Opinión

Trump y su segundo mandato: un análisis criminológico de un presidente condenado que redefine el poder

El perfil criminológico de Donald Trump ilustra un cambio paradigmático en la política moderna, donde la percepción y la narrativa superan a la legalidad y la ética.

Eduardo Muñoz martes, 21 de enero de 2025 · 15:00 hs
Trump y su segundo mandato: un análisis criminológico de un presidente condenado que redefine el poder
Donald Trump Foto: EFE

En un giro histórico sin precedentes, Donald Trump ha asumido su segundo mandato presidencial en Estados Unidos tras haber sido condenado por un delito. Este hecho no solo desafía las normas políticas convencionales, sino que también invita a una reflexión profunda sobre los límites de la política, el liderazgo y la justicia. 

Estados Unidos, considerado la cuna de la democracia moderna, ha sido durante décadas un referente en cuanto a la relación entre política, legalidad e integridad. Sin embargo, el ascenso de un líder con antecedentes legales tan controvertidos pone en cuestión los principios fundamentales que han sostenido a la nación.

¿Cómo puede influir un perfil criminológico en la percepción pública de un mandatario? ¿Qué implicaciones tiene que un presidente con condenas judiciales sea aceptada y respaldada por una porción significativa de la sociedad? Este fenómeno revela una compleja interacción entre el poder, la política y la justicia, que nos obliga a repensar el futuro de la democracia en un país que, hoy más que nunca, se encuentra ante un nuevo umbral de incertidumbre política y moral.

En un giro histórico sin precedentes, Donald Trump ha asumido su segundo mandato presidencial en Estados Unidos.

Antecedentes personales y legales

Trump se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos, en ser elegido tras una condena judicial. Aunque sus seguidores consideran estas acusaciones como una "caza de brujas" política, las condenas por delitos relacionados con su actividad empresarial y sus esfuerzos por manipular procesos democráticos, como las elecciones de 2020, son hechos irrefutables. 

Desde una perspectiva criminológica, estas conductas se alinean con el perfil de un individuo que opera bajo un esquema de “riesgo calculado”, utilizando su influencia y poder para minimizar consecuencias legales. Esto no solo cuestiona la eficacia del sistema judicial en contener a figuras de alto perfil, sino también cómo la sociedad percibe a los líderes que desafían las normas establecidas.

Eventos polémicos asociados a su figura

Uno de los episodios más controvertidos asociados a Trump es la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. Aunque no se han presentado pruebas definitivas que lo vinculen como ideólogo directo, su retórica incendiaria y su persistente narrativa de fraude electoral fueron factores clave que alimentaron el ataque. Esto refleja una estrategia de liderazgo basada en la polarización y la movilización de emociones extremas para consolidar poder.

Más allá del Capitolio, Trump ha estado involucrado en múltiples controversias, desde el manejo de sus impuestos hasta denuncias de acoso sexual. Su estilo de liderazgo, marcado por decisiones impulsivas y el uso de tácticas de intimidación, refuerza el perfil de un líder autoritario con tendencias narcisistas, dispuesto a transgredir normas para lograr sus objetivos.

Trump se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos, en ser elegido tras una condena judicial.

Aprobación popular y contradicciones sociales

La elección de Trump, a pesar de sus antecedentes, pone en evidencia una profunda fractura en la sociedad estadounidense. Su base de votantes, compuesta en su mayoría por personas que se sienten desplazadas por el cambio cultural y económico, ve en él a un defensor de sus intereses. Desde una perspectiva criminológica, este fenómeno puede interpretarse como un "contrato social alternativo" donde los votantes priorizan la percepción de seguridad y poder sobre la integridad legal o moral de su líder.

El mensaje subyacente de su triunfo refleja una sociedad que valora el carisma y la capacidad de desafiar el statu quo por encima de los antecedentes. Este cambio también revela cómo las narrativas populistas pueden capitalizar el descontento social para perpetuar líderes controvertidos.

El mensaje simbólico en su asunción

La elección de los Village People para musicalizar su asunción no fue un gesto casual. Este acto, lejos de ser una mera excentricidad, transmite un mensaje deliberado: Trump se posiciona como un líder que desafía las convenciones y se burla de los códigos tradicionales del protocolo.

Estos gestos se alinean con el perfil de una persona que desafía las normas, diseñado para consolidar su imagen como un “outsider” que opera fuera de las restricciones del sistema.

La elección de Trump, a pesar de sus antecedentes, pone en evidencia una profunda fractura en la sociedad estadounidense.

El respaldo de figuras de poder global

El apoyo de personalidades como Mark Zuckerberg y Elon Musk subraya la convergencia entre poder político y tecnológico. Estas figuras, que dominan las plataformas donde se libra la batalla por la opinión pública, tienen un papel crucial en la legitimación de Trump

Desde una perspectiva criminológica, esta alianza refuerza la idea de que el poder no solo se ejerce a través de instituciones tradicionales, sino también mediante el control de narrativas en el ámbito virtual. La capacidad de estos líderes para influir en el discurso global plantea interrogantes sobre los límites éticos y legales de su influencia. Su respaldo a Trump evidencia una sinergia entre intereses empresariales y políticos que trasciende las fronteras de la democracia convencional.

El futuro de la democracia con Trump

Su elección como presidente condenado desafía las nociones tradicionales de idoneidad y refuerza la idea de que el carisma y la capacidad de movilizar a las masas son armas más poderosas que la irreprochabilidad moral.

¿Representa este fenómeno un avance o un retroceso para los valores democráticos globales?. La respuesta aún está en debate. Sin embargo, lo que queda claro es que vivimos en una era donde la imagen, la narrativa y el poder de las plataformas digitales definen el rumbo de las naciones, y donde los antecedentes personales parecen importar cada vez menos frente al dominio de las masas.

Eduardo Muñoz.

* Lic. Eduardo Muñoz. Criminólogo y criminalista. Especialista en prevención del delito. Consultor de seguridad integral

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