Fuego perfecto sin estrés: la técnica simple para encender el carbón y ganar tiempo en el asado
Con una buena elección del carbón, un armado que deje respirar al fuego y un encendido seguro, es posible obtener brasas uniformes y cocinar con más control.
En esta nota te contamos cuál es la mejor manera de hacer el fuego para el asado con carbón.
En la previa de un asado, casi todos tienen una historia: el fuego que no prende, el humo que irrita los ojos o esa ansiedad de mirar el reloj mientras los invitados preguntan cuánto falta. Encender el carbón no es un trámite. Es el primer paso para que la parrilla responda.
Con un método simple, puedes lograr brasas parejas en menos tiempo y sin alterar el gusto de la carne.
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El combustible manda
Antes de pensar en fósforos, elige qué vas a usar. El carbón vegetal suele reaccionar rápido y levanta temperatura con facilidad, ideal si quieres arrancar sin demoras. Las briquetas tardan más en “despertar”, pero entregan calor constante durante más rato, útil para cocciones largas. En ambos casos, revisa el estado del producto: piezas húmedas, demasiado polvo o restos blandos complican el prendido.
Guárdalo en un lugar seco y ventilado. Evita mezclar bolsas antiguas con bolsas recién compradas: la humedad escondida y el polvo acumulado cambian la combustión.
Cómo acomodar para que respire
En la parrilla, el orden sí importa. En lugar de tirarlo al azar, arma un cono y deja un hueco en el medio. Ese espacio es la puerta de entrada para la primera llama. Entre los trozos, deja pequeñas separaciones para que circule el aire. Si aprietas todo como un bloque, el fuego se queda sin oxígeno y se vuelve inestable. Si hay mucho viento, haz el cono más bajo para que no se desarme. Si el día está calmo, crea un canal de aire debajo usando dos ladrillos o una bandeja metálica invertida.
Con la estructura lista, llega el momento clave. Un camino casero es usar papel absorbente o diario hecho bolitas, humedecido con un poco de aceite vegetal. Pon esas bolitas en el hueco central y cúbrelas con carbón, sin aplastarlas. El aceite prolonga la combustión del papel y ayuda a contagiar la llama. Algunas personas suman una pizca de azúcar para acelerar el arranque: sirve, pero sin excederte. La otra vía es usar líquido iniciador pensado para parrillas, dejar que actúe unos minutos y recién ahí prender. No uses nafta ni alcohol: son peligrosos y pueden dejar olores.
Cuando el fuego ya está vivo, el siguiente objetivo es sostenerlo. Si ves que se apaga, no es una tragedia. Es común. Dale oxígeno con un abanico, una tapa de cartón o un fuelle, siempre a distancia para evitar chispas en la cara. El mejor momento para cocinar no es cuando hay llamaradas. Es cuando esas llamas bajan y se forma una brasa firme, con el exterior más claro y el centro bien caliente. Ahí el calor se vuelve parejo y la carne se cocina con más control, sin quemarse por fuera y quedar cruda por dentro. Si vas a sumar verduras o chorizos, ese punto marca la diferencia.
Con las brasas listas, deja atrás la forma de cono. Distribuye el carbón para que el calor llegue por igual a la zona donde vas a apoyar los cortes. Si quieres manejar dos intensidades, corre más brasas a un lado para sellar y deja otro sector más suave para terminar, reposar o mantener. Ese “doble carril” te salva cuando hay distintos puntos de cocción en juego.
Un detalle final: a veces, acomoda las brasas con una pala o atizador para evitar pozos fríos y recuperar potencia. Cuando el fuego se ordena, el asado sale parejo desde el primer bocado. Si tienes tiempo, enciende con calma y reserva un rincón sin brasas para mover piezas. Una base pareja evita apuros y te permite concentrarte en el punto de cada corte.


