La Batalla de Tucumán: el primer combate con infantería, caballería y artillería
La Batalla de Tucumán empezó el 24 de septiembre, pero terminó por definirse el resultado, y la consagración militar de Manuel Belgrano, recién el 26.
Para muchos, la Batalla de Tucumán se libró y culminó el mismo 24 de septiembre de 1812. La acción tuvo lugar en el Campo de las Carreras, al oeste de la ciudad capital. El general peruano Pío de Tristán atacó desde el oeste al dispositivo comandado por el general Manuel Belgrano, posicionado en los suburbios occidentales de Tucumán.
Acciones militares confusas, con un extenuante calor, viento, polvo y hasta una nube de langostas que providencialmente se posó en el medio del campo de batalla; luego, el agradecimiento del general Belgrano a la Virgen de la Merced, el protagonismo, el valor y el coraje del pueblo y los soldados tucumanos. Sin embargo, el resultado de la batalla recién se pudo dirimir al amanecer del día 26.
Qué ocurrió en la Batalla de Tucumán
Al promediar la batalla del día 24, el general Manuel Belgrano toma conocimiento del coronel José de Moldes (salteño que cumplía funciones de observador de la batalla) que el frente izquierdo patriota estaba cortado del derecho. Es decir, el ataque del sector derecho (norte) independentista había triunfado, pero, el sector izquierdo (sur) había sido derrotado por los realistas. Tristán, también aturdido por la suerte dispar del encuentro, logró posicionarse al suroeste de la ciudad.
Belgrano recolectó a los dispersos de su izquierda y a parte de su derecha victoriosa y se replegó al poblado del Rincón, tres leguas al sur (15 km) donde destacó numerosos exploradores. La otra parte victoriosa, unidades de infantería y la caballería del coronel Manuel Díaz Vélez se refugió en la ciudad con 400 prisioneros realistas.
Tristán cada vez más seguro de dar vuelta el resultado de lo que quedaba del 24 de septiembre, pasó a ocupar los suburbios occidentales de San Miguel de Tucumán e intimó a Díaz Vélez a rendirse, amenazándolo de dejar a Tucumán en llamas, si no lo hacía.
Astutamente, Belgrano logra tomar contacto con Díaz Vélez mediante los exploradores asegurándole de conectarlo al día siguiente (25 de septiembre). Más tranquilo, el comandante patriota le manda contestar a su par real “que pasaría a cuchillo a los prisioneros si se quemaba un solo rancho”. Circunstancialmente, el parque y bagajes logísticos reales ingresaron en la ciudad creyendo que ya había caído en manos españolas.
En torno a las 7 del día 25, los realistas no salen de su sorpresa: los rebeldes de Belgrano, se han posicionado a la retaguardia de estos y ellos han quedado encerrados contra la ciudad. Esta maniobra nocturna, y genial, de Belgrano, no estaba en los planes de Tristán. Amanece a las 07.30. Otra jornada de sol, pero con el fresco perfume húmedo del campo. El ejército independentista, ahora se muestra intacto frente al real.
El coronel Moldes se fue a llevar un ultimátum a Tristán y regresa al trote alargado con una sonrisa en su rostro. Escoltado por dos dragones, uno, con bandera blanca atada a una caña. Una vez a cubierto, Moldes y Belgrano intercambian ideas de lo que está por suceder. “Las armas del rey, no se rinden” ha contestado el comandante enemigo. Sin embargo, nada ocurre e inexplicablemente, la fuerza independentista de Belgrano se repliega sobre el arroyo Manantial.
En la noche del 25 al 26, las fuerzas de Tristán logran burlar a los centinelas patriotas y una fuerza diezmada, sin caballos, sin comida ni bagajes de ningún tipo, logra poner rumbo por el camino a Salta. Como escapando en puntas de pie, los realistas abandonan Tucumán y al clarear, ahora son los independentistas los sorprendidos por el engaño.
