Fue a entrenar y perdió $200.000: así fue el robo en gimnasio Megatlon
Un socio denunció el robo de su mochila con $200.000 en el vestuario de un gimnasio de Palermo y cuestionó la respuesta de la cadena. Su historia la contó en MDZ Ciudadano.

El caso del robo pone bajo la lupa protocolos, controles y tecnología de cierre en vestuarios en los gimnasios. Imagen ilustrativa.
MDZ Ciudadano volvió a visibilizar una escena que nadie espera en medio de una clase de gimnasio. El martes 12 de agosto de 2025, Luciano sufrió un robo en Megatlon de Palermo, en calle Arenales 3370, terminó la jornada sin su mochila y con una mezcla de bronca e indefensión.
Mientras completaba su rutina, una persona logró abrir el casillero que había dejado con combinación numérica y se llevó 200.000 pesos, ropa recién comprada y varios objetos de uso diario. El episodio reinstaló una pregunta incómoda para cualquier cadena: qué ocurre con la seguridad en vestuarios y qué respuesta reciben los clientes cuando un delito se produce dentro de las instalaciones.
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La historia también muestra un punto ciego frecuente: la confianza con la que se encara el entrenamiento puede chocar, de golpe, con la vulnerabilidad de espacios donde circulan muchas personas.
El ingreso al vestuario y la secuencia del robo
El hombre reconstruyó el paso a paso con precisión. "Mientras realizaba mi rutina comenzó a circular entre los socios que ese mismo día ya habían sido violentados tres casilleros. Los candados aparecieron dañados o manipulados. Con ese dato en mente, interrumpo por unos minutos el entrenamiento y fui al vestuario para comprobar si todo estaba en orden", comenzó diciendo Luciano a MDZ.
Confirmó que su casillero permanecía cerrado, volvió a la sala de máquinas y terminó la rutina. Al regresar, encontró la puerta de su casillero estaba abierta. La mochila ya no estaba. Junto con el dinero, habían desaparecido la ropa nueva y artículos personales que llevaba consigo. "Con ese dinero iba a pagarle a mi profesor personal", confirmó Luciano. En cuestión de minutos, un espacio percibido como seguro se transformó en el punto exacto donde todo se perdió.
La respuesta del gimnasio
Según su testimonio, cuando pidió que la empresa formalizara una denuncia por lo ocurrido, le respondieron que debía hacerla él en forma particular. Esa postura la sintió distante. Asegura que no recibió asistencia para el trámite, ni un acompañamiento básico, ni un gesto de cortesía por el mal momento.
La percepción de soledad se potenció al notar que nadie asumía responsabilidades por lo sucedido en un ámbito al que solo ingresan socios y personal autorizado. La víctima admite que recuperar el dinero es improbable. Para él, una comunicación activa, la ayuda para iniciar la denuncia y una señal concreta de apoyo hubieran hecho una diferencia. La cadena, por ahora, no modificó su postura, y la discusión volvió a instalarse entre quienes entrenan allí.
La denuncia y las pistas
Al día siguiente, el damnificado radicó la denuncia en la comisaría de la zona. Desde la Justicia informaron que el caso seguiría su curso. La información preliminar apunta a un hombre de unos cuarenta años que habría ingresado al vestuario sin obstáculos y actuado con calma, como si conociera la dinámica del lugar. Los investigadores no descartan que haya recibido ayuda interna o externa: alguien que le facilitara horarios de clases, momentos de menor circulación o detalles sobre cómo funcionan los casilleros con clave numérica.
Ese margen de tiempo y de información habría sido clave para operar sin llamar la atención. Por ahora no hay recupero de bienes ni imputados, pero el expediente avanza con relevamientos de cámaras y con testimonios de socios que podrían aportar datos sobre movimientos inusuales.
El caso pone bajo la lupa protocolos, controles y tecnología de cierre en vestuarios. Muchos casilleros funcionan con clave numérica. Ese sistema, si no se renueva o queda a la vista, facilita el trabajo de oportunistas. También reabre el debate sobre los límites de responsabilidad de las cadenas ante delitos y las herramientas que ofrecen a quienes resultan damnificados de sus servicios.
¿Hay seguros específicos? ¿Se acompaña el trámite ante la comisaría? ¿Se activan alertas también cuando hay reportes previos? En paralelo, la experiencia de Luciano interpela a cualquiera que entrena: no se trata solo de dinero; se trata de confianza. La expectativa de un entorno cuidado choca con la realidad de un vestuario vulnerable. El proceso judicial seguirá su curso. La pregunta que queda es si habrá cambios reales para que algo así no vuelva a ocurrir.
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