La razón por la que la ciudad de La Plata llegó a llamarse alguna vez Eva Perón
Por iniciativa “cegetista” tomó cuerpo parlamentario la propuesta de cambiar el nombre de La Plata, imponiéndole Ciudad de Eva Perón.
Hoy resultaría insólito escuchar en algún noticiero deportivo nacional alguna crónica que hablará del arraigado clásico futbolero entre “Los Pincharratas” del Club Estudiantes de Eva Perón y “Los Triperos” del Club de Gimnasia y Esgrima de Eva Perón. Pero durante un tiempo fue así. Y no solo “el león albirrojo” con sus actuales idolatrados referentes como Bilardo y Verón o “el lobo del bosque” de los Barros Schelotto, fundado en 1887, cambiaron su denominación, sino que todas las menciones concernientes a la capital cabecera de la Provincia de Buenos Aires mutaron el nombre establecido (“La Plata”) desde la fundación de la ciudad por el de “Eva Perón”.
Por citar otros ejemplos: la Universidad de Eva Perón, el Museo de Ciencias Naturales de Eva Perón, la Catedral de Eva Perón, el ramal Eva Perón, la despensa Eva Perón, la farmacia Eva Perón, etc. He aquí el motivo.
Homenajes, idolatrías y rencores
“Cumple la Subsecretaria de Informaciones de la Presidencia de la Nación, el penosísimo deber de informarles al pueblo de la República, que a las 20.25 horas, ha fallecido la Señora Eva Perón, jefa espiritual de la nación”. Era el 26 de junio de 1952. Un comunicado radial oficializaba por cadena nacional que había muerto Evita. Empezaba un largo tiempo de homenajes y recordaciones que tendrá una insoslayable referencia histórica: 8 de agosto de 1952, día en que la Ciudad de La Plata cambió su nombre por el de “Eva Perón”. Para muchos; solo una curiosidad más de la historia argentina. Para otros; una muestra cabal de las encarnizadas pasiones políticas que cubrieron y cubrirán nuestra vida nacional.
A nadie escapará que los nombres y toponimias que denominarán un pueblo, una ciudad o un país, pero también una escuela, una plaza o cualquier nombre propio, son construcciones culturales y políticas que identificarán una serie de connotaciones que pretendemos trasferir. Los nombres no solo identifican, son un claro mensaje de la época.
Aquel nombre de “La Plata”, elegido por el legislador José Hernández (el mismísimo autor del “Martín Fierro”), pensó homenajear al Río de La Plata, como eje central de la política y economía del país, pero además estaba sujetado en la creencia de los primeros conquistadores españoles que imaginaron que el brillo y color de las aguas del río se debía a los yacimientos de plata que se encontraban en la región. El “argentum”, o sea “plata” en latín.
Un poco de aquella historia
La muerte de Evita cambió todo. La historia podría haber quedado ahí. Pero tras su deceso, el Poder Legislativo de la Provincia de Buenos aprobó rebautizar la ciudad como “Ciudad Eva Perón”. Este giro marcó un antes y un después. Hubo personas que amaron el cambio y otros que lo odiaron. Incluso a más de 70 años, el tema sigue albergando acalorados debates.
Evita murió joven. Tenía 33 años y cáncer en el cuello del útero fue el diagnóstico que determinaba la causa de su fallecimiento. Una serie de homenajes se multiplicarán por el país. La CGT declarará tres días de paro, la proclamará “mártir del trabajo” y solicitará al gobierno que decretase los máximos honores imponiendo duelo nacional por 30 días.

Será también por la iniciativa “cegetista” que tomará cuerpo parlamentario la propuesta de cambiar el nombre de La Plata, imponiéndole: Ciudad de Eva Perón.
El vocero de la intención fue el senador Héctor J. Cámpora. Entre sus argumentos partidarios y afectivos, también esgrimió que ninguna otra ciudad, entre las muchas que querían pasar a llamarse “Eva Perón”, sus vecinos habían mandado tantas cartas solicitando el nombre de Eva como la “ciudad de las diagonales”. Acto seguido, por recomendación del Congreso de la Nación, los legisladores bonaerenses aprobaron la Ley Provincial N.º 5685 que disponía el nombre de “la abandera de los humildes” en lugar de La Plata.
Fue Eva una persona muy vinculada a las clases obreras, los servicios de beneficencia y la consagración del sufragio femenino. No era la única, ni la primera en perseguir estos objetivos, pero sí, indudablemente, la más visible del momento, cuya imagen cuasi mítica llegará hasta nuestros días. Para muchos, una “santa” que había muerto coincidentemente con la misma edad de Cristo, luchando por los derechos de los que menos tenían. La defensora de “los descamisados”; la compañera de los desposeídos “cabecitas negras”; la que velaba por la salud de los niños y ancianos.
“Viva el cáncer”
Enfrente, y sin medias tintas, obviamente los que vieron en el cambio de nombre de la ciudad una brutal provocación. Ante la muerte de Eva, un sector de la sociedad festejó su fallecimiento como un triunfo. La pintada “viva el cáncer” inundó paredes. Evita enardecía algunos sectores aristocráticos hasta más que el propio Juan Perón. Crónicas de época reflejarán los brindis y festejos “en honor a la afortunada muerte de esa prostituta actriz de cabaret”.
Una simplificación (errónea) podría estimular el mito de que La Plata era un bastión de ideologías conservadoras y “gorilas”. Pero hacer esto sería repetir el mismo falaz discurso de la dictadura militar (1976) cuándo sostenían que La Plata era el centro de las acciones subversivas e izquierdistas y que estaba plagada de roqueros, drogadictos y estudiantes revolucionarios. Ni una, ni otra. Excesos, errores, intolerancia y una grieta siempre latente en las venas abiertas de nuestra argentina mostraban crudamente una postal repetida.
Todo muy lejos de lo sostenido por Dardo Rocha en su discurso fundacional de La Plata (1882): “esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país”, en un claro mensaje contra del personalismo y el verticalismo sin distinción de ideologías, a tal punto que las calles platenses nacerán teniendo números, no nombres propios, para evitar cualquier tipo de susceptibilidades o connotación política – partidaria.
Estudiantes y Gimnasia “de La Plata”
En setiembre de 1955 se producirá el golpe de estado contra el peronismo. El Partido Peronista será proscripto. Una vez más, una abrupta vuelta de página en el libro de la historia nacional hará que sea censurado todo lo que simbólicamente se referenciaba con lo que antecedía. No será la última vez.
El 29 de septiembre la Ciudad de La Plata volverá a adoptar, tras tres años de ser “Eva Perón”, su histórico nombre. La llamada “revolución libertadora” había empezado su marcha.
El 20 de noviembre de 1955 (a dos meses del golpe), Gimnasia y Esgrima con Estudiantes volvieron a enfrentarse, con sus tradicionales denominaciones, en Avenida 60 y Calle 118, estadio “tripero”, pleno corazón del bosque platense, ante 12.000 espectadores. Francisco Loiócono, de penal, marcó para “el lobo” y Héctor Molina, de cabeza, estableció la igualdad para “el pincha”, a los 44 minutos del primer tiempo. El mundo futbolero platense quedaba en calma. Gimnasia de La Plata 1 – Estudiantes de La Plata 1.
En paralelo, el posterior secuestro del cadáver de Eva por parte de los militares, escondido por 18 años en diversos lugares y encontrado en un cementerio de Milán, seguirán estimulando un mito argentino que se nutre constantemente de pasiones enfrentadas, donde lo folclórico y lo profundo nunca dejarán de batirse a duelo.

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