Gente hay mucha. Personas, no tantas: una mirada sobre el valor humano
En nuestro día a día convivimos con muchas personas. O, mejor dicho, con mucha gente. Aunque a simple vista pareciera lo mismo, y que se usan como sinónimos, no lo son. La diferencia entre ser gente y ser persona es más que algo semántico: es existencial, y explorar esta diferencia, y reconocerla, es una brújula poderosa para nuestras relaciones, vínculos y entornos.
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Revisando la etimología
La palabra gente proviene del latín gens, gentis, que significa “raza”, “linaje” o “grupo de individuos con un origen común”. En su origen, el término aludía a un colectivo, una masa humana, una pertenencia compartida, sin ahondar en la individualidad ni en la profundidad del ser.
En cambio, la palabra persona tiene una raíz etimológica mucho más interesante. Proviene del latín persona, que se refería a la “máscara” que usaban los actores en el teatro, y que con el tiempo fue evolucionando hacia el significado de “individuo con identidad, derechos y deberes”. En filosofía y derecho, la persona es un ser con consciencia, responsabilidad, dignidad y capacidad moral. Y, por qué no decirlo, con sus ‘máscaras’ de acuerdo a los roles que encarna de la vida.
Esta diferencia entre lo grupal y lo individual, entre lo superficial y lo profundo, sirve de punto de partida para reflexionar: no toda la gente es persona, aunque toda persona forma parte de la gente.
Entonces, podemos decir que “gente” es una forma de nombrar al conjunto humano que nos rodea. Es un término neutro, generalista, hasta impersonal. Por ejemplo, cuando decimos “había mucha gente”, no estamos hablando de quiénes estaban, ni de cómo son, ni de qué representan. Sólo sabemos que eran muchos.
“Persona”, en cambio, remite a alguien con presencia. Con valores. Con humanidad. Con una historia, una identidad, una ética. A alguien que está ahí, presente con intención, con respeto, con mirada hacia el otro. “Conocí a una persona interesante entre esa multitud de gente”, por ejemplo.
Foto: Archivo.
Sin querer ponerme poético, una síntesis de esta distinción puede ser:
- La gente ocupa espacio; la persona deja huella.
- La gente pasa; la persona permanece.
- La gente está físicamente; la persona deja presencia.
Cómo distinguir gente de personas, en nuestro entorno
En la práctica, no es posible tener un buen desarrollo personal si permanecemos sólo rodeado de gente. Por eso, si lo que deseas es mejorar el entorno en el que te desenvuelves, tanto a nivel personal como profesional, la invitación es a considerar algunos ajustes en los círculos que frecuentas.
No es necesario alejarse de todos, sino potenciar aquellos vínculos con personas valiosas. De esta forma, por un efecto compuesto, en pocos meses estarás percibiendo en forma muy tangible tu evolución como ser humano.
Entonces, ¿quién es gente y quién es persona en tu vida? Una forma de verlo es preguntarte:
- ¿Quién te escucha sin juzgar?
- ¿Quién te hace sentir valorado?
- ¿Quién está en los momentos clave, sin pedir nada a cambio?
- ¿Quién te alienta en tus fortalezas, en vez de remarcar siempre tus debilidades?
- ¿Quién sabe guardar un secreto y honra el vínculo que tienen?
Quienes responden afirmativamente a esas preguntas, probablemente son personas. Las demás… pueden ser parte de la gente que te rodea. Y no está mal. Todos cumplimos funciones distintas. Lo importante es saber con quién contar verdaderamente y cuál es el lugar dentro nuestro que le damos a cada humano con quién interactuamos.
* Daniel Colombo. Facilitador y Máster Coach Ejecutivo especializado en alta gerencia, profesionales y equipos; mentor y comunicador profesional; conferencista internacional; autor de 32 libros. LinkedIn Top Voice América Latina. Coach profesional certificado por ICF en su máximo nivel, Coach certificado, Miembro y Mentor en Maxwell Leadership, el equipo de John Maxwell.
IG: daniel.colombo
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