150 años de arte en la fundación de Mar del Plata
Seguimos con los homenajes desde el arte en el aniversario de Mar del Plata con nuestro columnista de arte, Carlos María Pinasco.
Desde los orígenes de la ciudad, a los que nos venimos refiriendo en su faceta pictórica, la pesca jugó un rol trascendente. En el crecimiento de Mar del Plata, el turismo, originalmente de élite, con sus hoteles, clubes y las mansiones de la loma, vino acompañado de un quehacer sacrificado y a l avez rico en colorido que dió material a una buena cantidad de pintores, entre ellos, algunos de indudable valía.
Fueron inmigrantes italianos meridionales, tanto del Adriático como del Tirreno, los pioneros en las aguas del Atlántico a hacer de la pesca su medio de vida y a la vez dotar a Mar del Plata de un toque de pintoresquismo insoslayable al repasar su primer siglo y medio. Instalados ya desde las últimas décadas del siglo XIX, en la zona sur de la playa Bristol primero, y luego en el efímero muelle, con una pequeña flota de las barcas a vela, abastecieron la mesa de un turismo siempre creciente.
Así, hasta la inauguración del puerto, en 1924, diariamente, los pescadores varaban sus embarcaciones en la playa “de los pescadores” (hoy Las Toscas) al fin de cada jornada, para volverlas a botar, trabajosamente a la mañana siguiente. Numerosas fotografías de época registran aquel duro quehacer.
Ya hemos visto en la primera nota de esta serie que alguno de los precursores también las pintaron.
Cleto Ciocchini
Sin embargo, es Cleto Ciocchini quien mejor representa al hombre de mar.
Su pintura no es anecdótica ni pretende ser amena. Tampoco es triste, porque el trabajo nunca lo es. Lo suyo es, en un lenguaje realista, el reflejo de una actividad humana que nunca ejerció pero con la que se identificó a fondo. Así lo entendieron los propios pescadores que le dedicaron un museo en pleno puerto.
Veamos su historia . Cleto Ciocchini nació en San Vicente, Buenos Aires, el 23 de abril de 1899. Realizó sus estudios artísticos en Buenos Aires y en la Escuela de Bellas Artes de La Plata. En 1919 viajó a Europa para perfeccionar sus conocimientos en Roma, Florencia, París y Madrid. Hizo luego numerosas muestras en Europa y America y recibió premios y distinciones.
La vida portuaria, sus personajes y los típicos paisajes del puerto marplatense han quedado fielmente reflejados en su obra. La ciudad de Mar del Plata, en donde vivió por unos 40 años, lo homenajeó, como decíamos, bautizando con su nombre el Museo del Hombre del Mar.
Falleció en la Ciudad de La Plata el 20 de Noviembre de 1974 a los 75 años. Sus obras se encuentran en los museos de Córdoba, Santa Fe, Salta, La Plata, Mendoza, La Boca y distintas colecciones privadas.
Oscar Vaz
El caso de Oscar Vaz es distinto. Hijo de inmigrantes andaluces, nació en Barracas el 10 de octubre de 1909. Recorrió los muelles desde niño, acompañando a su padre en su tarea de despachante de aduana, y así comenzó su amor por el Riachuelo. Aunque siempre dibujó, recién a los 30 años tomó sus primeras clases. Dibujando y haciendo claroscuros, aprendió a valorar los matices del color.
En 1945 Justo Lynch, el pionero de nuestros marinistas, descubrió sus trabajos en una exposición realizada en los salones del Club de Barracas. Entusiasmado, quiso conocerlo, y desde entonces fue su maestro. Juntos compartieron inolvidables jornadas de labor en el Riachuelo.
Un año después inauguraba su primera exposición individual en la Galería Müller de la calle Florida, presentando un conjunto de marinas que la crítica y el público recibieron con entusiasmo. Las ventas realizadas le permitieron devolver el dinero que pidió prestado para alquilar el salón. Y de aquí en más el éxito económico sería una constante en su trayectoria: era habitual que sus exposiciones fueran vendidas en pocas horas.
Así conoció Mar del Plata donde llevaba a su familia a tomar unas breves vacaciones que más tarde se prolongaron. Comenzó luego a pintar en el puerto y a exponer en importantes galerías céntricas. Las suyas, a diferencia de las de Ciocchini, son obras amenas donde al impresionismo heredado de su maestro Lynch, suele agregar un toque romántico.
En sus banquinas de pescadores el color da brillo a la escena a que suele incluir la presencia de un par de niños, sus nietos. Cuando su paleta se vuelve nostálgica, en sus famosos grises, no es para narrar la dureza de la vida del hombre de mar, sino para dar cuenta de in clima interior.
En 1947 recibió el Premio Estímulo del Salón Nacional, al que seguirían numerosas distinciones. Al cumplir 50 años, viajó a Europa exponiendo en Perpignan, Francia, y en Barcelona y Gerona, España, la tierra de sus padres. Allí también pintó bellísimas playas y puertos. Falleció en Buenos Aires, a los 72 años dejando un testimonio de un puerto marplatenses con una fisonomía que tiende a desaparecer.
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.
carlosmpinasco@gmail.com