Las detalles poco conocidos de las casas que alojan pacientes externados del Hospital Pereyra
Nacieron en base al cambio de paradigma de los manicomios a hospitales de salud mental, con el propósito de que la personas vuelvan a integrarse a la comunidad.
Hace diez años los hospitales psiquiátricos eran una especie de depósito, donde muchas familias dejaban a sus enfermos olvidados. Con el cambio de la legislación nacional, en concordancia con acuerdos internacionales sobre salud mental, hoy una internación dura como máximo 15 días. Sea cual sea el caso de desequilibrio, después de ese período el paciente debe volver a integrarse a la vida social, para continuar su recuperación. Sin embargo, no todas las personas enfermas tienen familias dispuestas a acompañarlas. Otras veces el mismo paciente se expone a un riesgo si vuelve a su hogar. Para eso existen espacios de contención y acompañamiento llamados “casas de medio camino”, donde los externalizados conviven, en un ambiente de libertad y autonomía.
Una clave de estos espacios, que en Mendoza existen desde 1991, es que entienden las necesidades de las personas que padecen enfermedades mentales como sujetos de derechos. Nacieron en base al cambio de paradigma de los manicomios a hospitales de salud mental, con el propósito de atender un problema de salud y que la persona volviera a la comunidad. “En los ‘90 teníamos pacientes cronificados, institucionalizados que llevaban 20, 30 años internados. Las personas que llevaban tanto tiempo ya no sabían cómo usar una cocina ni cómo lavar su ropa. Los que éramos residentes en ese tiempo empezamos a impulsar el cambio”, cuenta Mabel Dispensa, hoy jefa del Departamento de Rehabilitación Psicosocial en Salud Mental Comunitaria, en el Hospital Escuela de Salud Mental Dr. Carlos Pereyra.
En esa unidad de trabajo colaboran profesionales de diferentes disciplinas. Además de psiquiatría y psicología, hay especialistas en discapacidad mental y motora, trabajo social, comunicación social, enfermería, acompañamiento terapéutico, entre otras. A la par, el hospital cuenta con talleres para la salud y la integración social de los pacientes, que van desde actividades artísticas y recreativas, hasta formación para el trabajo.
Vivir en la externación de salud mental
A una cuadra del Hospital Carlos Pereyra, en un grupo de departamentos que antes era un hostal para el turismo, hoy conviven un grupo de 25 hombres y mujeres, divididos en tres niveles de autonomía. Los que necesitan mayor asistencia suelen ser personas mayores, que están estabilizados y compensados desde hace años.
Teresa muestra una sonrisa al saludar, detrás de los lentes sus ojos se hacen pequeños para volver la vista al papel que sostiene para leer. Es una mujer mayor que lleva el pelo teñido de claro, prolijamente peinado. Sostiene dos hojas que ha escrito para el taller de radio.
Quienes la conocieron hace años se sorprenden con el proceso de Teresa. "No hablaba o decía cosas sin sentido, siempre sobre unos balances. Tenía la mirada perdida", cuenta Coto Olivares, quien coordina un taller de radio en el Pereyra. Ahora Tere escucha con atención lo que otros comparten y, aunque con dificultad, lee en voz muy baja su texto sobre el enamoramiento. "Ella siempre escribe cosas muy profundas que nos dejan pensando", comenta Andrea González, la psicóloga que también interviene en el espacio del taller.

Frente a Teresa se sienta Micaela, una adolescente que prefiere escribir sobre temas de salud. "Traemos lo que investigamos", dice la muchacha que antes vivía en el mismo complejo habitacional, pero ahora solo asiste a los talleres. Para esta semana buscó información sobre el cáncer de próstata. La semana anterior había escrito sobre cáncer de mama. A otros compañeros de taller le interesan los temas filosóficos, la poesía, la religión y también la política. En el taller todos saben que es clave respetar las diferentes ideas que cada quien expone.

En el grupo intermedio hay personas que tienen capacidad para realizar tareas diarias, pero que requieren que las acompañen para hacer otras, como salir a comprar, hacer un trámite o cocinar.
Cecilia dice que quiere salir de ahí, pero no puede volver a su casa, “por lo que me hizo el novio de mi mamá”. Ella vivía en el barrio San Martín y es allí donde quisiera volver, porque conoce la zona. En cambio, en la Ciudad, "tengo miedo de salir y que me pise un auto". La joven cuenta que el sábado pasado su madre y su hermana fueron a visitarla. "A las 10 vinieron, yo ya estaba bañada y ya tenía el mate preparado. Después hicimos un bingo acá (con otras personas que viven en el complejo) y me gané un mate que se lo regalé a mi mamá para la Navidad, porque yo le había comprado otra cosa pero al final ella no pudo venir y se lo regalé a mi hermano", cuenta la joven que muestra su departamento impecable y con olor a perfume. Barrí recién, remarca. Su compañera de monoambiente está en la cocina comunitaria preparando el almuerzo.
Por último, un buen número de externados del Hospital Carlos Pereyra tienen en las casas de medio camino una vida integral autónoma. Administran su propio dinero, cocinan sus comidas y se relacionan socialmente, dentro y fuera del complejo.
Es el caso de David, que estudia en un CENS de Ciudad. "Empecé con el consumo problemático de drogas, desde los 16. Cuando cumplí 18 ese día de la fiesta empecé a estar enfermo. Se me cambió el sueño. Estuve cinco días (internado) y me dijeron que no tenía nada. Escuchaba voces y esas cosas, se me cambió el sueño. Pedí que me dejaran internado. Me costaba aceptarlo, probé sin medicarme y no... Un doctor me contó de este lugar, que es para adherirse al tratamiento y lo acepté. Estoy viviendo acá. He podido encontrarme con la normalidad, tratar de hacer una vida". El joven dice que no es fácil cargar con el estigma de estar en el Pereyra; que ya no se junta con sus amigos de antes. Ahora tiene el proyecto de terminar el bachillerato contable y conseguir un trabajo, luego juntar dinero para comprar herramientas y dedicarse a la metalúrgica.
Aprovecha el diálogo con MDZ para hacer un pedido: "que la gente deje de ser tan prejuiciosa, que por ir a un hospital te descalifican con la palabra loquito. No está loco, se está haciendo tratar".
Nota aclaratoria: Las personas entrevistadas decidieron no compartir su imagen. Solo Adolf, participante del taller de radio, autorizó la publicación de su fotografía. También compartió uno de sus poemas:
En el viaje está la libertad
*de Adolf, integrante del taller de radio
Su relación y su grata realización
Donde es la libertad
El camino la verdadera formación
Será además sentir en el corazón
Será la honesta realidad formal
Es ello dar en favor la funcionalidad
Pero es facultar la hora de esta realidad
Y de la dicha en su vendimia
Es en el criterio la formación intelectual
Donde es el ámbito la virtualidad
Y es al profundizar en el ente del creador

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