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Tormenta de Santa Rosa: por qué una figura religiosa para nombrar un fenómeno meteorológico

Este viernes se recuerda a Santa Rosa de Lima, cuyo nombre de nacimiento era Isabel Flores de Oliva, la primera santa de América. El Dr. Alberto Luján Musci, hace una reseña histórica en MDZ.
Santa Rosa de Lima es una de esas personas de las que sólo cabe pensar que han estado en la mente del Creador desde el principio de los tiempos. Foto: Archivo MDZ
Santa Rosa de Lima es una de esas personas de las que sólo cabe pensar que han estado en la mente del Creador desde el principio de los tiempos. Foto: Archivo MDZ

El siglo XVII fue de una extraordinaria riqueza espiritual en todo el territorio de la América española. Lima, la ciudad de los reyes, capital del virreinato del Perú como diría el padre Apeles fue cuna y albergue de grandes amigos de Dios. A pesar de las reticencias y hasta ninguneos pontificios, los santos de esa época, conforman fragantes ramilletes que adornan y engalanan a toda la Iglesia americana; podemos citar a Santo Toribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima, que fue quien confirmó a Rosa a los 12 años, y le impuso ese nombre a la gran santa limeña, San Martín de Porres, de factura netamente limeña, y a quien Santa Rosa ayudó en algún momento, a San Francisco Solano cuyo violín era un imán que atraía y evangelizaba a todos, y a San Juan Macías, portero de la recoleta de la Magdalena. Se dice que, a finales del siglo XVI y mediados del XVII, al menos sesenta personas murieron con olor a santidad en Lima, entre santos propiamente, beatos y siervos de Dios. Muchas de ellos (si no todos) más allá de su santidad fueron verdaderos patriotas. La historia está en deuda con ellos.

Isabel Flores de Oliva, tal es el nombre de la santa que nos ocupa y con el que fue bautizada, nació en Lima (Perú) el 20 de abril de 1586. Fue la cuarta hija de doce hermanos, del matrimonio formado por Gaspar Flores, español, arcabucero al servicio del Virreinato, y de María de Oliva y Herrera, también española, hilandera y costurera. Bautizada el 25 de mayo de ese año en la parroquia de San Sebastián de su ciudad natal por el padre Antonio Polanco. Se le impuso el nombre en recuerdo de su abuela materna, pero fue por poco tiempo, no más de tres meses; según la anécdota tradicional, en una oportunidad estando en su cuna, su madre vio que su rostro se transformaba en una rosa, otros dicen que fue una criada india quien tuvo esta visión.

Basílica de Santa Rosa de Lima en la Ciudad de Buenos Aires.

Tuvo una esmerada educación de la que se ocupó especialmente su madre; aprendió a leer y escribir, coser y bordar y también música, canto y poesía, lo que le agradaba mucho; ejecutaba el arpa, la cítara, la vihuela, y le gustaba componer poesías. Sus habilidades de costurera y bordadora le sirvieron para ayudar a su familia luego de fracasados intentos comerciales de su padre. Si bien la situación al comienzo era acomodada, con el tiempo eso cambió y sufrieron estrecheces económicas. Pero eso no impidió que Rosa siguiera ocupándose de los más pobres como había sido su costumbre. En una oportunidad en que su madre la reprendió por atender en su casa a pobres y enfermos, ella le respondió: cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. 

La atormentaba la humillación a la que eran sometidos los indios, en esa comprensión contaba con el apoyo y la ayuda de su aya Mariana que era india; era tal la compenetración de ambas, que Mariana veía en Rosa a toda la antigua población india. Rosa se preguntaba: "Si los cristianos deben predicar amor por todas partes ¿por qué llegaron a América con guerras, destrucción y odio? ¿por qué deben sufrir tanto los indios? Eso la torturaba y se angustiaba hasta que halló la respuesta en el valor redentor del sufrimiento. Siempre rezó mucho por ellos, pero también por los españoles y conquistadores para que en su corazón entendieran y corrigieran su actitud.

Desde muy niña sintió una fuerte vocación religiosa y quería ser monja, pero sus padres siempre se opusieron, lo cual quizás fue para que la voluntad de Dios se manifestara de otra manera. Rosa a pesar de su firmeza no desobedeció nunca a sus padres, que pretendían para ella un matrimonio y pensaban que podría conseguir un buen partido tanto humana como económicamente. No estaban errados ya que pretendientes le sobraban, pero ella nunca los aceptó. Su belleza y sus virtudes nunca pasaron desapercibidas, menos aún para los hombres jóvenes; Rosa, tratando de no desairarlos, procuraba afearse para que no se fijaran en ella, en algunas oportunidades solía frotarse el rostro con pimienta para desfigurase.

