Presenta:

Jardín: el secreto casero para sacar raíces nuevas de una orquídea marchita

Una guía práctica, simple y sin vueltas para transformar los tallos de tu orquídea en plantas nuevas, con paciencia y cuidados mínimos.

Las orquídeas se caracterizan por sus hermosas flores.

Las orquídeas se caracterizan por sus hermosas flores.

Después de la última floración, muchas personas creen que su orquídea llegó al final del camino. El tallo se ve seco, sin flores, y la tentación de cortarlo y olvidarse del tema es fuerte. Pero lo cierto es que ese tallo puede volver a dar vida. No hace falta ser jardinero ni tener experiencia.

Solo necesitás un rato tranquilo, una tijera limpia, un poco de agua y ganas de intentarlo. Lo que sigue es un proceso simple, casi terapéutico, para que tu orquídea phalaenopsis vuelva a sorprenderte.

Primero, esperá a que la última flor se caiga por completo. Cuando el tallo quede “pelado”, fijate en los pequeños nudos o protuberancias: son brotes latentes. Con una tijera bien desinfectada (podés usar alcohol o lavandina diluida), cortá el tallo en partes de unos 5 a 7 cm, cuidando que cada pedacito tenga al menos un nudo. No apures este paso. Cortá con cuidado, sin aplastar. Esos trozos son la base de todo lo que vendrá.

Mira cómo enraizar a las orquídeas

orquídeas

Mira como enraizar a las orquídeas<>

Una vez que tengas los segmentos listos, prepará un vaso con agua tibia y agregá un toque de hormona de enraizamiento (la conseguís fácil en cualquier vivero, pero si no tenés, igual podés seguir). Sumergí los extremos de cada pedazo durante cinco minutos. Mientras tanto, humedecé una toalla de papel o servilleta y ponela en el fondo de un vaso limpio, sin que chorree agua.

Ahora colocá los pedacitos de tallo, uno por uno, de pie o apoyados contra el costado del vaso. Agregá un poco más de agua, solo hasta cubrir un tercio del tallo. No más. Demasiada humedad puede pudrirlos. Para mantener el ambiente, cubrí el vaso con un poco de film plástico (sí, el de cocina) y hacé algunos agujeritos con un palillo para que respire.

Esto que armaste es como un pequeño invernadero casero. Un espacio controlado donde los esquejes van a poder enraizar sin sobresaltos.

La espera: lo invisible empieza a crecer

De acá en adelante, se trata de tener paciencia. No es inmediato. Los primeros días no pasa nada. Pero si los tenés en un lugar con luz suave (cerca de una ventana, sin sol directo) y buena temperatura, algo mágico empieza a pasar.

A los 20 o 30 días, si todo va bien, vas a notar pequeñas puntas blancas saliendo de los nudos. Son las raíces nuevas. En ese momento, probablemente sientas algo parecido al orgullo. Porque sí: lo hiciste vos, con tus manos.

No te olvides de revisar el nivel de agua una vez por semana. Si notás que bajó mucho, sumá un poquito más. Si se ensució, cambiá el vaso. El ambiente tiene que estar siempre limpio y húmedo, pero no mojado al extremo.

Una vez que esas raíces midan entre 3 y 5 centímetros, ya podés pasar cada esqueje a una maceta pequeña. Pero no uses tierra común. Las orquídeas necesitan aire en las raíces. Lo mejor es una mezcla de corteza de pino, carbón vegetal y un poco de perlita (se consigue en viveros).

Poné el esqueje con cuidado, sin enterrarlo demasiado. Apenas apoyalo y sujetalo con palitos o piedras si hace falta. Regá con moderación y dejalo en un lugar luminoso, sin cambios bruscos de temperatura.

Una orquídea nueva que nació de tu cuidado

Lo lindo de este método es que no solo multiplicás tus plantas. También te da algo más: tiempo para vos. Porque cuidar una orquídea no es solo cuestión de botánica. Es también un gesto de atención, de calma, de espera.

En un mundo donde todo es rápido, este proceso te invita a frenar. A mirar cómo algo aparentemente muerto se transforma en vida otra vez. Y esa es una sensación difícil de explicar, pero fácil de reconocer cuando la vivís.

Así que, la próxima vez que tu orquídea deje de florecer, no la descartes. Usá estos pasos y animate a acompañarla en su segundo comienzo. A veces, solo se necesita un poco de agua… y alguien que crea que todavía puede crecer.