Rosario: la normalización y la banalidad del mal
En Rosario reina el horror y el miedo, y sigue conmovida por el dolor que provocaron los asesinatos de cuatro trabajadores. Enrique De Rosa Alabaster, psiquiatra forense, nos deja su mirada en MDZ.
Me solicitan algunos conceptos sobre la situación en Rosario y las ideas se agolpan en mi mente. La primera es que ese lugar representaba en la adolescencia la meca de mis ídolos del deporte y la fantasía de poder remar junto a los grandes remeros rosarinos, o más tarde la música, o su inmensa vida cultural o la maratón de Rosario…todo lo hacía el lugar que parecía
hasta adecuado para ser mi lugar en el mundo.
Años más tarde una prestigiosa y clásica emisión Radial “Los Notables” me invitaba periódicamente a hablar, Ya, sin embargo, el tema de Rosario y esa bendición transformada en maldición de un puerto sobre el Paraná, el mismo que hace mis días y era la fantasía adolescente, la había convertido ya irremisiblemente en foco neurálgico del tráfico de drogas. Un chico, aun eterno, sería el mago que llenaría y llena de tantos episodios de su arte, pero la magia de Messi estaba cada vez más lejana de ese Rosario que se iba hundiendo en la anarquía.
Hace 20 años aproximadamente me hicieron una entrevista desde una emisora colombiana hablando de temas criminológicos y allí surgió el tema de la Virgen de los sicarios, que amén de ser una novela de Fernando Vallejo, reflejaba el fenómeno creciente de los sicarios, palabra desconocida en su uso frecuente en nuestro medio, en el Medellín de los ´90. Al igual que la lejanía de la droga, que era algo aislado, también esa palabra empezó a ser parte de nuestro vocabulario. En la nota también se habló de la muerte de Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante colombiano muerto en un enfrentamiento el 2 de diciembre de 1993 y al comenzar a escribir esta nota veo que hace exactamente 10 años escribía otra nota recordando un programa especial hecho en relación a PEG. Las barbaridades aún parecían lejanas, pero ya muchas voces alertaban sobre el peligro en el país y ya Rosario era el nombre repetido. Pero por el momento veíamos con la protección de la pantalla “El Patrón del Mal” de la cadena Colombiana Caracol.

En esos pensamientos agolpados pienso la cantidad de veces que se plantearon “soluciones al tema Rosario”, que en su solo enunciado presagiaba el fracaso o quizás la búsqueda deliberada del mismo.
- ¿Existe algo que pueda ser abordado sin su contexto?.
- ¿Rosario era una isla utópica o formaba parte de la Argentina?.
- Su posición privilegiada, ¿no implicaba inclusive algo transnacional?.
- ¿En qué sociedad se desarrollaba?.
- ¿Qué había pasado en las últimas décadas (ya muchas) en la sociedad argentina?.
Así esas proclamas/soluciones pedían “¡Más seguridad!”, una evidente aspiración, o sustituyendo a la aparentemente inútil Temis de la justicia por su hermana Némesis, la venganza: “más bala”, como dijo alguien recientemente en un alarde de originalidad, ¿cuántas veces la represión sin sentido encendió más el fuego?. Lo aparentemente opuesto una postura conciliadora casi y resignada, evidentemente tampoco.
Es la familia, la educación, la política, la pobreza, otras proclamas.
Evidentemente comprender algo, implica etimológicamente, que no es una (sola) mano la que puede tomar algo, sino que se toma con ambas manos o lo que en el intelecto implica, es en su construcción completa, la parcialidad implicó e implica el fracaso y su crecimiento. El sociólogo Johan Galtung menciona desde hace muchos años que la violencia emergente la que vemos está inevitablemente apoyada en las menos visibles, que son la estructural, en nuestro caso como está construido el entramado social judicial, de seguridad y el cultural que hace a los valores y si se permite a la moral, es decir a lo que una sociedad decide que es lo correcto y lo incorrecto, y aceptar en ese contexto que la idea de bien incluye la idea de mal, y aceptar que esa sombra existe, intentar eliminarla sin primero aceptar su existencia y características es inevitable.
Era el año 1960 y Arturo Frondizi era el presidente. Un vecino de Olivos, Ricardo Klement fue llevado del país por un comando extranjero y al año siguiente sería llevado a juicio y ahorcado en 1962 en Tel Aviv. Al juicio, asistieron corresponsales de todo el mundo, pero una enviada por el New Yorker se haría famosa ya que publicó un libro, quizás para canalizar algo que la perturbara en la audiencia de ese juicio. El libro se llamó “Eichmann en Jerusalén” y su subtítulo fue y es: “Un informe sobre la banalidad del mal”. Klement era en realidad Eichman, el criminal nazi de quien no es necesario ahondar las atrocidades que cometió. Lo que asombró a Arendt, era la trivialización, lo banal que era el relato de lo sucedido, como quien refiere las características de su trabajo, del cual inclusive puede llegar a disfrutar.

