resulta más llamativo es ese consenso casi generalizado de artistas hacia una causa que está lejos de valorarlos. El fuerte componente carismático de Cristina Fernández de Kirchner, y sus indiscutibles habilidades escénicas, han generado un efecto de seducción en gran parte del mundo del arte y la cultura, que ve en su líder a una figura con sensibilidad política.

En medio de un sinfín de adversidades, hay un gran sector de nuestra sociedad que se rehúsa a seguir el juego de la radicalización. Sin ir más lejos, Pablo Echarri sigue siendo un éxito como parte de la notable obra Art, más allá de que el artista haya sido denunciado por "incitación a la violencia colectiva". Si bien como situación aislada de intento de escrache, hace un par de semanas circularon imágenes de un joven que pasó por la puerta del teatro vociferando en contra del compañero de elenco de Fernán Mirás y Mike Amigorena, el público está dejando en claro que hay una saludable intención de superar la grieta para priorizar la propuesta artística del aclamado espectáculo en el que participa el actor que volvió a los titulares por su desafortunado tuit.

Este avance hacia la apreciación del contenido por encima de las etiquetas políticas, es un concepto que Florencia Peña parece no estar dispuesta a decodificar del todo. Para la actriz y conductora, no existe la posibilidad de que su programa LPA (América) sea fallido, sino que es resistido por un sistemático despliegue de persecución ideológica. En el caso del cierre de su cuenta de Instagram, si bien es sabido que las reglas de la popular red social en muchos casos resultan pacatas y arbitrarias, no queda otra que adaptarse a su dinámica si se va a hacer un negocio millonario con ella. En este sentido, la escena que montó la artista como víctima de un entramado internacional en su contra, pecó de insólita exageración.

Florencia Peña.

Volviendo sobre las causas y defensas como significantes vacíos, tanto el "no la toquen a Cristina porque se arma" de Pablo Echarri, como la obsesión de erigirse como mártir de Florencia Peña, resultan reacciones con una matriz más anacrónica que progresista. Si el beligerante mensaje en Twitter del actor es de un reduccionismo que a esta altura debemos superar, la denuncia de persecución que acusa la actriz, por temas que ella misma eligió desde hace tiempo no tocar ni en redes ni en televisión, nos recuerda que la autocrítica es la base para pensar en cualquier ideal de progreso.

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