Neuropsicología y pandemia

Pandemia en Mendoza: las otras muertes, los otros duelos

¡Cuánto tiene de egocentrismo esta pandemia, cuánta necesidad de protagonismo principal! Estamos pendientes, aturdidos, preocupados, a tal punto que, por momentos, perdemos de vista que hay otros padeceres, otros muertos, otros lutos, otros duelos.

Cecilia Ortiz sábado, 2 de mayo de 2020 · 07:12 hs
Pandemia en Mendoza: las otras muertes, los otros duelos

Cuenta el profesor Juan Schobinger que los huarpes tenían un ritual especial para sus muertos. Se los enterraba con la cabeza en dirección a la cordillera junto con algunas de sus pertenencias (como camisetas, mantas, ojotas, mates) y alimentos (como maíz y chicha), que le servirían para su camino a la cordillera, lugar donde, para ellos, iban los muertos. El entierro se realizaba acompañado por cantos y danzas, luego, se emborrachaban. La ceremonia estaba supervisada por el chamán y era para ellos muy importante, porque se homenajeaba a quien había partido.

Todos los pueblos, y desde épocas remotas, mantenemos rituales para despedir a nuestros muertos. De hecho, algunas especies animales también los llevan a cabo.

Y ahora, este maldito virus nos ha privado, por lo menos de momento, de los símbolos, las ceremonias, las respuestas a muchas preguntas que, detrás de puntos suspendidos permanecerán expectantes.  

Porque las muertes por el virus, si bien son abrumadoras en cantidad, no son las únicas. Hay personas que mueren por otras causas, hay familiares que sufren las muertes por otras causas y hay rituales fúnebres que hoy no pueden cumplirse por otras causas.

“Falleció una amiga mía”, me contó Fabiana, “y no me pude despedir. Es un dolor muy fuerte el que siento”. Y es que, con el aislamiento, se suspendieron los velorios y el entierro puede ser atestiguado, desde lejos, por algún familiar. Sin más.

Los rituales son actos cargados de simbología con la única misión de aportar significado a experiencias. Son necesarios porque marcan un antes y un después. Tenemos muchos, si me ayudan, se les ocurrirán más, pero el bautismo, el casamiento, la tirada de huevos y harina cuando rendimos la última materia, son algunos.

Y, por supuesto, la muerte trae los suyos: velorio, entierro, despedida. Los rituales funerarios marcan un punto de cambio en nuestro cerebro. Nos ayudan a honrar la memoria del difunto, a valorarlo, a la vez, es un momento compartido por todos los que nos relacionamos con él. El velorio, el entierro, constituyen acontecimientos comunes en los que podemos liberar sentimientos y emociones que, además, van a estar validados y compartidos por todos. De hecho, hay un efecto de “contagio” emocional.

Circula también una suerte de “consuelo colectivo”, nos damos palabras de apoyo, recordamos alguna anécdota, nos hermana el dolor.

Estos actos sientan la base para empezar a simbolizar la muerte, a tramitar los sentimientos, a decir adiós, a entender que a partir de ese momento esa persona ya no está ahí afuera, y que tendremos que aceptarla acá adentro de nuestros recuerdos. Con estos rituales comienza el proceso de duelo.

Lamentablemente, el no transcurrirlos nos deja con el gusto amargo del último adiós callado, silenciado entre letras mudas, impotente, refunfuñante y nostálgico.

El carecer de un ritual funerario puede desembocar en lo que denominaron Parkes Y Weia (1983) “síndrome de duelo inesperado”, que se caracteriza por diferentes alteraciones emocionales y dificultad para realizar satisfactoriamente el duelo.

Por este motivo, se aconseja llevar a cabo rituales terapéuticos, que apuntan a mitigar, contener y resignificar la pérdida. Entre algunos de ellos están: escribir una carta de despedida, colocar flores o velas cerca de una fotografía y expresar en voz alta las emociones. En cuanto pase la cuarentena, se sugiere ir a visitar la tumba y llevar flores. No es lo mismo, pero cumplirá la función de darle significado al dolor.

Sin lugar a dudas, la pandemia está contribuyendo a que consideremos las cosas desde otra perspectiva para poder adaptarnos. Las otras pérdidas, los otros dolores, quizás hoy nos invitan a elaborar otras ceremonias, a enfocar desde otra mirada las despedidas, a rediseñar el escenario para llorar a nuestros muertos.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / licceciortiz@gmail.com

 

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