Es pediatra, no llega a fin de mes y busca trabajo en Chile
Frustrada por la situación laboral que atraviesa una médica mendocina, piensa buscar nuevos horizontes en el país vecino.
Es pediatra e infectóloga infantil. Estudió 13 años para dedicarse a cuidar la salud de los más chicos; seis años medicina, hizo una residencia durante cuatro y sumó tres para la especialización. Atravesó las dificultades propias de la carrera, muchas horas de trabajo y de estudio, exposición a altos niveles de estrés, perdió momentos con su familia por tener que trabajar o por quedarse dormida después de largas jornadas que empezaban a las 7:30 y terminaban, todos los días, a las 17.
Además, hacía ocho guardias de 24 horas por mes ad honorem, por lo que en el poco tiempo libre que tenía trabajaba para privados para poder vivir. Creyó que era una apuesta, que su carrera no sería siempre así, que la cosa en algún momento mejoraría, pero hoy se encuentra con que está peor y busca opciones para salir adelante junto a su familia en un contexto de honda crisis económica.
Es la historia de una mendocina que cansada por las dificultades de la diaria en su trabajo, que implican destrato del Estado, malas condiciones laborales y falta de recursos, piensa en irse a trabajar a Chile o darle un giro a su cotidianeidad laboral.
"No sé qué pasó a nivel mundial o nacional, sólo recuerdo el cansancio que sentía mientras me formaba, pero amaba la pediatría y si resistía ese régimen era porque suponía que al terminar iba a ser distinto. Lamentablemente no es así. Nunca pensé que me arrepentiría de hacer lo que hago, de pensar noche tras noche cómo hacer para vivir de algo que no sea la medicina, pero no sé hacer otra cosa o al menos por ahora no lo encuentro", le dijo a MDZ.
Ella es separada, tiene tres hijos y vive en una casa que alquila. Aunque pudo comprarse un lote con mucho esfuerzo antes de ser mamá, no encuentra actualmente la posibilidad de construir. Trabaja 66 horas semanales y al menos dos noches por semana duerme en el hospital. Tiene sólo un fin de semana libre al mes, pero el sueldo no le alcanza.
"Lo más triste de todo es que no me alcanza para vivir. Tengo un cargo de planta de 24 horas semanales por el que cobro 189.000 pesos, el resto de las horas son como prestadora, o sea una empleada en negro del Estado. Si no las trabajo, no cobro. Lo que implica que así esté enferma tenga que asistir al hospital. Con todo lo que trabajo y con lo que gano no llego a fin de mes", contó.
Su situación no es aislada. Sus colegas pasan por lo mismo y el conflicto se profundizó en los últimos años con la falta de pediatras, la baja cantidad de residentes que eligen esta especialidad y el fuerte brote de enfermedades respiratorias que afectan a los más chicos. Lo diferente en el caso de la mujer es que piensa hasta en las posibilidades más dolorosas para cambiar su presente. "Para ser sincera estoy averiguando para irme a Chile porque así no pudo seguir. No quiero seguir. Quiero darle a mis hijos algo más que una mamá cansada todos los días. Con una guardia de 24 horas allá cobraría lo mismo que en la Argentina todo un mes", confesó.
Para ella, "la realidad de los pediatras no es visible para todos" y tienen una particularidad: "somos bichos raros porque al ver a un niño que necesita ayuda no pensamos ni en nosotros ni en nuestra familia. Simplemente, hacemos lo único que sabemos hacer, que es medicina". Esto se da incluso cuando los recursos son finitos, pero el trabajo se multiplica. "En cada guardia, ante la situación actual, trabajamos el doble porque los pacientes enfermos son muchos, pero el recurso humano es el mismo o menos que otros años, dado la migración hacia otras áreas de los profesionales o los pocos pediatras nuevos que surgen año tras año. La verdad, lo bien que hacen. Los entiendo, no vale la pena seguir esta especialidad. Es triste realmente. Nunca en mi vida pensé que me lamentaría de la medicina", señaló.
Hoy un pediatra en Mendoza con aproximadamente cinco años de antigüedad cobra alrededor de $240.000, lo mismo que un médico residente de tercer año (R3) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde el sueldo se incrementa o disminuye de a $2000 según el nivel académico y un profesional de planta asciende los $250.000.