Cuál es la temperatura justa clave para disfrutar el vino
La forma en que servimos el vino puede potenciar o arruinar la experiencia: la temperatura es el factor decisivo.

La temperatura del vino es clave para disfrutarlo. Foto: Shutterstock
Respetar la temperatura de servicio no es un capricho: es el secreto para que cada vino exprese su verdadera esencia en aromas y sabores. Son factores importantes a tener en cuenta.
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En el universo del vino, la temperatura a la que se sirve cada copa cumple un rol fundamental. Un blanco helado en exceso pierde frescura y se apaga, un tinto servido demasiado caliente resalta el alcohol y se vuelve áspero. Encontrar el punto justo es lo que permite que el vino se exprese con toda su riqueza.
A qué temperatura se sirve el vino
Los especialistas recomiendan seguir parámetros básicos: los vinos blancos jóvenes y los espumosos se disfrutan entre 6° y 10° C, porque esa frescura resalta su acidez y vivacidad. Los rosados y tintos ligeros encuentran su equilibrio entre 10° y 14° C, mientras que los tintos más estructurados revelan su complejidad aromática y suavizan sus taninos entre 16° y 18° C.
La explicación es sencilla: la temperatura influye directamente en cómo percibimos los aromas y sabores. Si el vino está muy frío, los compuestos aromáticos se cierran y la sensación en boca se vuelve rígida. En cambio, si está demasiado cálido, los alcoholes se vuelven dominantes y enmascaran el trabajo del enólogo.
Por eso, servir el vino en su rango adecuado no es un detalle técnico reservado a sommeliers. Es un gesto de respeto hacia la botella, hacia quien la produjo y, sobre todo, hacia el consumidor. En definitiva, la temperatura justa es la llave que abre la puerta a la experiencia completa que cada vino encierra.