Rivadavia, historias de su historia
El 18 de abril de 1884 se creó el departamento de Rivadavia que cumple 141 años.
El departamento de Rivadavia está conmemorando el 141º aniversario de su creación. Hace un tiempito escribí un libro sobre la historia departamental: “Rivadavia; las historias de su Historia. Huellas, tertulias y memoria” (Dunken. Buenos Aires. 2008. 413 páginas en XI capítulos). He aquí una breve síntesis de dos de sus capítulos. De esa “Rivadavia Criolla” (Cap. IV) y del tiempo de “Rivadavia Moderna” (VI) de aquel libro, extraje una semblanza de su organización urbana, cuando el pueblo estaba dejando de ser conocido como Villa de San Isidro y empezaba a llamarse Departamento de Rivadavia. Muy atrás habían quedado los tiempos históricos encarados en capítulos anteriores: prehistórico, nativo, colonial y mestizo.
El centro de San Isidro y la Casa Turquesa
La sede política de “Villa de San Isidro” era la Subdelegación (‘la intendencia’, diríamos hoy) que estaba siempre en el lugar de residencia del subdelegado, y en casos muy particulares, como en tiempos del “jefe” Isaac Estrella (1820 – 1879), la institución política - administrativa funcionaba en su propia casa familiar. Así fue, durante los muchos años que Estrella fue el subdelegado local, su hogar hizo de sede gubernamental. Esa casa y edificio comunal fue conocida históricamente como “La Turquesa” debido al color con que su fachada estaba pintada. Los yanquis tendrán su Casa Blanca; la sede de nuestro gobierno nacional será la Casa Rosada; los rivadavienses tuvimos la Casa Turquesa.
Dicha casona estaba situada en la actual intersección de calles San Isidro e Isaac Estrella (cuyo nombre referencia un reconocimiento hacia aquel subdelegado). Ahí funcionó también el primer oratorio del pueblo, y si tenemos en cuenta que los subdelegados ostentaban además la función de policía, imaginemos el control político que tuvo Estrella durante los casi veinte años que ocupó el gobierno (desde 1849 hasta la frustrada revolución federal de “los colorados” en 1867). Su propia casa era la sede gubernamental, la iglesia y la policía. Eso sí que era concentración del poder. No quiero olvidarlo: el Juzgado de Paz también funcionaba en esa casa. Lo atendía su cuñado.
La calle Chañar
Durante mucho tiempo, la calle Chañar (hoy, Comandante Torres) había sido la arteria que concentró la mayor cantidad de asentamientos y circulación. Es más; según el censo provincial de 1810 efectuado durante la gobernación interina de Moldes (setiembre de 1810), fue esa calle la única parte censada de la zona. Existían entonces, doce casas. Era los momentos del paraje ‘Las Ramadas’, posta obligada camino a la ciudad de Mendoza, formando parte del “camino de la historia”, también “camino del oeste” o “camino Real” que unía Buenos Aires con Mendoza.
Pero ya en tiempos de Villa San Isidro, el centro social comenzó girando hacía el rectángulo que compusieron las calles: a) ‘San Isidro’; b) ‘Del medio’ (hoy Juan XXIII y continuación Avellaneda) al norte; c) ‘9 de julio’ (actualmente desaparecida con el nuevo ordenamiento urbano. Podría referenciarse en la actual Sarmiento) y d) ‘25 de mayo’, al sur. Ese será, avanzando la mitad del siglo XIX, el centro neurálgico de la zona, que con el correr de los años se irá extendiendo al sur buscando la actual composición urbana.
La calle San Isidro
Sobre finales de siglo XIX aquella Chañar perdió su preponderancia. En 1880 encontramos las nuevas oficinas municipales funcionando en la intersección de calle San Isidro y actual San Martín. Era la esquina más importante del momento. En ese lugar estaba el famoso caserón de Saturnino Narvaja, que no solo abarcaba las reparticiones municipales, sino también la policía y el Juzgado de Paz.
