Del hipopótamo de Lalanne al huevo de Fabergé, de las esculturas de Barragán al patrimonio del Fondo Nacional de las Artes
El récord de una pieza de Lalanne reabre el debate entre arte, artesanía y diseño, y refleja cómo el mercado redefine hoy el valor cultural.
Claudio Barragán, caballos
FNA.La noticia sacudió al mercado internacional del arte y el diseño con una contundencia poco frecuente: Hippopotame Bar (1976), una escultura-mueble de François-Xavier Lalanne, fue rematada por Sothebys esta semana en 31,4 millones de dólares, estableciendo no sólo un récord absoluto para el artista, sino también el precio más alto jamás pagado en subasta por un objeto de diseño.
El resultado, muy por encima de las estimaciones, reconfigura jerarquías y obliga a revisar categorías que durante décadas parecieron estables: ¿estamos ante una obra de arte, una pieza de artesanía de lujo, un objeto funcional o todo eso a la vez?
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El mercado se ha encargado de volverla urgente
Lalanne, que durante años fue leído como un creador situado en los márgenes entre escultura y mobiliario, ingresa ahora —por la puerta grande del precio— en una liga comparable a la del arte contemporáneo de primera línea. El hipopótamo que se abre para revelar un bar completamente equipado no es sólo un alarde de ingenio formal y técnico; es la consagración de una idea: que la frontera entre uso y contemplación, entre oficio y arte, puede ser deliberadamente ambigua… y extraordinariamente rentable.
Diseñado en 1976 y realizado en cobre, metales nobles y madera, Hippopotame Bar pertenece a la familia de los célebres “animales-mueble” de Lalanne, esa utopía doméstica donde la poesía, el humor y el bestiario fantástico se integran a la vida cotidiana. Pero esta pieza añade capas decisivas: es un ejemplar único, encargado por la mecenas Anne Schlumberger, acompañado por archivos y dibujos originales, y conservado en estado excepcional. En un mercado cada vez más narrativo, donde la historia pesa tanto como la forma, la obra reúne todos los atributos del objeto-trofeo contemporáneo.
El impacto de este récord excede a Lalanne
Marca un punto de inflexión para el diseño coleccionable, un territorio que durante años orbitó entre las artes decorativas y el arte moderno sin terminar de ser absorbido por ninguno de los dos. Hoy, un hipopótamo-bar puede competir en precio y prestigio con esculturas consagradas del siglo XX. La artesanía sofisticada, el virtuosismo técnico y la función doméstica ya no son obstáculos para la consagración; por el contrario, se han vuelto parte del atractivo.
En ese mismo eje se inscribe otro fenómeno reciente: la venta récord de un huevo imperial de Fabergé, al que nos referimos en esta misma columna un par de semanas atrás.
El mercado, una vez más, resolvió la discusión a su manera
Al convertir uno de esos huevos en un objeto de valor récord, lo reinscribió no sólo en la historia del arte, sino en la del capital simbólico contemporáneo. Fabergé y Lalanne, separados por contextos históricos y estéticos muy distintos, comparten hoy una misma condición: la de haber transformado el saber artesanal en una forma suprema de singularidad cultural. Entre nosotros, otros eventos pueden ser leídos dentro de la misma dualidad (aunque no sea el mercado y los “consagratorios” récords quien los pone en el tapete).
La exposición del Fondo Nacional de las Artes, dedicada a las artesanías folklóricas de su colección patrimonial, que se inauguró el viernes pasado en la Casa Victoria Ocampo, propone una mirada diferente. Textiles, cerámicas, cueros, platería y cestería aparecen allí no como objetos excepcionales destinados a vitrinas millonarias, sino como expresiones de saberes colectivos, transmitidos de generación en generación, anclados en territorios y comunidades concretas.
Presentada en homenaje a Teresa Anchorena, “Legados del hacer” reúne 60 artesanías destacadas de la colección del Fondo Nacional de las Artes, que trascienden la diversidad de materiales, regiones y épocas testimoniando tradiciones que se enraízan en etnias remotas.
La colección de artesanías del FNA
Surgió desde los inicios del Organismo en 1958 bajo la presidencia del Dr. Juan Carlos Pinasco y tuvo en el Dr. Augusto Raúl Cortazar, uno de los primeros directores de esta institución y especialista en Folklore un entusiasta impulsor. Cortazar trabajó en el relevamiento de los artesanos y sus producciones en todas las provincias, realizando adquisiciones de piezas para el acervo patrimonial del organismo.
Por su parte, la reciente exposición de Claudio Barragán de esculturas construidas en maderas ensambladas con la vieja técnica (ya perdida) que los viejos carpinteros usaban para hacer los cascos de los barcos, destaca la importancia de la relación física directa con el material. No hay allí funcionalidad doméstica ni lujo ostensible en la obra, pero sí una reivindicación del trabajo manual como núcleo del sentido artístico. Barragán no disimula el peso, la textura ni el esfuerzo: los incorpora como parte esencial de su hacer.
Vistas en conjunto, estas escenas —el récord de Lalanne, el huevo de Fabergé, la exposición del Fondo Nacional de las Artes y la obra de Barragán — dibujan un mapa de tensiones contemporáneas que ya no son novedosas. Poco importa si un hipopótamo-bar o un huevo esmaltado son arte o artesanía. Ocioso, a mi criterio, es incluso tratar de establecer límites precisos entre ambas disciplinas. Tampoco importa acá sondar en las causas de récords que seguramente pronto serán superados.
Cabe en cambio, reivindicar (en esta época en que la Inteligencia Artificial. aparece omnipresente) todos estos “legados del hacer”, manifestaciones superiores de la condición humana.
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.





