Historias empresarias

Hijos y nietos: cómo continúan las empresas tradicionales de Mendoza

La importancia de las reglas claras para que la familia no se resienta, la diversificación de unidades de negocios que nutran a la compañía principal y sostengan a las nuevas generaciones. La portación de apellido y la responsabilidad que ello implica.

Diana Chiani
Diana Chiani domingo, 23 de abril de 2023 · 11:13 hs
Hijos y nietos: cómo continúan las empresas tradicionales de Mendoza
Los cosechadores de Bodegas López en el año 1900 Foto: Gentileza Bodegas López

Una imagen que podría ser común es la de una mesa familiar en la que se mezclan las conversaciones triviales con las personales y laborales. Nada raro para los domingos de muchos argentinos que suelen reunirse, pero que en el caso de quienes forman parte de una empresa familiar puede tener un matiz diferente. En Mendoza, como en diversas partes del país, hay apellidos que parecen estar desde siempre como referentes y hacedores de la economía.

Cuando se habla de empresarios mendocinos, es probable que lleguen a la memoria diversas figuras de renombre atadas a la idea de poder económico y tradición local. Lo cierto es que más allá de las particularidades, se trata de compañías familiares que lograron mantenerse a través del tiempo, gracias a la participación y al trabajo de sus descendientes.

Segundas, terceras y hasta cuartas generaciones que llevan adelante firmas que comenzaron hace varios años hoy se enfrentan al doble desafío de crecer e innovar al tiempo que mantener la armonía familiar. Y lo que “pasa en todas las familias”, no es ajeno a estas que portan un apellido, una tradición, llevan adelante el negocio y buscan que el legado continúe.

Las maneras que estas empresas han encontrado son diversas. Algunas prefieren a buena parte de la familia afuera de las tareas cotidianas, otras buscan la integración armónica. También están los que piden asesoramiento externo para realizar los traspasos o cambios, sin que la familia se pelee, y quienes suman a las nuevas generaciones desde abajo, para que trabajen como cualquier otro.

Entre el legado y lo que viene

“Tal vez lo más complicado sea contener a las nuevas generaciones y a la familia que se agranda”, comentó Eduardo López, presidente y cuarta generación en Bodegas López. Para ellos, la forma de hacerlo ha sido que más allá de las acciones que a cada heredero le corresponden, la empresa esté profesionalizada y no se contrate a miembros de la familia a menos que se necesite esa posición y que el postulante “familiar” posea las capacidades requeridas para el puesto. En la actualidad son solo tres los López que forman parte cotidiana de la empresa.

Mauricio Badaloni, presidente de Fundación Andesmar.

No hay fórmulas sino experiencias. Además de la idea de sostener la armonía familiar y no despilfarrar el legado ni cultural ni económico, la adaptación y la innovación han sido claves para crecer. “Con la velocidad de los cambios, el liderazgo no tiene que estar necesariamente en ese apellido sino en la adaptación, la evolución o la innovación que se necesita y que las nuevas generaciones podemos aportar”, reflexionó Mauricio Badaloni, presidente de Fundación Andesmar y tercera generación en la empresa.

Una de las modalidades implementadas, tanto por Andesmar, fundada en 1967 con el objetivo de unir la montaña y el Atlántico (“mi abuelo siempre vacacionaba en Monte Hermoso”, recordó Badaloni), también es utilizada por otras firmas familiares. Se trata de cobijar a los que vienen, no sólo dentro de la empresa principal, sino también cerca de ella. Es decir, con nuevas o diferentes unidades de negocios que nutran o se relacionen con la principal.

El caso de la familia Pagano, dueña de Montemar, una compañía financiera provincial que logró mantenerse más de 65 años en un mercado ultra regulado y con la presencia de grandes corporaciones nacionales e internacionales. Federico Pagano, gerente general y tercera generación de la firma fundada por su abuelo y tres socios más, relató que el comienzo de la empresa fue una casa de créditos hasta que, diez años más tarde, se transformó en una entidad financiera regulada.

