Mil y un relatos

Las grietas abren grietas

Pararnos en los extremos, cerrarnos a lo diferente y abrir abismos no hace más que alejarnos de una mirada cooperativa que sume y nos haga pensar; en lugar de acusar o vociferar.

Diana Chiani
Diana Chiani sábado, 20 de noviembre de 2021 · 09:05 hs
Las grietas abren grietas

En el país y en el mundo vivimos épocas de estridencias, de ver quién grita más fuerte para llevar más agua para su molino y convencer al resto de que esa, no importa de qué lado nos paremos, es la más pura y cristalina.

Lo que más ansían quienes se paran en los polos es buscar pruebas que avalen su mirada al tiempo que descartan, por falsos y sin mirarlos, los avales del otro bando. La “posverdad” o como quiera que se llame el fenómeno, crece –con las agresiones diarias de las que somos testigos- en detrimento de la posibilidad de debatir, fundamentar, razonar juntos y cooperar para sumar.

Las infinitas interpretaciones sobre un hecho, los mil y un relatos que podemos crear acerca de un suceso, existen desde el principio del mundo ya que así construimos sentido. Esas diferencias se deben a la historia personal, el sector socio económico, el tiempo histórico, la educación e infinidad de cuestiones más que contribuyen a crear nuestros modelos mentales. Es decir, nuestro marco de referencia, los anteojos a través de los que miramos el mundo.

No es fácil aceptar alegremente lo que se opone a nuestro sistema de creencias, pero poder escuchar lo diferente es una posibilidad para hacer distinto o salir de un callejón que parecía sin salida. Aunque nos cueste aceptarlo, otra mirada casi siempre suma porque modifica nuestra perspectiva.

En la actualidad, los gritos para hacer “entrar en razón” al que está en la otra punta no tienen mayor sentido. Pro vacunas y anti, derecha e izquierda, K o anti K son las grietas más conocidas y desde cada lado se ve una realidad absolutamente distinta. El problema no es ese sino creer que esa interpretación personal es la “verdad”, un hecho tan claro como que hoy es sábado 20 de noviembre de 2021.

Pelear por las opiniones como si fueran hechos objetivos es algo que hacemos la mayoría al olvidar que es solo nuestra particular manera de ver el mundo y así, por ejemplo, nos podríamos atrever a vociferar que es “obvio” que el sábado 20 de noviembre de 2021 es el mejor día que existió jamás.

Porque así como queremos que respeten nuestras opiniones, a veces se nos pasa respetar las del otro al creer que las nuestras son “mejores”. No se trata de traicionar nuestros valores, de “transar” o de hacer de cuenta que no pensamos distinto sino de otorgar el beneficio de pensamiento: así como uno cree en algo honestamente, el otro tiene derecho a disentir sin que eso implique sepultarlo con descalificativos irreproducibles.

El problema de las grietas es que no permiten –y pretende eliminar- nada que salga de un modelo, con los movimientos extremistas que (re) aparecen en un mundo en el que, desde mi punto de vista, no han mostrado nada bueno.

De posturas encontradas se puede sacar algo adelante cuando hay disposición a dialogar.

Acusamos al de enfrente de fanatismo, pero nos cuesta reconocerlo en nosotros. ¿Cuál es la amenaza que sentimos frente a lo distinto? ¿Qué se juega en nosotros que debemos levantar tanto la voz? ¿Qué sentido tiene gritar si del otro lado no hay disposición a escuchar?

Porque para escuchar, entre otras cosas, hay que bajar la estridencia, el enojo y los dedos acusadores. Cuando oímos de verdad, cuando nos abrimos al otro aunque al principio rechinen los dientes y se estruje el estómago; el que está enfrente se da cuenta y suele devolver el gesto de la misma manera: se atreve a mirarnos sin condiciones, sin querer ganar o destruirnos.

Porque no se trata de competir sino de cooperar, de construir aún con las diferencias para que todos ganemos aunque para ello tengamos que guardar nuestra soberbia y hasta perder algo en el camino. La pregunta es qué hemos ganado hasta el momento al quedarnos con una sola versión de los hechos.  

Más allá de los polos, lo cierto es que todos somos un poco fanáticos de algo y tenemos agarradas con fuerza nuestras verdades absolutas con una lista que podría comenzar con todos son “iguales”, “chantas”, “cuervos”, “vagos”, “tacaños”, “engreídos” y continuar hasta el infinito.

Son generalizaciones incomprobables de la que la mayoría hemos sido blancos en diversos ámbitos; juicios tan pesados que nos impiden abrirnos a experiencias o personas que podrían sumarnos o llevarnos a mundos fabulosos si lo permitiéramos. No perderíamos demasiado porque partimos de perspectivas nulas y, en cambio, creo que podríamos ganar mucho más de lo que imaginamos.

Por Diana Chiani. Comunicadora, editora y Coach Ontológico Profesional  @milyunrelatos www.milyunrelatos.com

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