Elecciones 2021

Flavio tan civilización, Donda tan barbarie

Recordemos uno de los episodios que mejor explican la dura derrota electoral del gobierno. Uno que generó una inmensa cuota de furia. Pero también una inmensa cuota de esperanza.

Santiago Morgan sábado, 18 de septiembre de 2021 · 07:00 hs
Flavio tan civilización, Donda tan barbarie

El domingo 1 de noviembre de 2020 me levanté temprano y con los primeros mates del día arranqué mi ritual de leer las noticias. Hasta que me topé con un episodio que me dejó helado. 

Como no podía creer lo que estaba leyendo fui directo a las fuentes y me vi los 10 minutos del video que mostraba crudo el episodio. Con contexto y sin recortes. 

Y era aún peor que verlo escrito. 

Sin poder contenerme fui corriendo a despertar a mi mujer. Casi que sacudiéndola y antes que ¨buen día¨ le dije ¨Che, hay que sacar entradas ya para el circo de Flavio Mendoza¨. 

Con cara de dormida y un justificadísimo mal humor, me contestó: ¨Santiago, no sabés ni quién es Flavio Mendoza. Y nunca en tu vida mencionaste un circo. Además, el entretenimiento está prohibido¨. 

Muy cierto. Al igual que educarse, el kirchnerismo había prohibido divertirse. Muy cierto también que yo no sabía ni quién era Flavio. Ni tengo capacidad de apreciar su arte circense porque soy un ingeniero cuadrado y aburrido . 

Pero no era por su arte que quería ir a bancarlo. Era porque la noche anterior Flavio Mendoza había sido agua en el desierto. 

La noche anterior Flavio Mendoza había hecho algo insólito que nadie se había animado a hacer en todo el año. Había sido mi voz. Y la de millones de compatriotas oprimidos. La noche anterior Flavio Mendoza había interpelado despiadadamente a un poder que hasta entonces se creía impune

Pongamos un poco de contexto. 

En noviembre 2020 aún regía la ilegítima cuarentena kirchnerista.

  • Luis Espinoza ya había sido masacrado. 
  • A Facundo Castro ya lo habían desaparecido. 
  • El Presidente ya había insultado al surfer por violar el DNU.
  • El DNU ya había sido violado por el Presidente. 
  • Un millón de estudiantes ya habían sido expulsados del sistema. 
  • Los muertos por COVID eran 30.000. Aún estaban vivos los 40.000 que morirían meses más tarde por el desmanejo criminal de las vacunas. 

Más o menos así estaba la cosa cuando ocurrió este episodio. La noche del sábado en un programa de televisión participaron entre los invitados el empresario del sector privado y pagador de impuestos Flavio Mendoza y la eterna empleada estatal kirchnerista Victoria Donda.

En cierto momento Flavio empezó a narrar con mucho dolor la delicada situación económica que estaba atravesando. Y con poquísimo tacto Donda lo interrumpió para recitar un guión de medidas que supuestamente atenuaban la crisis (la gente improductiva que jamás pagó sueldos es muy de creer que imprimir dinero es generar riqueza. Pero dejamos eso para otra columna). 

Y ahí se armó. 

Con mucho respeto pero mucha firmeza Flavio arrancó una batería de repreguntas (concepto desconocido para los periodistas) que ponían en palabras lo que millones de argentinos queríamos decirle a la jerarquía kirchnerista

Teniendo enfrente a un representante del poder, Flavio le hizo rendir cuentas a ese poder. Inédito.

¨Decime qué político se bajó el sueldo.¨, ¨A mi no me pagan ATP¨, ¨¿Por qué no le pagan más a los médicos?¨, ¨¿Por qué no sacan impuestos a la gente que no dejan  trabajar?¨, ¨Es muy fácil hablar cuando cobrás un sueldo¨.

Contundente y demoledor. Ciudadano harto y firme que hablaba por millones. La escena era la de un boxeador demoliendo a golpes a otro que no llegaba a recuperarse. Solo llegaba a balbucear ridículas respuestas de cassette. Yo lo vivía con la emoción de quien ve a Messi gambetear hasta el área.

