Las palabras y el poder

Lo observamos a diario: ¿De qué se trata la comunicación agresiva?

Insultos, descalificación, ignorancia. Cuando la intención no es compartir información, sino negar la existencia del otro. Te contamos.

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MDZ Mundo jueves, 8 de abril de 2021 · 08:25 hs
Lo observamos a diario: ¿De qué se trata la comunicación agresiva?
La violencia laboral, un clásico. Foto: DerechoEnZapatillas.

Supongamos que tenemos el don de ser invisibles y entonces podemos atestiguar tres escenas diferentes: en una, una pareja discute y ella le dice: “no estás bien de la cabeza, sos un loco”; en la otra, un padre le dice a un hijo: “nunca hacés nada bien, sos un inservible”, y en la última el dueño de una fábrica les dice a sus trabajadores: “a mí no me interesa lo que ustedes piensen, yo sé exactamente lo que hago y acá se hace lo que digo”.

Aparentemente, son escenas inconexas, que podrían tener en común el efecto que despiertan en la emocionalidad. Pero hay algo más: el hilo conductor entre las tres está en un estilo comunicacional agresivo, que no busca un encuentro en el diálogo, sino un desencuentro desde un monólogo.

La comunicación es entendida como un intercambio de información que busca el contacto o la unión entre dos o más seres.

El psicólogo existencialista Rollo May concebía que el fin último de la comunicación era guiarnos al entendimiento, la intimidad y la valoración del otro y acotaba que una comunicación correcta es aquella que sabe controlar las emociones y expresarse asertivamente, es decir, respetando al otro en tanto otro, buscando no atacarlo. 

Ahora bien, existe un estilo comunicacional que no busca el intercambio, sino que la unidireccionalidad es el condimento esencial. No espera una retroalimentación, sencillamente, no se preocupa por la reacción del otro. 

En este caso, el emisor se centra exclusivamente en su mensaje, procurando transmitirlo con la mayor fuerza e intensidad posibles. Las ideas, pensamientos o actitudes de los demás son ignorados. 

Este tipo de comunicación no implica necesariamente malas palabras, gritos o gesticulación provocadora, aunque suelen acompañarla frecuentemente. 

Los tres ingredientes esenciales de este tipo particular de trato son:

1- No escucha: Hay desinterés por conocer el punto de vista del otro. Esto genera que uno de los participantes “vomite” sus ideas e intenciones con ausencia absoluta de atención y de interés por los de quien está enfrente.

2- Objetivos Personales: El fin de esta comunicación no es alcanzar acuerdos. El interés del comunicador es enviar el mensaje que pretende, no conocer lo que el otro (o los otros) opinan.

3- Ausencia de Empatía: Como el objetivo es satisfacer las necesidades personales, las emociones, sensaciones o pensamientos del interlocutor no son un punto de interés. Hay escasa o nula capacidad de ponerse en el lugar del otro. El acto, entonces, se torna en tenso y frío.

¿Cómo reconocer una comunicación agresiva? Debemos estar atentos a las siguientes señales:

1- Conducta General: La persona procura demostrar superioridad; adopta una postura beligerante, pretendiendo que el interlocutor adopte un rol obediente y sumiso. El agresivo busca el sometimiento del otro a través de una postura dura y rígida.

2- Actitud: Por lo general es violenta, expresada a través de elementos no verbales como mirada desafiante, gesticulación exagerada, postura erguida, tono de voz elevado, “dedos acusatorios”.

3- Componentes verbales: Uso excesivo de imperativos (“tenés que”, “debés”, “hacé”, etc.), de críticas a las conductas del otro, de amenazas.

4- Entonación: Tono de voz elevado, autoritario. Puede haber gritos.

5- Otros componentes: Ausencia de sonrisas, mirada desafiante y fija, exageración de gestos.

¿Cuáles son las características de estas personas? 

- Tienen en cuenta sólo sus necesidades.

- Su objetivo es que el otro claudique en sus perspectivas o puntos de vista.

- Son beligerantes, no respetan los derechos ajenos.

- Buscan someter al otro.

- Personalidades explosivas e imprevisibles.

En los interlocutores este estilo comunicacional despierta emociones de miedo y ansiedad, correspondientes a la lectura de una situación como peligrosa, o de ira y enojo ante una situación vivida como negación de los propios derechos. Si se prolonga en el tiempo cronificándose, puede conducir a un deterioro de los vínculos y serias consecuencias afectivas.

¿Cómo se sale de una comunicación agresiva?

El primer punto es darse cuenta de que uno está formando parte de una interacción en la que el estilo agresivo de comunicarse es el principal ingrediente.

Luego, sometámosla a prueba respondiendo a las siguientes preguntas: ¿Cómo me siento cuando me hablan así?, ¿Es positivo para mí sostener esta forma de comunicarnos?, ¿Me siento valorado / respetado?, ¿Qué me frena a reaccionar?, ¿Qué dice de mí que no puedo hacerme oír?

Quien adopta el estilo agresivo de comunicarse puede recurrir a los siguientes pasos:

- ¿Lo que voy a decir apunta a intercambiar con el otro o lo hago para liberar tensión?

- ¿Es el mejor momento para hablar? ¿Mi compañero/a está receptivo/a? ¿Yo estoy calmado/a?

- Meditar acerca del daño que genera en los demás el grito, la humillación, el reproche, el cinismo, la ofensa

- Sugerir, no ordenar. Reemplazar el “tenés que” o “debés” por “¿no te parece?” o “sería mejor”

- Evitar los “te lo dije”, “te tengo que decir las cosas 20 veces”, etc.

- Evitar los rótulos: “sos un (una)…”

- Controlar el tono de voz y la postura

- En lugar de “dictaminar”, buscar razones

- Resulta útil recordar a cada instante que delante tenemos otra persona, con intereses, emociones, actitudes y pensamientos diferentes a los nuestros, pero no por ello peligrosos.

“Antes de hablar, evalúa si lo que vas a decir es más importante que el silencio que vas a romper”, nos invitan a reflexionar los budistas.

Yo agregaría, además, que elijamos bien las palabras y los modos en que las vamos a dejar salir de nuestra boca. Porque una vez dichas ya no nos pertenecen. Después de todo, el contacto con el otro a través de la comunicación es lo que nos ayuda a sobrevivir.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com 

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