La San Isidro además cobijaba por entonces, una farmacia (de Benito Sicardi, luego de Domingo D’Angelo), una talabartería, una pulpería (Rosas Núñez), una herrería (Fernando Raffo) y una sastrería de alta confección (Juan Ponce). Dos panaderías (una de ellas de Lucio Robledo), una peluquería (Sergio Ruíz), unas cuantas tiendas y almacenes (de Wenceslao Núñez, Heriberto Baeza, Guillermo Cano, Ramón Gatica, “el chileno” Vicuña Prado y Ricardo Galigniana, quienes a la postre ocuparán lugares relevantes en la organización política local). Varios abastos de carne completaban el panorama de la calle. Entre los que se destacaban el de Isauro Estrella (hijo de Isaac), Felipe Calle, Pedro Fernández y José María Lobos.
La primera escuela del centro departamental, que funcionaba sobre la actual esquina rivadaviense de Lavalle y Mariano Moreno (al lado del almacén y granero de los Raffo), se mudará a la San Isidro. Llegará hasta el ya nombrado caserón de los Narvaja, con la coincidencia que la “dueña de casa”, Doña Fermina de Narvaja será la maestra y directora del colegio.
La plaza del pueblo
La originaría plaza, con forma de triángulo, estaba enclava en el mismo lugar donde actualmente se encuentra. Precisamente sobre la calle San Isidro. En un primer momento era un descampado que a veces funcionaba como corral, limitada por unas sogas y algunos ligustros. Fue escenario de las irreconciliables posturas políticas de la época. Sede de los fusilamientos de Juan de Dios Contreras y de Francisco Molina, ordenados por el mayor Benito Molina en 1853, siguiendo las indicaciones del gobernador Pedro Pascual Segura.
A pesar de estos excesos, como una ironía del destino, el primer nombre de la plaza municipal fue “Constitución”, y precisamente tales fusilamientos, fueron efectuados por no adherir a la constitución recientemente sancionada en Santa Fe. Pero, más allá de la particular forma de interpretar la democracia, la plaza y el pueblo siguieron creciendo.
Posteriormente, la plaza municipal adquirirá la tradicional forma cuadrada y cambiará su nombre por “25 de mayo”. El fin de siglo XIX encontrará a la plaza con arbustos, árboles, paseos y canteros de flores bajo la denominación de “Domingo F. Sarmiento” y recién en el 1900 adquirirá el definitivo nombre de “Bernardino Rivadavia”.
En los primeros años del siglo XX abandonará la forma triangular, cuando con préstamo del Banco de Tarapacá y del Banco Argentino Limitado, la municipalidad adquiera el “codo” que faltaba sobre el costado de calle Moreno y Lavalle, a Zoila Ferreira viuda de Pedro Fernández por $ 2.000 (30 de marzo de 1906).
Ya en Siglo XX (hasta 1910)
El micro- centro caminaba rumbo al “centenario. La zona céntrica del ‘900 podía referenciarse en ese tiempo como un “rombo”, que dividido al medio por calle San Isidro, limitaba el ámbito urbano de la Villa de Rivadavia.
Por el medio de ese “rombo” imaginario, y creciendo de NE. a SO., ubicamos la calle “San Isidro”. a) La zona “Norte” (la región más antigua) desde Isaac Estrella hasta “calle del medio”. Conocida como “el barrio de las ranas”. b) La zona del “alto” por calle Chañar al Oeste hasta “el barrio de los chorros de leña” y el ferrocarri.l c) La zona de la “costa” y del “bajo matadero” al Sur (“los potreros de Duffau”), con límite contra el Río Tunuyán. d) La zona “verde” (hacia el Este) hasta el amplio sector de pastizales, potreros, fincas y algunas bodegas que limitaban con el distrito de Santa María de Oro.
En pleno centro, vecino a la iglesia se encontraba la casa y el consultorio del doctor Agustín Galigniana. Por el otro extremo de la plaza: la familia del “ingles” Day, el correo, la sastrería de Blas Blotta, aquél costurero italiano que además poseía el título de maestro de música y fue director de la banda municipal por años. La actual banda de música municipal (con mucho más de cien años de permanencia) lleva su nombre.
Continuando con el “paisaje” de la calle San Isidro, y pegado a la vieja municipalidad de San Isidro y San Martín, se encontrará tiempo después el Club Mariano Moreno, fundado en 1911, y eje político y social del momento, en donde actualmente está el Club Casa España.
