Brochero, 100% santo argentino y bien nuestro
Cuenta la historia que llovía ese 16 de marzo de 1840 cuando nació José Gabriel del Rosario Brochero, ese cura gaucho que vivió y murió en Argentina, el primer santo 100% nuestro.
La grandeza de los santos también está en la vigencia que tiene su legado con el pasar de los años y estar siempre presente. Esta cualidad es un distintivo de quienes tienen ”fama de santidad” y, es condición necesaria para iniciar una causa de canonización.
De más está decir que todo esto se vivía y se vive en el Santo Cura Brochero, y es confirmada- año tras año- por no decir día tras día, de estos 110 años de su muerte. Cumple, podríamos decir, la manifestación profética del santo cura, que decía: “He podido pispear que quedaré para siempre en el corazón de los serranos”. Nos animamos a decir, con toda verdad, ya no solo en recuerdo vivo de los transerranos sino de toda nuestra Patria y, también algunos en el resto del mundo: que lo recuerdan, que lo quieren, que lo admiran.
Un hombre de Dios que supo tener muy cierto los pies en la tierra
Con su mirada y corazón en el cielo, que supo descubrir que, evangelización y promoción humana, son una misma realidad, podríamos decir “dos caras de una misma moneda”. Porque entendió lo que el Concilio Vaticano II, 50 años después de su vida, expresó con claridad: que la promoción humana está unida al anuncio del Evangelio, una vida más digna, una vida más fraterna, una cultura más empática para todos y con todos, tiene que ver con la aceptación y la adhesión al evangelio. Que el amor a Dios en primer lugar, le sigue como efecto inmediato el amor a los hermanos, a todo hombre y a toda mujer, a cada hombre y a cada mujer, con la certeza de que amando a los hombres concretos se ama sin lugar a dudas a Dios. Por lo tanto esto es una buena expresión para entender que, cuando no amamos en verdad a los hermanos y no ponemos nuestra mirada en sus necesidades, y nuestro corazón, nuestras manos, nuestra cercanía, nuestro afecto y nuestra solidaridad no estamos amando a Dios.
Recordar los 110 años de la pascua de Brochero es una buena oportunidad para recordar en el hoy de nuestra historia, y de nuestra Argentina, que la vemos herida y dolida, pasando por graves dificultades. Una buena actitud sería que, los que tienen más deberían ser solidarios para con los que tienen menos. Que son tiempos de ajuste, pero hay que ajustar a los que tienen más, no por venganza ni por odio, sino justamente por solidaridad fraterna con los que la historia, la realidad, la situación, y los orígenes los han hecho más frágiles, más vulnerables y, también, más descartados.
El cura Brochero puso su mirada en los más pobres
Porque Dios estaba también, sin duda, especialmente en lo más pobres; como aquella expresión que ha dicho de los piojos que está en todas partes pero también es signo de necesidades y pobreza, Dios está allí presente y, los que creemos en Dios, tenemos este gran desafío de hacer presente nuestra empatía, solidaridad y creatividad para que los más alejados y los más pobres tengan una vida digna y una vida mejor, ninguno está exento de esta mirada y este desafío y misión. No vale mirar para el costado o hacerse el desentendido.
Pidamos al Santo Cura Brochero, presencia viva en estos 110 años de su partida, nos sigue animando para trabajar por una patria inclusiva. Como he dicho en otra oportunidad, el cura Brochero se puso la patria al hombro, pidámosle que nos dé la gracia y la oportunidad también- que la tenemos- para ponernos nosotros la patria al hombro, para poner nosotros- en el hombro de nuestras vidas- la situación de tantos hermanos nuestros que la están pasando mal. Recordar un santo, no solo nos da la certeza de que- este gran hombre- que ha sido un gran intercesor y amigo de todos como lo manifestó en su vida y después de su muerte, perdura y
perdurará en el tiempo, sino que también, nos muestra el camino que tenemos que transitar nosotros, esa misma vocación a la que todos hemos sido llamados, la vocación a la santidad.
Que la figura del Santo Cura Brochero nos anime y nos recree; y nos renueve a todos en nuestro celo de amor por los hermanos. Amor que se hace gesto, palabra, actitud, encuentro, cercanía que fortalece los vínculos fraternos, reconcilia, socorre y anima. Amor que hace de la Patria, una Patria de corazón grande que cobija y favorece el pan, la salud, la educación y el progreso que favorece y cuida la vida. Será ese el mejor homenaje, siempre, para este hombre todo de Dios y, porque se sabía así, fue todo para sus hermanos.
* Monseñor Santiago Olivera, es Obispo Castrense.