La hermana secreta de Isidris: la piedra que convoca en la montaña de Mendoza
Un nuevo punto de energía se esconde en la montaña, en plena Reserva Villavicencio. Una piedra donde muchos van a buscar paz y recargarse de buenas ondas.

La piedra está ubicada en un rincón de Villavicencio, lugar hasta donde muchos llegan en secreto a meditar, reflexionar y buscar un poco de paz en medio de una rutina diaria estresante.
MDZ / Gema GallardoEn Mendoza, los paisajes de la cordillera siempre guardan rincones que sorprenden. No todos están en las guías turísticas ni figuran en los folletos que promocionan bodegas o circuitos de trekking. Algunos se transmiten de boca en boca, casi como un secreto compartido, y poco a poco se convierten en destino de peregrinación alternativa. Tal es el caso de una piedra ubicada en plena Reserva Natural Villavicencio, que en los últimos meses comenzó a ganar notoriedad entre quienes buscan experiencias de conexión espiritual.
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Cómo llegar a la piedra
El acceso no está señalizado, y quizás ese sea parte de su encanto. Quien viaja por la Ruta Provincial 52 rumbo a Villavicencio debe prestar atención a un tramo donde la ruta se bifurca: por un lado, el asfalto que conduce al histórico Hotel Villavicencio; por el otro, un camino de tierra que se abre discretamente hacia la derecha. Es allí donde hay que desviarse. Siguiendo esa huella, y antes de cruzar un cauce seco -un río sin agua, fácilmente reconocible- aparece la piedra que se ha transformado en punto de reunión para meditadores, curiosos y buscadores de energía.
La roca, de gran tamaño y con tonos que combinan grises, rojizos y vetas más claras, se alza en medio del terreno pedregoso. Alrededor, otras piedras menores parecen conformar un círculo natural, como si el paisaje hubiera dispuesto un pequeño altar al aire libre. El marco es imponente: montañas recortadas contra el cielo, un silencio profundo interrumpido solo por el viento, y la sensación de estar lejos de todo, aunque se trate de un sitio de fácil acceso.
Un fenómeno que crece en silencio
No hay carteles, no hay infraestructura turística. Sin embargo, la piedra ya es protagonista de encuentros grupales. “Preferimos no dar nombres ni mostrarnos en fotos porque esto es algo muy personal”, cuenta una mujer que cada mes viaja desde la Ciudad de Mendoza para compartir meditaciones junto a amigos. “Lo que sentimos acá no es fácil de explicar. Es como un reinicio: dejamos atrás lo pesado y nos recargamos de algo nuevo”, agregó.
Otro visitante, un joven de Guaymallén, relata que llegó por recomendación: “Me habían dicho que era un buen lugar para meditar. Me senté, apoyé las manos y sentí como un pulso, un cosquilleo. Desde entonces vuelvo cada tanto, sobre todo cuando necesito claridad”.
Los rituales que se realizan en torno a la piedra son sencillos: círculos de silencio, ejercicios de respiración, meditaciones guiadas y la costumbre de apoyar las manos sobre la superficie rocosa, buscando esa conexión que muchos describen como “energética”. Nada de fuegos ni ofrendas que puedan dañar la reserva: solo el cuerpo, la piedra y la montaña como testigos.
El paralelo con Isidris
La historia de esta piedra inevitablemente recuerda a la de la célebre Piedra de Isidris, en El Challao. Allí, durante décadas, se han reunido grupos esotéricos, espirituales, turistas e incluso curiosos convencidos de que esa roca funciona como un portal energético o un lugar de vibraciones especiales. La piedra de Villavicencio parece seguir un camino similar, aunque con una diferencia clave: aún conserva el carácter íntimo y discreto de los sitios que no fueron masificados.
“En El Challao a veces es difícil encontrar calma porque se llena de gente. Aquí todavía se siente la intimidad, la posibilidad de conectarse sin distracciones”, explica un hombre que se presenta como integrante de un grupo de meditación y señala: “Es un espacio puro, todavía no explotado”.
Esa comparación con Isidris no es casual. Mendoza suma así un nuevo punto dentro del mapa de lugares de energía que atraen tanto a buscadores espirituales como a viajeros interesados en experiencias distintas.
Turismo y espiritualidad
El fenómeno no pasa desapercibido. Si bien la Reserva Villavicencio ya es un destino visitado por miles de personas cada año -con sus serpenteantes caracoles de montaña, su fauna protegida y el icónico hotel-, esta piedra representa un atractivo paralelo que no aparece en los circuitos tradicionales y que se extiende en el boca a boca.
Los testimonios coinciden en un punto central: lo que buscan quienes llegan hasta la piedra es paz. “Vivimos en un mundo acelerado y la montaña ofrece un refugio. Pero esta roca tiene algo distinto, es como si vibrara de otra manera”, asegura una visitante de Luján de Cuyo que llegó junto a su familia.
Un secreto que se expande
Quizás parte del magnetismo del lugar radique en que no hay certezas. No hay explicaciones oficiales ni estudios que determinen por qué allí se siente “algo distinto”. Todo se sostiene en la experiencia personal de quienes llegan y regresan con la convicción de haber atravesado un momento único.
Así, entre lo turístico y lo espiritual, la piedra de Villavicencio se abre camino como un nuevo punto de energía en la provincia. Un lugar escondido en la ruta 52, donde el asfalto da paso a la tierra y el viajero curioso encuentra no solo un paisaje de montaña, sino también la posibilidad de conectar con un misterio que sigue creciendo en silencio.