Esperaba ver un monstruo y se encontró con un funcionario.
En nuestro Rosario actual enviados entrevistan adolescentes y les sorprende eso mismo. ¿Qué es lo que hace que alguien pueda vencer el tabú atávico de “No matarás”? Desesperadamente en lugar de aceptar (¿será necesario aclarar que aceptar no es resignarse o validar?) ese patrón, se buscan teorías sea parciales sea ligadas a una patología. Sin embargo, lo más aterrador de los asesinos es que mientras que esperamos que sean personas extraordinarias en algo que nos permita reconocerlos, pueden ser personas comunes y en muchos casos seres banales, de allí el concepto de Arendt. Varios autores, se han dedicado a ese tema, Susan Sontag, se preguntaba en “Ante el dolor de los demás”, sobre la indiferencia ante ese dolor como efecto de la saturación de imágenes de matanzas, guerras etc. en los medios.
¿Hace cuantos años la sociedad argentina, la rosarina, esos niños, luego adolescentes y adultos convivieron con la muerte?
Albert Bandura, el psicólogo canadiense, trabajó extensamente en estudios experimentales de comportamiento y aprendizaje social. Uno de ellos famoso en el que niños aprendían a golpear a un muñeco por imitación (Bobo doll/Experimento del muñeco Bobo), demostró, luego vendrían otros, que la violencia era algo aprendido e imitado y repetido de allí el concepto de crímenes por imitación (Copycat). Quizás eso llevaría al concepto posterior de “Moral disengagement”, traducido como desconexión moral. Es decir, el concepto de la psiquiatría clásica referente a ciertas personalidades de “locura moral” Bandura le da un giro cultural ya no individual y habla de una dislocación, de una desconexión de los aspectos morales, es decir ya no hay concepto de mal o bien.
Es decir, son sujetos en los que, los criterios morales, las normas, límites, acuerdos tácitos que regulan la vida, en particular en relación a los otros, son guiados por su propia concepción y no por la sociedad en la que habitan. El problema es que la sociedad está cambiando o ya ha cambiado sus valores y así pasa algo más grave a lo que veían Arendt, Bandura, Hare, Zimbardo y tanto estudiosos y es que lo moral, la norma ya parece ser otra y eso es un peligroso camino. Hay una reestructuración cultural en la cual la vida es eso e implica la supervivencia. “Hay que hacer lo que hay que hacer” y eso puede implicar la vida de otros. Los actos repetidos van recableado el cerebro que sumado a la anestesia de la droga genera otras mentes".
"Es un proceso de reestructuración cognitiva, en el cual esas atrocidades, volveríamos a Arendt y Sontag, se vuelven triviales, banales, usuales, y sin consecuencias negativas para él. De allí el asombro cuando son confrontados, la banalización da paso a la normalidad, y a una terrible zona de confort y en ese proceso lo hace de alguna manera aceptable, a la propia conciencia. Es evidente que al no haber reproche moral no hay culpa, no hay arrepentimiento, ya que “se jugó un juego” que tuvo consecuencias, pero de alguna manera eran parte de las reglas, las propias, ya que de las sociales están desconectados. El enorme peligro que encierra esta concepción es que el sujeto no puede ver las inevitables consecuencias morales de sus actos, la moralidad puede ser imaginada como una presunción intelectual alejada del mundo concreto, pero tampoco las consecuencias concretas e irreversibles.
El correlato de esa imitación y banalización de la violencia es que estos son emergentes de una sociedad en la cual la violencia ha dejado de tener un correlato con la conciencia moral. Este proceso se vive históricamente en las guerras en las cuales los individuos entienden que las reglas morales han cambiado, el marco es otro. Varias experiencias psicológicas demuestran que eso da paso a demonios del mismo tenor, pero en sentido contrario, la experiencia la famosa “obediencia debida” de Milgram, que lamentablemente en nuestra historia se vivió de manera concreta.
Es por ello que el proceso de rehabilitación de nuestra sociedad debe ser encarado de manera seria, profunda, y abordando todos los pedazos de ese jarrón de cristal roto que es nuestra sociedad, no basta con tomar un fragmento, ya que una vez que los límites de la moral son difusos empiezan a ser imitados. Quizás así entendamos la epidemia de violencia bajo sus múltiples formas que vivimos en el país. Los grandes estudiosos del tema como Robert Hare, desde la psicología forense habla directa y francamente del mal y cita a William March, en su libro (luego película) The Bad Seed- La mala semilla
Cito: La buena gente no suele sospechar de los demás: no pueden imaginarse al prójimo haciendo cosas que ellos son incapaces de hacer. Por otro lado, la gente normal se inclina por ver .. un aspecto tan monstruoso como su mente, pero no hay nada más lejos de la realidad. [...] Esos monstruos de la vida real suelen tener un aspecto y un comportamiento más corrientes que sus hermanos y hermanas normales; presentan una imagen virtuosa más convincente que la virtud misma, de la misma manera que una rosa de cera o un melocotón de plástico parecen más perfectos al ojo que el original que les ha servido de modelo.
El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía (La plus belle des ruses du diable est de vous persuader qu'il n'existe pas.) Charles Baudelaire. Baudelaire.
* Enrique De Rosa Alabaster es psiquiatra forense médico legista MN 63406
Presidente Asociación Argentina de Victimología
IG. @enriquederosa

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