Belgrano, serio, le ordena al coronel Díaz Vélez que cargue y persiga a los realistas con la caballería. Regresarán a fin de octubre con 80 prisioneros patriotas rescatados y 60 capturados a los realistas.
Aunque con maniobras controvertidas, la Batalla de Tucumán se ha convertido en uno de los mayores éxitos de las armas argentinas. El rostro de Belgrano se estremece y se sobresalta. 2.400 hombres vitorean su apellido, poco a poco, van gritando: ¡Vivas a la Patria! Se repiten con bronca y lágrimas en los ojos. La ciudadanía toda se lo agradece. Sonríe y se saluda con los jefes más cercanos.
Finalmente, los números concretos de las pérdidas reales suman: 450 muertos, 687 prisioneros (entre estos, 4 coroneles), 13 piezas de artillería, 358 fusiles, 3 banderas (de infantería), 2 estandartes (de caballería), todo el parque logístico y bagajes (39 carretas, 70 cajas de municiones y 87 tiendas de campaña). Los patriotas contabilizan 80 muertos y 200 heridos.
Manuel Belgrano, se toma un minuto, baja la cabeza y piensa, recuerda las últimas cartas recibidas del Primer Triunvirato. La orden de replegarse a Córdoba, las órdenes de prohibición de uso de la enseña celeste y blanca y todavía recibirá una última, intimándolo a que, a pesar de la victoria de Tucumán, continúe hacia Córdoba. Escritos que desaniman, desorientan e irritan al ser humano.
"Bajo este concepto, desde luego, emprenda vuestra señoría su retirada, dejando, inútil enteramente cuanto lleva y pueda aprovechar el enemigo, o quemándolo en el último caso. Así lo ordena y manda este gobierno por última vez; y bajo del supuesto que esta medida ha sido trayendo a la vista el orden de sus planes y combinaciones hacia la defensa general: la falta de cumplimiento de ella le deberá producir a vuestra señoría los más graves cargos de responsabilidad”, Bernardino Rivadavia.
El general Manuel Belgrano mantiene su fortaleza en la fe. Agradece a la Virgen de la Merced y le entrega su bastón de mando, consagrándola como Generala del Ejército.
La Batalla de Tucumán es la primera acción del ejército donde actúan coordinadamente las tres armas: infantería, caballería y artillería. O sea, hablamos de comandantes, oficiales y auxiliares de la talla de Manuel Dorrego, Ignacio Warnes, José Superí, Carlos Forest, Juan Ramón Balcarce, Eustaquio Díaz Vélez, Diego González Balcarce, José Bernaldes Polledo, Gregorio Aráoz de Lamadrid, José Moldes, José María Paz y Eduardo Kaunitz de Holmberg.
El engaño de Manuel Belgrano al ejército realista
Primero el comandante realista creyó que Manuel Belgrano se retiraba por el camino de Santiago del Estero. Segundo, no creía que los patriotas contaban con caballería (tampoco se podía imaginar que los tucumanos podían remontar una fuerza irregular y potente en batalla), tercero: iniciada la batalla, la eficaz artillería de Holmberg batió hileras completas de los batallones reales, desconociendo la tenacidad de los infantes y los jinetes patriotas. Creía qué con los primeros disparos, se produciría un desbande general. Cuarto: al amanecer del día 25, se encontró con la fuerza independiente alistada para seguir combatiendo. Esto, ya fue demasiado para el contrariado comandante real, al cual nada parecía salirle bien.
Al cumplirse 212 años, es justo recordar las palabras de Mitre, al expresar “que la victoria en la Batalla de Tucumán, salvó a la causa de la revolución”; levantó la moral del ejército y de la población toda de las provincias del norte. Abrió el camino para la segunda victoria más gloriosa del general Belgrano: la Batalla de Salta, el 20 de febrero del siguiente año. 212 años después, la Virgen de La Merced continúa siendo la Generala del Ejército Argentino.
*Coronel Gastón Marmonti, Director de Asuntos Históricos del Ejército