Hasta que llegó el climax. El artista-empresario habló sobre sus empleados. Con la mirada cargada de tristeza contó que muchos de sus bailarines estaban trabajando de albañiles para poder darle de comer a los hijos. Escena desgarradora. Me dieron ganas de llorar.

Y entonces Donda lo dijo.

Donda capitalizó esa desconexión con la realidad y con la gente tan característica en todo kirchnerista. Y lo dijo. Realmente lo dijo. Tuve que ver esa parte del video 30 veces para asegurarme, porque no podía creerlo. Pero si. Lo dijo. 

Apenas Flavio terminó de compartir la dura realidad de unos laburantes que habían pasado del circo a la albañilería para que sus hijos no mueran de hambre, la primera respuesta de Donda fue, con carita de desaprobación: ¨La albañilería está prohibida¨.

La albañilería está prohibida. Se lo dijo en la cara sin que se cayera la suya. 

La albañilería está prohibida. Se lo dijo mientras estaba con otras personas. Sin barbijo. En un lugar cerrado. En un programa menos esencial que el INADI. 

No fue como el ministro de salud de CABA. Quien anuncia el cierre de peluquerías con una voz que irradia pesar y un pelo largo que irradia coherencia.

Donda se lo dijo con la soberbia y tono de reproche de quien se cree impune y de una casta superior. Si me lo hubiese dicho a mí, yo le revoleo un bife más fuerte que el que me quiso pegar mi mujer cuando la desperté esa mañana. Y empiezo ahí mismo la guerra civil entre los ciudadanos de bien y la oligarquía política kirchnerista. Pero por suerte Flavio es mucho más civilizado que yo. Y le alcanzó con dejar al descubierto la miseria de su interlocutora. 

Repito por las dudas que no soy amigo suyo. Y hasta estoy seguro de que yo le caería mal. Pero en ese momento fue mi ídolo. 

En fin. Ese fue solo uno de los cientos de episodios que a lo largo de los últimos dos años agotaron nuestra capacidad de indignación. Y agigantaron nuestra impotencia. Nos acostumbramos a resignarnos y decir ¨Esto es un escándalo, pero no va a pasar nada. En este país nunca pasa nada¨. 

Hasta que pasa. Y pasó. Pasaron las PASO

Siete de cada diez argentinos hicimos en las urnas lo que la Justicia cobarde no hizo en tribunales: dijimos basta. Basta de la prepotencia e incompetencia de este gobierno. Basta de que pierdan los buenos

El domingo ganaron los laburantes y perdieron las Dondas.

Ganaron los que lloran a muertos por falta de vacunas y perdieron los que se robaron esas vacunas. 

¡No nos resignemos! Falta mucho pero se puede.

¡Valoremos la Argentina! 

La Argentina es el país donde viven los bailarines-albañiles del circo de Flavio

No son cadetes de moto devenidos en Rappi porque cambiaron los tiempos. Son trabajadores desesperados que reconvirtieron sus vidas porque las oprimieron.

Con toda la dignidad que tienen ambos oficios, es innegable que la danza y la albañilería están en polos opuestos del espectro laboral. De una artística obra de circo a una rústica obra en construcción el cambio es brutal. Y ellos lo hicieron. Por amor. Cambiaron por amor. Por amor a sus hijos. Me emociono de solo escribirlo. Esa es la gente que habita este país. Gente buena. Gente trabajadora. Gente de fierro. Millones de ellos. Nunca dejemos que un par de Dondas nos lo hagan olvidar. 

Solo hace falta trabajar para que cambien los lugares. Que los bailarines-albañiles salgan del llano y ocupen el poder, y que Donda salga del poder y vaya al llano (O a la cárcel, por tener a su empleada en negro, pero esa es otra historia).

El domingo pasado dimos el primer paso.

 

Santiago Morgan es padre de familia, ingeniero y profesor de matemática.

 

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