Una vida de servicio

Es bombero en Córdoba, ama la profesión y advierte que todavía es alto el riesgo de incendios

Las condiciones climáticas propician la propagación del fuego en Córdoba. Maru Pontelli, bombero voluntaria de la provincia, cuenta por qué eligió esta profesión que la obliga a estar siempre lista para la misión.

Florencia Rodríguez Petersen
Florencia Rodríguez Petersen miércoles, 1 de septiembre de 2021 · 07:52 hs
Es bombero en Córdoba, ama la profesión y advierte que todavía es alto el riesgo de incendios
Maru Pontelli luchando contra un incendio forestal.
Es bombero en Córdoba, ama la profesión y advierte que todavía es alto el riesgo de incendios
En el cuartel de Saldán.
Es bombero en Córdoba, ama la profesión y advierte que todavía es alto el riesgo de incendios
En la Reserva de monos carayá.
Es bombero en Córdoba, ama la profesión y advierte que todavía es alto el riesgo de incendios
En 2020, mientras combatían el fuego en la Reserva de monos carayá.
Es bombero en Córdoba, ama la profesión y advierte que todavía es alto el riesgo de incendios
En San Fernando, Córdoba.
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Si bien la cantidad e intensidad de los incendios este año no iguala a la de 2020, los bomberos de Córdoba mantienen el estado de alerta ya que la falta de lluvia, los fuertes vientos y la sequía son factores propicios para que se descontrole el fuego por las sierras. No se trata de un fenómeno nuevo. Maru Ponteli (3) recuerda que cuando era chica le llamaba la atención ver las llamas e el horizonte y la conmovía el panorama desolador de la tierra arrasada por el fuego. 

 "Cuando era chica siempre veía las sierras y un año fue muy impactante porque llovían cenizas en toda la zona de mi casa que estaba relativamente cerca de la zona de las sierras y a la noche se veían todas las líneas de fuego. Fue una temporada de incendios terrible. Ahí supe que tenía que hacer algo. Empecé a ver cómo ayudar", cuenta la bombero que vive en Saldán y pertenece al cartel de bomberos voluntarios de esa localidad

Dice que esta profesión es su vida. Y se mantiene en alerta para ser la primera en llegar cuando el deber llama. "A veces uno idealiza el ser bombero y en realidad es otra cosa...Es voluntario, pero lleva mucho de nosotros", dice y agrega: "Es una profesión a la que le di a mayor parte de mi tiempo. Es parte de mi vida diaria: guaridas, incendios, capacitaciones".

Son pocas las personas que entienden lo que implica ser bombero. Nuestras familias nos acompañan, aunque no siempre nos entienden

Comenzó su formación a los 17 años. Le interesaba ser bombero desde mucho antes pero a sus padres no les gustaba la idea por lo que debió esperar. "Por casualidad en un colegio al que iba ingresar y al final no ingresé había un cartel que anunciaba que se recibía a bomberos en un cuartel. Pasó un tiempo porque mi familia no estaba muy de acuerdo pero cuando cumplí 17 fui al cuartel de mi localidad, me explicaron cómo era y qué tenía que hacer para sumarme. Decidí que eso era lo que yo quería hacer y el tiempo acabó confirmándomelo".

Pasaron trece años desde entonces. Y cuando dice que le debe mucho a la profesión no se refiere sólo a la adrenalina de manejar el fuego o a la satisfacción de la tarea cumplida al volver de una misión. "Gracias a esta profesión conocí a mi pareja", exclama. Con Maxi Saavedra eligió formar una familia y tienen dos hijos de 9 y 5 años. 

Maru y Maxi se conocieron en el cuartel.

Cómo se forman los bomberos voluntarios

"Tenemos entre un año y dieciocho meses de formación en nuestra localidad. Tenemos que rendir exámenes prácticos y teóricos", relata. Desde el primer momento le impactó la solidaridad reinante entre los bomberos. "Es una hermandad. Nos conocemos todos y si necesitás una mano, nadie va a dudar en dártela. Lo que más valoro de esto es la calidad de personas y profesionales que forman parte del sistema".

Según Pontelli el profesionalismo y la calidad humana son claves para realizar bien cualquier tarea. "Podés tener excelentes herramientas pero si no hay quien sepa usarlas, el trabajo no se puede llevar a cabo", afirma. Más allá de la adrenalina o ansiedad que sienten cuando están yendo a apagar un incendio, la profesión despierta un intenso mix de emociones. "Siempre estamos alerta. Y cuando vamos a apagar un incendio estamos atentos a lo que va a pasar, pensando qué vamos a hacer y cómo podemos realizar la tarea de la mejor manera posible", asegura. 

En Capilla del Monte, 2020

Incluso cuando se encuentra frente a las llamas, afloran múltiples emociones: desde el deseo de realizar el trabajo a la perfección para que el daño sea lo menor posible. "También hay miedo de no saber qué está pasado en el lugar. Muchas veces te encontrás con algo que no es lo que esperabas", dice Pontelli y agrega que los sentimientos cambian cuando acaba la misión. En general, la domina la satisfacción de haber cumplido con el deber, pero "otras veces te invade una frustración porque se perdió una casa, un campo o vidas de animales", confiesa. Y agrega que en general, pase lo que pase, trata de pensar en positivo: "mi trabajo sirvió para que el fuego no se agrave".  

"Es difícil de explicar lo que uno siente, poner en palabras lo que pasa por la cabeza. Hay mil emociones que se viven en simultáneo. Pensás en tu familia, en tus compañeros en el cuartel, en tus compañeros atacando el fuego por otro lado", reflexiona. Y hace caer en la cuenta de que muchas veces las brigadas deben extenderse por kilómetros en jornadas laborales que llegan a durar hasta 72 horas. 

Respecto a los incendios forestales en Córdoba reconoce que este año hubo menos focos y de menor intensidad. "En comparación al año pasado no está siendo tan grave la temporada pero sigue habiendo muchos vientos y una sequía muy importante por lo que la temporada de incendios viene para largo aun". 

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