Luego para hacer penitencia permanente, se ciñó una cadena de hierro a la cintura, a la que cerró con un candado arrojando la llave a un pozo profundo. Ayunaba tres veces por semana y pasaba su tiempo en oración y contemplación alternando con su ayuda a los más necesitados; para ello sólo se permitía dormir 2 ó 3 horas al día. Se ha escrito mucho sobre sus propias mortificaciones. Baste decir que como consecuencias contrajo un reumatismo que la tuvo a mal traer, y más adelante una tuberculosis, de la que murió a los 31 años. El desposorio místico se produjo durante la celebración del Domingo de Ramos de 1617, de manera íntima y personal, en la capilla del Rosario, del templo de santo Domingo de Lima; era el 12 de abril, y cada feligrés recibía una palma que debía portar en la procesión pero, inexplicablemente, ella no la recibió, por lo que pensó que habría cometido alguna ofensa contra Dios. Acongojada se puso a orar frente a la imagen de la Virgen del Rosario, y allí tuvo la visión del Niño Jesús que desde la imagen le dijo: “Rosa de mi Corazón, yo te quiero por Esposa”, a lo que ella respondió: “aquí tienes Señor a tu humilde esclava”. Ese mismo año, el domingo 26 de marzo, en el templo de Santo Domingo de Lima, en la misa se llevó a cabo el desposorio oficial con Cristo. Fray Alonso Velásquez, su confesor, fue quien colocó el anillo en su dedo, símbolo de su unión perpetua.

Su oración y su perseverancia lograron que al fin sus padres aceptaran su consagración (que ella había hecho en su intimidad y en secreto) tomando los hábitos de la tercera orden de los dominicos. Así se cumpliría quizás como ya dije la voluntad de Dios: consagrada a Él pero no en clausura sino en el mundo, para mantener siempre su actividad y evangelización en la sociedad, lo cual le valdría el reconocimiento y la devoción de todos sus congéneres no sólo en Perú, sino mucho más allá delas fronteras de su país. Pasaba su tiempo en oración, alternando con su ayuda a los más necesitados

Antes de hacer definitivamente su profesión y sus votos, construyó en 1615 ayudada por su hermano Hernando Flores de Herrera, en el patio de su casa algo apartada de ésta, una celda estrecha donde se recluía para orar y meditar. Sólo salía para atender a los humildes o para concurrir a misa u otros eventos religiosos. Desde mucho antes, la comunión diaria se había transformado en su alimento indispensable. Sus meditaciones la llevaban a contemplaciones y a éxtasis muy profundos en los que recibía revelaciones, a veces proféticas, por parte de Jesús y de María. Ella profetizó que sus últimos años los pasaría en casa de su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza, contador del Tribunal de la Santa Cruzada, y su esposa, doña María de Uzátegui, a la que Rosa le pidió que fuera ella quien la amortajara el día que muriese. Hecho que también predijo que ocurriría el 24 de agosto de 1617, festividad de san Bartolomé, y así fue, en las primeras horas de ese día.

Templo dedicado a Santa Rosa de Lima en la capital de Perú

Sus exequias fueron apoteósicas: la ciudad entera, todas las autoridades civiles, políticas y religiosas estuvieron presentes, un gentío numerosísimo se reunió frente a la casa de la familia Maza, y fue necesario que las fuerzas de la guardia del virrey se apostaran y custodiaran su féretro en su traslado hacia la iglesia del Rosario, porque la multitud en masa se abalanzaba sobre él para llevarse alguna reliquia. Dos veces debió ser vestida nuevamente porque sus ropas quedaban hecha jirones, y hasta hubo alguien que le seccionó un dedo del pie y se lo llevó. Al día siguiente se celebró una misa de cuerpo presente oficiada por el reciente electo obispo de La Paz, Pedro de Valencia, y luego sigilosamente se procedió a sepultarla en una sala del convento. Allí comenzó su leyenda elevándosela a las más sublimes esferas celestiales.

En su lecho ya fallecida, Gonzalo de la Maza pidió al célebre pintor italiano Angelino Medoro que le hiciera un retrato, de tal modo que la posteridad pudo conocer el rostro de Santa Rosa de Lima.

 

Santa Rosa de Lima, retrato de Angelino Medoro.

Pero esta mujer extraordinaria, fue mucho más que una santa, fue educadora y una reivindicadora de los derechos de los más desposeídos; dio muestras de un amor sin igual por sus congéneres y su tierra. En 1615, sólo con sus oraciones y sacrificios, sin que se derramara una gota de sangre logró desbaratar un intento de invasión de una escuadra holandesa que pretendía asaltar el Callao y tomar Lima. Fue entonces que se desató una tormenta inusitada con maremoto que hizo naufragar y hundirse varios barcos corsarios con enormes pérdidas, y puso en fuga el resto de la flota sin que pudieran lograr su cometido. Era el 28 de octubre de ese año; desde entonces cada 30 de agosto, festividad de Santa Rosa, se espera la tormenta en varios lugares.

El proceso de canonización a pesar de haberse dado rápido tardó varias décadas por la reticencia pontificia, en el momento en que el papa Clemente IX en 1667 decidió ocuparse del caso, con un tono muy escéptico dijo: “¡Así que santa y limeña! Pues que lluevan rosas”. Al instante se produjo una lluvia de rosas que cubrió su escritorio. No hubo más reticencia, rápidamente fue beatificada, y en 1671, su sucesor, Clemente X proclamó su santificación. Ya había sido declarada patrona de Lima, del Perú, de América, de Filipinas y de la India.

Cada 30 de agosto, festividad de Santa Rosa, se espera la tormenta en varios lugares. Santa Rosa de Lima es una de esas personas de las que sólo cabe pensar que han estado en la mente del Creador desde el principio de los tiempos para llevar a cabo grandes cosas, como diría María. Más allá de lo religioso, la obra llevada a cabo por ellas, trasunta donación a su prójimo y patriotismo. 

Alberto Luján Musci.

Alberto Luján Musci, médico ginecólogo y obstetra. M.N. 47549 - M.P. 14382. Escritor.