Enfrente, la casa y bodeguita de Juan Bertollo; la escribanía del notario Hilario González; continuando con el hotel de Pedro Borono; la sede del “Banco Tarapacá” (de capitales chilenos) y sobre la esquina de calle Alem, la actual escuela Bernardino Rivadavia, en esa época (1900) dirigida por Clotilde Del Valle de Úbeda, primera directora que ostentaba el título de Maestra Normal Nacional.
Frente a la escuela, en la todavía cerrada calle España (su apertura llegará en 1920) el “Banco de Fuseo” y el almacén de Echeverría, donde “topaba” calle Alem.
Pasando Alem, siempre por San Isidro, la panadería “Doña”. Luego la casona de Belisario Gil. Era tan grande el caserón, que Don Belisario prestó una de las salas contiguas para que funcionara la sede de uno de los primeros clubes de Rivadavia: “Club Social Unión” (fundado el 5 de octubre de 1893).
Prosiguiendo el recorrido, y separado por el desaparecido callejón Vicente Gil, se encontraban los negocios más grandes del departamento. El de Ginés Padin (padre del reconocido médico Carlos Padin) y su gran tienda con bazar, talabartería, zapatería y todo para el hogar y la familia, además de un completo almacén de ramos generales.
Una gran vidriera mostraba la ropa de “los ricos”: maniquíes con trajes, levitas y bastón. Para las damas: zapatos de charol, sombreros con plumas, vestidos importados. En el interior del salón, de todo: yerba, azúcar, tabaco, harina, velas, alpargatas, semillas, tornillos, alambre, dulces, ropa de trabajo, ‘chupayas’, monturas, pomadas, aceites, etc., Pero, además, prácticamente todos los insumos de las grandes construcciones de la época se adquirirán en “lo de Padin”: pintura, cementos, lámparas, cocinas, estufas, ruedas de carretas, cadenas, chapas, lienzos y carpas. El comercio además fue el mayor proveedor de insumos de la municipalidad rivadaviense durante muchos años. Recordaremos que fue el vendedor de querosenes para que la municipalidad iluminara las calles de la ciudad, siendo con seguridad el único negocio capaz de solventar los requerimientos para la construcción de los emprendimientos bodegueros e industriales que se iniciaban.
El otro negocio importante era el de Román Gatica, también con almacén y tienda. Será recordado por sus bajos precios y su perfil más popular. Enfrente a lo de Gatica, la casa del boticario del pueblo: Domingo D’Angelo, casado en segundas nupcias con Lucia, la hija de Diógenes Recuero, aquel personaje convertido en leyenda y reconocido popularmente como “el ánima parada”.
La calle Alem
Para la época una verdadera avenida. Limitada por dos paralelas de carolinos, se extendía hasta los campos de Ginés Padin. A un costado, una huella perpendicular al norte, conducía hasta la “calle del medio” (Avellaneda) pasando por la tradicional familia de “Miguelito” Pérez. Y para el costado opuesto, un arenal infernal, acercaba hasta calle de “la costa”, para alcanzar el paso del río sobre el viejo puente de madera del río Tunuyán, construido en 1901, para quienes marchaban a los distritos de La Libertad, La Reducción y zonas aledañas.
Antes del final de la Alem, los campos de Guillermo Cano y luego la residencia de Manuel Reyes (distinguido funcionario comunal, que vivía con su hija Elcira, una excelente pianista). Algunos campos vírgenes, las tropillas de caballo de “Maravilla” Calderón, de oficio “cochero” y la herrería de los hermanos Jara.
Era tan ancha la Alem, que servía de campo de entrenamiento de atletas y boxeadores. Dicen que en esa calle aprendió a manejar Ricardo Day, propietario del primer auto de Rivadavia. Escenario de “cuadreras”, e infaltable “canchita” del recientemente nacido deporte del fútbol. (Extractos de “RIVADAVIA CRIOLLA” – capítulo IV y de “RIVADAVIA MODERNA” – capítulo VI. EN: “Rivadavia, las historias de su Historia”).

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