Mil y un relatos

La historia con el amor propio y la victoria privada

Querernos a nosotros mismos es más profundo que tener autoestima, aunque eso es un gran comienzo. Conectar con lo importante y mirar nuestra grandeza son algunos pasos para empezar a reparar el amor propio.

Diana Chiani
Diana Chiani sábado, 23 de octubre de 2021 · 07:42 hs
La historia con el amor propio y la victoria privada

Aunque a veces lo circunscribimos al romántico, la mayoría de las personas hemos construido diversas historias de amor: filial, materno/paterno, con amigos y hasta con mascotas que nos han cambiado la vida.

Así y más allá de la parte comercial que tienen, celebramos el día de la madre, padre, niñez, abuelos, nietos, hermanos, tíos, amigo y un sinnúmero de fechas que nos ayudan a recordar la importancia de esos lazos y sirven de excusa para los encuentros, las confidencias o las comidas ricas.

Sin embargo, hay una historia de amor que no tiene fecha especial ni solemos tener en cuenta: es la que sostenemos con nosotros mismos. Tal vez debido a que confundimos el amor con nosotros con la soberbia o la vanidad que tienden a dejarnos solos. Pero, sobre todo, no le damos importancia porque nos pasamos desapercibidos y ni siquiera pensamos en nosotros o en si nos queremos mucho, poquito o nada.

La historia de amor con nosotros es la más extensa de nuestra vida y –aunque parezca raro- está plagada de separaciones y divorcios (¿cuán desconectados estamos de nosotros?); por no mencionar platos rotos, revoleo de ojos, golpes en la frente y palabras tan despiadadas que cuando de verdad podemos escucharlas solemos quedarnos perplejos ante tanta dureza.

Es curioso y, sin una encuesta científica que lo avale, creo que la mayoría de las personas nos damos más pulgares hacia abajo que hacia arriba al tiempo que esperamos con ansias la aprobación externa que, cuando no llega, nos tira el alma al piso o nos enoja profundamente.   

Dicen que no hay amor verdadero posible hacia los demás si primero no logramos querernos a nosotros con franqueza. No estoy segura de que sea matemático, pero coincido en que la entrega (de eso se trata el amor también) se resiste o pone condiciones cuando no estamos seguros de quiénes somos. Lo que no quiere decir perfecto, impecable, superlativo o brillante.

Además de las comparaciones en las que perdemos y las altísimas exigencias con que nos medimos, la historia de amor con nosotros suele estar llena de desencuentros tal vez porque aspiramos a ser otros, comportarnos como otros, tener el físico de otros, la inteligencia o el carisma de alguien más.

Es fabuloso admirar a alguien y dejarnos inspirar por esa persona. No obstante es imposible y absurdo pretender no ser quienes somos y eso es lo que a veces hacemos, sin detenernos a pensar honestamente en nosotros, en cómo estamos nosotros, qué sentimos nosotros, qué queremos nosotros, qué podemos y deseamos hacer diferente nosotros y, en especial, qué logros hemos conseguido nosotros. Perdón por la redundancia pero viene a cuento de que en los relatos que nos contamos sí aparecen estas preguntas con el foco en lo que se debería.

Stephen Covey, autor de los “7 hábitos de las personas altamente efectivas” trae la idea de la “victoria privada”, que tiene que ver con ser protagonistas y ocuparse de lo que verdaderamente está en nuestras manos pero, sobre todo, con saber qué es lo importante para nosotros y actuar en consecuencia. Es que buena parte de nuestro día se va tras pequeñeces como quejarnos mentalmente por lo poco esculturales que somos, solucionar urgentes vacíos de contenido (¿cuánto tiempo nos quitamos en limpiar la casa en vez de dedicar una hora a nuestro proyecto o a nosotros mismos?) o listar mil actividades hechas que nos alejan de nosotros.

La historia de nuestro amor propio empieza con la victoria privada, que nada tiene que ver con tener todo claro, superado o asumido sino con –primero- conocernos de verdad y aceptar lo que somos, cómo somos y adónde hemos llegado así como aquello que no nos gusta de nosotros o pretendemos esconder. No se trata tampoco de empezar a proclamarlas sino de atrevernos a mirarlas para comenzar a trascenderlas si así lo deseamos.

La victoria privada es hacernos cargos de nosotros tal cual somos y –sobre todo- estar conectados con las cosas importantes para nosotros: nuestra visión de vida, el propósito, lo que queremos dejar, los afectos, la actividad que nos apasiona e –incluso- que nuestra casa esté limpia; entre muchas otras cosas.

Sentir que eso se acomoda en nuestro interior es un primer paso para el proceso de reconstruir nuestro amor propio. Se trata de un camino profundo porque, a veces, esa historia está tan dañada que reencontrarnos lleva tiempo, paciencia, consciencia, mucha compasión y amabilidad.

En especial el fin es encontrarnos con nosotros, reconocer lo hecho para atrevernos a mirar la grandeza que hay en nosotros y solemos esconder entre miles de cuentos de desamor.

 Por Diana Chiani. Comunicadora, editora y Coach Ontológico Profesional  IG: @milyunrelatos, www.milyunrelatos.com

Archivado en