Pagano atribuye la supervivencia de la empresa a la prudencia y perseverancia de su padre y de la empresa en general. Con relación a la familia y a los socios que todavía forman parte, el empresario y economista contó que al ser un servicio financiero cuenta con importantes regulaciones generales. Entre ellas, el hecho de que necesita diversos servicios asociados y debe certificar la calidad de las empresas que se lo prestan. Se trata de una exigencia de garantía que en cierto modo regula las relaciones familiares.

Valentina Monteverdi es una de las que forma parte de la tercera generación de la empresa constructora que fundó su abuelo, continuaron su padre y su tío y ahora, junto a ellos, lleva adelante con sus primos. Entre las alternativas que han surgido, no sólo para cuidar la armonía familiar, sino también para cobijar a las generaciones que se suman, se encuentra la diversificación atada a la actividad principal. En la actualidad buscan ampliar el taller metalúrgico para construir sus estructuras mientras que en 2021 inauguraron su propia planta para elaborar hormigón.

Federico Pagano, gerente general y tercera generación de la firma fundada por su abuelo.

Un caso similar es el de Rubén David y sus tres hermanos que participan por partes iguales de los negocios creados por su padre Oscar, quien comenzó con un reparto de fiambre y hoy cuentan con un importante supermercado mayorista, una reconocida panadería con sucursales, franquicias y casa de té y Casa David Wine & Horse. Las nuevas unidades de negocios han servido para diversificar y para encontrarle la vuelta a un formato familiar que en Argentina no existe.

No hay legislación específica para las empresas familiares que, si crecen, deben convertirse en sociedades”, explicó David. Su idea es que su padre, fundador y dueño de la empresa, continúe al frente de todo, pero no es posible en un contexto de crecimiento. “Estamos preparando a la tercera generación y buscamos entusiasmarlos”, relató el empresario, quien se lamentó del poco cuidado que en Argentina tienen las empresas familiares que son una de las bases de la economía del país y que muchas veces se pierden en medio de la macro y la falta de apoyo.

El valor del apellido

La portación de apellido es uno de los factores que los herederos sienten y viven con orgullo. Es que Mendoza es una provincia chica donde muchos se conocen entre sí y en la que buena parte de la sociedad conoce el nombre de los pioneros. Uno de ellos fue José Gregorio López Rivas, un inmigrante que en 1898 llegó a la provincia y que labró la tierra durante diez años hasta que se dio cuenta de que la uva y el vino podrían ser una mejor salida.

La antigua bodega López.

“Para mí el apellido es una responsabilidad y, lejos de ser un peso, lo siento como una ventaja competitiva”, expresó Eduardo López quien destacó la visión de su abuelo como un visionario que siempre hizo foco en la calidad. Es que cuando lo reconocen como “dueño” o uno de ellos, las personas se emocionan al rememorar los vinos que tomaban sus padres o abuelos y para los clientes es una especie de garantía. 

“El desafío de las empresas familiares es su profesionalización”, opinó López y contó que en su empresa hay protocolos claros con relación al ingreso de los miembros de la familia a la bodega. Las reglas claras son, tanto para ellos como para otras compañías de similar origen, la clave para cuidar las relaciones que, al fin de cuentas, son las que servirán para sostener en el largo plazo la firma y el legado de sus antecesores. “Es importante que quede todo escrito”, opinó Monteverdi.

Federico Pagano es economista y en 2008 comenzó a formar parte de la empresa, justo el día del aniversario de Montemar a instancias de su padre. Su tío hoy está en la presidencia y el resto de las familias fundadores con sus respectivos herederos continúan como accionistas. Orgulloso de sus orígenes, no le fue sencillo hacerse cargo debido al estrecho vínculo que tenía con su progenitor y guía, quien falleció en 2019, y siempre le dio alas.  

La vivencia de Badaloni es que la portación de apellido lo ha llevado a cierta cautela y sobre exigencia para estar a la altura. Sin embargo, para él no tiene tanto que ver con el nombre en sí, sino con la “impronta” que tanto sus padres como abuelos le dieron a la empresa y que está relacionada con el valor, los servicios y el dar la cara o hacerse responsable cuando las cosas no salen bien.

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