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Dislexia en la universidad: cuando aprender exige que el sistema también aprenda

En el Día de la Dislexia, universitarios piden diagnósticos a tiempo, apoyos reales y evaluaciones inclusivas para aprender sin quedar atrás.

La dislexia es un Trastorno Específico del Aprendizaje de origen neurobiológico.

La dislexia es un Trastorno Específico del Aprendizaje de origen neurobiológico.

Archivo MDZ

La dislexia afecta a uno de cada diez estudiantes, según la Organización Mundial de la Salud. No se trata de un detalle menor: miles de jóvenes enfrentan a diario un sistema educativo que, muchas veces, no logra leerlos a ellos.

La dislexia es un Trastorno Específico del Aprendizaje de origen neurobiológico

Se manifiesta en dificultades en la precisión y fluidez de la lectura, en la decodificación de palabras y en la escritura. Lejos de ser un problema de inteligencia -como todavía algunos suponen-, tiene que ver con un modo distinto de procesar la información. Y ese “distinto” suele chocar contra estructuras educativas rígidas.

En la Argentina, la Ley 27.306 de 2016 declaró de interés nacional el abordaje integral de los Trastornos Específicos de Aprendizaje. Esa norma obliga a las instituciones educativas a implementar adecuaciones para garantizar el derecho a aprender. En el papel, las herramientas existen: ajustes en metodologías, formatos de evaluación, tiempos de examen o uso de tecnologías. En la práctica, sin embargo, queda un largo trecho.

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En la Argentina, la Ley 27.306 de 2016 declaró de interés nacional el abordaje integral de los Trastornos Específicos de Aprendizaje.

En la Argentina, la Ley 27.306 de 2016 declaró de interés nacional el abordaje integral de los Trastornos Específicos de Aprendizaje.

La pregunta que incomoda es: ¿qué pasa cuando un estudiante con dislexia llega a la universidad? Allí, donde la información es casi exclusivamente textual, los desafíos se multiplican. Los exámenes escritos, con consignas densas y tiempos acotados, se convierten en un muro. Y muchas veces el desconocimiento (o los prejuicios) pesan más que la empatía: se sigue creyendo que “con más esfuerzo alcanza” o que dar más tiempo en un examen es “una ventaja injusta”.

Acompañar a un estudiante con dislexia no es favorecerlo

Es nivelar el terreno para que pueda demostrar lo que sabe. Algunas medidas simples hacen una gran diferencia: consignas claras, tipografías legibles, interlineado generoso, textos digitales compatibles con lectores de voz, y sobre todo tiempo adicional en los exámenes. No todos los estudiantes necesitan las mismas adaptaciones, y por eso el conocimiento docente y la escucha individual son fundamentales.

La universidad tiene un rol decisivo. Su tarea no es rebajar la exigencia académica, sino repensar el modo en que se accede al conocimiento. Reconocer la dislexia no como un obstáculo insalvable, sino como una forma distinta de aprender. Porque la verdadera igualdad de oportunidades no se alcanza tratándolos “igual que a todos”, sino entendiendo que la justicia también implica diferencias.

Con apoyos adecuados, los estudiantes con dislexia no solo pueden completar sus estudios universitarios, sino también desplegar con éxito su talento profesional. La pregunta ya no debería ser si ellos están preparados para la universidad, sino si la universidad está preparada para ellos.

* Catalina Bolaños. Asesora pedagógica de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. Licenciada en Educación Inclusiva.