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Escribir para comprender (también en las redes sociales)

Después de vivir otra vez una semana muy intensa signada por la violencia y el engaño hacia las personas, con los casos de Mariano Barbieri, apuñalado en la zona de Palermo, y la muerte de Silvina Luna. Desde la Universidad Austral, Damián Fernández Pedemonte deja su mirada para MDZ.

Damián Fernández Pedemonte
Damián Fernández Pedemonte domingo, 3 de septiembre de 2023 · 07:00 hs
Escribir para comprender (también en las redes sociales)
EL caso de Silvina Luna, recientemente fallecida muestra como las palabras, incluso en las plataformas digitales, pueden dar cuenta de la maduración espiritual de una persona acechada por el dolor o del agradecimiento y el amor de los seres queridos. Foto: MDZ

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”: así empieza “Historia de dos ciudades” de Dickens, considerada una de las novelas con mejores comienzos de la historia de la literatura. La frase podría aplicarse a la Argentina actual. Nuevos escalones para abajo en la crisis económica y social, incertidumbre política ensombreciendo el futuro de la convivencia democrática, violencia persistente. Los dramas personales se insertan en esta trama de desasosiegos. Algunas publicaciones en las redes de allegados a la modelo Silvina Luna recientemente fallecida y del ingeniero apuñalado en Palermo muestran como las palabras, incluso en las plataformas digitales, pueden dar cuenta de la maduración espiritual de una persona acechada por el dolor o del agradecimiento y el amor de los seres queridos.

Los tiempos malos son buenos tiempos para los escritores. La escritura cubre ese hueco que dejan los eventos desconcertantes, nos permiten tomar distancia de ellos, poner en orden las ideas, recoger los sentidos dispersos. De algún modo la escritura
siempre surge de un cierto desajuste entre el mundo exterior y el mundo del escritor, la perplejidad promueve tantas veces la escritura.

Cuenta el escritor estadounidense Paul Bowles en el prólogo de “Déjala que caiga” que avanzaba en la escritura de esa novela en un incómodo viaje con escalas a Marruecos, donde se radicó. En la India, explica: “mi cuarto de trabajo, sin ventanas, no resultaba
ni con mucho satisfactorio. El aire estaba siempre a varios grados por encima de la temperatura del cuerpo y la lámpara de aceite me parecía un horno en la cara”.

Los tiempos malos son buenos tiempos para los escritores.
Foto: MDZ.

“Pero, como los escritores saben, las grandes incomodidades contribuyen a menudo a producir grandes obras”, concluye. No creo que vuelva a leer esa novela por el regusto amargo que me dejó, en cambio regreso cada tanto a “Palabras ingratas”, un libro de
relatos basados en hechos reales completamente insólitos, como el de un adicto a la sangre que sólo consigue esa provisión en Tánger, un lugar extremadamente liberal en sus leyes, en donde el tráfico de sangre no está penalizado. “Es un mercado más”,
como para Milei la venta de órganos. Realmente sucedidos, estos eventos sólo se tornan comprensibles por la mediación de la escritura.

Esta semana la escritora Siri Hustvedt ha publicado en su Instagram un reporte sobre el cáncer que padece su esposo, el famoso escritor Paul Auster. “Observando a Paul he comprendido cómo es la gracia bajo presión. Inquebrantable y sin quejarse, con el
humor intacto, ha hecho que este tiempo de su enfermedad, que ya dura casi un año, sea hermoso, no feo.

La joven que se acercó a Paul en la sala de espera tiene razón. Esto también es vida, no vida suspendida, sino la vida misma. Es posible que nunca haya vivido tanto el presente como ahora con Paul. El diálogo entre nosotros continúa y las bromas vuelan y se consume buena comida, y él está aquí conmigo, y ahora está vivo, y aprovechamos el día tal como es, con sus restricciones y limitaciones.

Una cosa se ha hecho evidente. La amabilidad nos ha importado a Paul y a mí, y no podemos ser los únicos en sentirlo. La sonrisa de la recepcionista importa. El toque respetuoso del técnico cuando levanta el brazo del paciente y lo prepara para la aguja es importante. La enfermera y el médico que escuchan atentamente al paciente mientras habla, que le permiten contar su historia y explicar cómo se siente, importan. Sobre todo, importan los familiares y amigos que envían notas y correos electrónicos y
hacen llamadas. Puede que estos actos no alteren el desenlace de la enfermedad, pero son una parte crucial para vivirla”.

Realmente sucedidos, estos eventos sólo se tornan comprensibles por la mediación de la escritura.

Hay sabiduría en esta publicación de Instagram. Los personajes de las novelas de Auster no se rigen por el destino ni por la providencia de Dios sino por el azar. Hombres que salvan la vida de milagro y comienzan una nueva vida, que se ven enredados en intrigas policiales por un malentendido. Muchos de estos personajes son también escritores, o, al menos, consignan en sus vivencias en cuadernos. La escritura, entonces, es el lugar en donde las trayectorias caprichosas de esas vidas adquieren una lógica.

Los trabajadores simbólicos –escritores, periodistas, docentes, profesionales intelectuales- y todos podríamos escribir más y tomarnos más en serio la escritura para producir sentidos sobre lo que nos pasa como argentinos por estos días. Incluso las
redes sociales pueden ser un lugar para publicar textos más pensados y más sentidos que los que habitualmente recibimos por los medios y nos aturden. A algunos lectores les hará bien leer esos escritos.

Estas reflexiones fueron motivadas por la lectura del libro “Comprender. Un abordaje filosófico de la relación entre mente y lenguaje”, de Gustavo Agüero y Juan Saharrea. “La vida que llevamos –la manera en que pensamos, sentimos, actuamos, percibimos- depende del grado de comprensión que hayamos alcanzado en cada uno de los ámbitos en los que nuestra vida transcurre”. La escritura es una muy buena práctica para convocar la comprensión y la autocomprensión.

Termino con una última cita de ese libro. “Una vida con poca comprensión resulta problemática para la propia persona, pero también para su entorno y en algunos casos para la sociedad en la que habita”.

Damián Fernández Pedemonte, Director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.

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