Felipe Staiti lleva el vino mendocino de la mesa familiar a la enología de élite
Felipe Staiti cuenta cómo el vino pasó de ser un ritual cotidiano en su infancia a convertirse en una pasión internacional junto al enólogo Marcelo Pelleriti.

En Mendoza, el vino no es solo una bebida: es parte de la identidad cultural. Felipe Staiti, músico y ahora también productor, recuerda cómo esta tradición lo acompañó desde la mesa familiar hasta proyectarse en el mundo con etiquetas propias que hoy recorren distintos continentes.
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De la mesa familiar a las barricas de élite
Desde niño, Staiti vivió el vino como un código cotidiano en almuerzos y celebraciones. Con los años, esa costumbre se transformó en destino: junto al reconocido enólogo Marcelo Pelleriti, comenzó a elaborar vinos de alta gama. “El vino sigue siendo emoción”, asegura, más allá de la técnica y la ciencia.
Música, coraje y uvas: el nacimiento de una pasión
El salto a la enología surgió gracias a una invitación de Pelleriti. Así nació Vértigo, su primer vino Syrah-Malbec, seguido por Euforia, un Malbec homenaje a Mendoza. Sus etiquetas conquistaron mercados como China, Alemania y Australia con puntajes destacados.
“Vino en balde”: la anécdota que define a Mendoza
Staiti recuerda una historia juvenil en Valle Grande: un hombre que se acercó con “un balde rojo lleno de vino blanco”. Para él, esa imagen resume la esencia popular del vino mendocino: cercano, cotidiano y auténtico.
El secreto del éxito: entre lo cotidiano y lo excepcional
Para Staiti, tanto la música como el vino son puentes de emociones. Sus vinos hoy son reconocidos internacionalmente, pero conservan el espíritu mendocino que los inspira. “No sé cuál será el próximo capítulo, pero sé que esta historia ya dejó huella”, afirma.
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